Capítulo 23

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Nada que esperar...

Algo se rompió en mí después de mi última visita al hospital. Esa pantalla que coloqué dentro de mi cabeza desapareció y me dejé ahogar. Me dejé revolcar, me dejé sentir lástima por mí mismo, me dejé odiarme. Me dejé a mí mismo odiar a Elias por chocar la camioneta, odié a Jake por convencerme de ir a decirle a Destinity Faith que la amaba esa noche. Me dejé odiar a Dest por el sólo hecho de que la amaba.

Todo el mundo se fue en los lentos dos días antes de las vacaciones de Acción de Gracias. Elly y Jake me ignoraron después del primer día. Behati ni siquiera intentó hablarme ni una vez, pero creo que ni siquiera le hubiera respondido. Dest seguía persistiendo, diciéndome que las cosas no estaban tan mal. Pero no le hice caso.

¿Cómo puede ser peor la vida?

Me senté frente a la chica Faith en nuestra clase de señas, mi mirada perdida en la nada. Ella fingía que estaba escuchando, y me mostró una nueva señal que no habíamos visto antes. Nuestro cuaderno estuvo entre nosotros, sin ser tocado por lo menos en dos semanas. Estaba pensando en si todos nos hubiéramos quedado donde estábamos por beber la noche del accidente, el accidente nunca hubiera ocurrido, el equipo de fútbol podría haber estado jugando en el Estado este fin de semana.

Si mi cuerpo no tuviera la debilidad de un niño de cinco años, todavía sería capaz de jugar en el equipo de baloncesto.

-¡Aris! -gritó mi tutora finalmente-. ¿Tampoco puedes oír?

Mis ojos de repente saltaron a su cara. Nunca había oído a Dest sonar tan loca, y eso que sólo soltó una frase.

-¿Qué te pasa? -preguntó, con los ojos ardiendo. Se veía molesta-. Has estado actuando como un total idiota desde que saliste del hospital. Entiendo que es una mierda de vida para ti en este momento, pero necesitas superarlo y dejar de sentir lástima por ti mismo.

Mis entrañas se estremecieron mientras la miraba.

¡No le digas esas cosas a la gente como yo!

Agarré mis cosas, las metí de nuevo en mi mochila y salí de la habitación. Me moví por los vacíos y silenciosos pasillos, en línea recta a las puertas, hacia mi coche. Tiré mi mochila en el asiento trasero, mis libros explotando fuera de ella. Cerrando la puerta detrás de mí, arranqué el coche y me fui pitando del estacionamiento. No tenía ningún lugar al que quisiera ir, sólo conduje. La baja velocidad me cabreaba cuando fui por las calles estrechas y sinuosas.

Cuarenta simplemente no era lo suficientemente rápido. Arranqué pasando la "Tienda de la Esquina", y me disparé más allá del lago estatal de Morgan. Pronto pase el Café Red Velbet y el complejo Levine Bay. Me metí por un camino de tierra. No me importaba si estaba invadiendo una propiedad privada.

Tuve suerte, el sucio camino terminó justo después del agua en un terreno baldío.

El terreno estaba pendiente hacia el agua antes de romper con el océano. Me bajé del coche, dejando las llaves pegadas, y me fui al muelle que se extendía sobre el agua.

El otoño había vuelto con toda su fuerza, el cielo nublado, se perdía en la parte superior del océano. A lo lejos sólo podía ver las islas que bloqueaban la vista al continente.

Quería gritar mientras estaba allí, mis dedos de los pies colgando sobre el borde del muelle. Quería lanzar un aullido desgarrador por mi desfigurada garganta hacia los cielos nublados. Quería decir cada maldición que mi madre me había enseñado a no decir.

Me hubiera conformado con un gemido cortado, sólo lo suficiente para que algún sonido saliera de mis labios. Caí de rodillas, mis pantalones cada vez más húmedos. Me tiré hacia adelante sobre mis manos, y finalmente hundí mi frente en mis rodillas, jalándome el pelo con la fuerza suficiente que estaba sorprendido de que no se desprendiera.

Mañana era Acción de Gracias. Mañana mis abuelos Hayes vendrían desde Tacoma, la hermana de mi papa, la tía Claire traería a sus tres hijos. Nuestra casa se llenaría con el olor de un millón de platos, todos nos sentiríamos alrededor de la enorme mesa del comedor, y antes de comenzar a comer diríamos cada maldita cosa que agradecíamos.

Sentado allí, en ese muelle yo solo, no me siento como si tuviera algo por lo cual agradecer este año. O nunca.

Mute (En Edición )Onde as histórias ganham vida. Descobre agora