Capítulo uno: Tregua.

41 2 30
                                    

Me siento en la silla, acomodándome a ella. Desperezo mis brazos, las piernas, el cuello. Me aclaro la voz. Compruebo mi aspecto en la pantalla del móvil, asegurándome de que el pecho disimule bien con aquella camiseta, cerrando el plano justo por debajo del cuello. Preparo en el portátil en el que se apoya el dispositivo para la ayuda que necesito en esta grabación. Hago un par de caras para perder la vergüenza a verme reflejado en el teléfono y le doy al botón de grabar.

—Hola —me presento, como en todos los vídeos que llevo haciendo de este estilo—, soy Asier y esta es mi voz de los ocho meses en testosterona. Esta vez no tengo canción nueva, pero me he preparado una cover chulísima.

Le doy a la tecla espaciadora, que hace sonar en los altavoces el primer acorde, dándome un pie inmediato para empezar. Me da un vuelco al corazón al pensar que no he entrado bien, pero estoy a tempo y a tono, varias semanas modulando la voz han dado resultado. Dejo de pensar en cómo he llegado ahí y me centro en la letra. Tiene un mensaje potente, reivindicativo. Estoy en mi época rebelde. Si es que se le puede llamar así. Simplemente me he cansado de callarme ante las injusticias, estoy harto de escuchar historias, de escuchar vivencias de amigos y no tan amigos a los que les han condenado por ser. Estoy hasta el coño. Esa es mi rebeldía en tiempos en los que la extrema derecha cobra fuerza.

No masters or kings when the ritual begins.

There is no sweeter innocence than our gentle sin.

In the madness and soil of that sad earthly scene.

Only then I am human.

Only then I am clean.

Termino descargando toda la rabia que he contenido en los últimos meses a raíz de todo el odio que he recibido por redes en cuanto decidí abrirme la cuenta para contar mi experiencia con la transición. No había sido un año fácil. Ya no solo por tener que haberme enfrentado a mi familia y amigos, perder a alguno o sufrir charlas duras por parte de conocidos. Ya no solo por el rechazo de las instituciones públicas o el miedo a que la siguiente visita al médico salga mal y me manden de vuelta a empezar. Es que también, conforme fui subiendo vídeos en los que contaba mi experiencia, mostraba los cambios de la hormonación o, incluso, enseñaba mi evolución musical adaptándome a las nuevas cuerdas vocales, se fue sumando gente. Gente que ya no solo me apoyaba o me dedicaba palabras amables, también de la que se tomaba la libertad de insultarme gratuitamente. 

Por suerte tampoco eran muchos. Los seguidores empezaron a subir rápido al principio, pero casi nueve meses después nos habíamos atascado en un par de miles. No me quejo, me encanta esto y me dan un feedback impresionante. Además, me había atrevido hacía poquito a subir canciones propias y a la gente le estaba gustando. A mí eso me basta y me alegra el corazón.

En cuanto compruebo que el sonido está bien, que todo está en orden, suboel vídeo. Los más rápidos llegan en pocos minutos y ahí están dándole a megusta sin haberlo escuchado. Me hace gracia. Aunque no les culpo, con otrosartistas yo también hago lo mismo. Me levanto después de mi publicación semanaly me preparo, he quedado con mis amigas

Valentina es la que más tiempo lleva a mi lado. Sus padres y los míos eran amigos desde antes de que naciéramos, así que prácticamente habíamos crecido juntas. Con el tiempo se fue uniendo más gente al grupo. El instituto fue el pegamento para Diana y Jorge, que llevan siendo pareja un par de años. En la uni conocí a Nuria e Iria, que encajaron a la perfección con el resto. Y la última incorporación, recién llegada del máster: Lucía. Somos un grupito de lo más variopinto, a decir verdad. Todas aquí pasamos por una etapa emo de la que aún disfrutamos algunas veces. Además, la única que no es LGTB en ese grupo es Iria. Aún tengo la teoría de que es un poco heteropero

Historias inacabadas.Where stories live. Discover now