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Notas finales:

Otra cosa sad.

Queridos lectores, temed.



—¡No puedes estar hablando en serio, maple!

—Defiendo lo que USA hace, lo apoyo hasta cierta medida.

—¡Cómo puedes apoyar a la gorda en eso! ¡Solo quiere tomar el control de todo!

—Las intenciones de América no son esas.

Disputa que inició por un problema menor. Pelea que fue agrandándose por argumentos buenos y malos. Furia que poco a poco tomaba fuerza porque las diferencias salían a flote.

Se dieron cuenta de lo diferentes que eran.

Se dieron cuenta que había una grieta evidente.

—¡No es así!

—¡Dejas que te coqueteen porque te gusta!

—¡Eso no es cierto!

—¡No te hagas el santo, maple!

—Tú has sido testigo de que a veces no me doy cuenta de los coqueteos o dobles intenciones —se estaba cansando—. No es mi culpa no diferenciar un galanteo de una actitud amigable.

—¡Maldita sea, maple! ¡Eres un idiota cuando quieres!

Salieron a flote los celos, las inseguridades y el rencor que se callaron hasta ese punto.

Estaba asustado.

Canadá no había visto ese nivel de ira en México.

Jamás.

—¡Te merecías lo que pasó!

—¡Retráctate!

—¡Sabes que es cierto!

¿Por qué llegaron a eso?

¿Por qué tuvo que pasar algo así?

Era lo que Canadá se preguntaba mientras forcejeaba con su amado novio..., su dulce tricolor..., su adorado México..., su nada en ese momento.

—¡Tuviste la vida muy fácil!

Un empujón más.

Porque ya hubo varios en medio de los gritos.

—¿Me estás repudiando por mis pocos problemas?

—Alguien como tú, niño de cuna de oro, ¡no sabe lo que es pasar hambre y dolor! ¡Sufrimiento y muerte!

—¿Estás criticando que no haya derramado tanta sangre como tú?

—Eres un fácil.

Dolió.

—¡Escucha lo que dices, Mexique!

Fue el tiempo.

Fue la adrenalina.

Fue el estrés.

Fue todo.

—¡Defiéndete, niño bonito!

Los ojos de Canadá se centraron en los del tricolor, en aquellos marrones que ahora parecían rojos debido a la furia. Se fijó en ese rostro que ya no mostraba sonrisa alguna. Se dio cuenta que ese ya no era su amado taquito.

—No...

—Cobarde —escupió con rencor.

Estalló todo en su rostro.

Canadá ni siquiera pudo reaccionar a tiempo y solo sintió el golpe de su cuerpo al golpear el suelo, el sabor agridulce de la sangre en su boca, y esa sensación dolorosa en su pecho.

Se tocó la mejilla y labio.

Sintió la sangre caliente en sus dedos.

Y vio ante sí, de pie, al que era el "amor de su vida".

—Defiéndete... ¡Sé que puedes!

Se sintió intimidado por unos breves momentos antes de aferrarse a una pared y levantarse. Recuperó el aliento y sintió el ardor de la herida. Sintió su pecho doler porque se sentía traicionado.

—¡Defiéndete!

—¡No! —ni siquiera podía llorar, estaba en shock—. ¡No lo haré!

—¡Que te defiendas!

—Solo golpéame —Canadá soportó las lágrimas—. No me voy a defender.

Nubes [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora