Capítulo Diecinueve

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Capítulo dedicado a perreitointenso no pasó de página pero valdrá la pena. Me encantan tus comemtarios ❤

(Canción: Freakin' Out Of The Intersate de Briston Maroney)

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ENZO

Después de una catastrófica clase de skate con la pequeña rubia que va sentada en el asiento de copiloto, he decidido llevarla al bar de Mikel a tomar algo. Además, ese fue el lugar donde todo empezó a desprenderse y es hora de que le demos un nuevo significado.

Freno en un semáforo rojo. Aprovecho para dejar una mano en el muslo de Inma, que pega un pequeño respingo por ello. Su piel suave y fría por las bajas temperaturas se eriza mientras dibujo círculos en ella.

Inma pone su mano encima de la mía y pienso que es para apartarla, pero en su lugar entrelaza sus dedos con los míos y besa la palma de mi mano antes de dejarla de nuevo en su regazo.

Por primera vez desde hace mucho —demasiado— tiempo una sonrisa boba se forma en mi rostro. El color del semáforo se convierte en verde y vuelvo a conducir. El silencio reina el vehículo y ni siquiera he sentido la necesidad de poner la radio para romperlo. Los silencios al lado de Inma resultan tan naturales y pacíficos que lo último que quiero hacer es corromperlo.

Giro en la siguiente calle. En la guantera aparece la temperatura exterior y está a rozando los cero grados. Miro a mi lado derecho dónde Inma va vestida únicamente con un vestido y una cazadora. Por el espejo retrovisor localizo mi abrigo azul marino hecho una bola en los asientos traseros. Aparco el coche y salgo de él rodeándolo por delante lo más rápido que puedo.

Freno en frente de la puerta del copiloto. Abro la puerta y la imagen de Inma sonriéndome abiertamente mientras su mirada verdosa brilla por la diversión me da de lleno. La chica rubia hace el amago de salir, pero se lo impido cuándo poso mis manos en sus hombros.

Inma me observa confusa.

—Vas a coger una pulmonía así.

—Gracias, papá —masculla irritada.

Hago caso omiso y me estiro agarrando el abrigo de la zona trasera. Su rostro y el mío acaban muy cerca debido a que me he tenido que colocar por delante de ella. Las comisuras de sus labios rojizos se curvan hacia arriba. Entonces noto su boca tibia contra la mía, de nuevo. Dejo caer la chaqueta en el lugar del cambio de marcha y ahueco su rostro, profundizando la caricia. Entreabro mis labios a la misma vez que ella. Su lengua y la mía se reencuentran. El frío de la noche apenas me es perceptible porque lo último que siento son las bajas temperaturas, aunque otra persona sí. A pesar de que quiere disimularlo, siento el leve temblor que ha adquirido Inma.

«Igual de friolera que siempre».

A regañadientes, me separo de ella. Le tiendo el abrigo. Salgo del reducido espacio, apoyándome en la puerta del coche. Observo cómo Inma se quita su pequeña chaqueta de cuero y se viste con mi abrigo azul marino.

Si toda mi ropa le va a quedar así...

«Tengo que prestársela más veces».

—Si sigues dándome tus abrigos, te vas a quedar sin ellos —se queja.

Las mangas son más largas que sus brazos y las ha doblado varias veces para que sus manos no se oculten bajo la prenda. Cierro la puerta y bloqueo el coche. En dos pasos soy capaz de alcanzarla y entrelazar su mano con la mía. Inma me ofrece una pequeña sonrisa antes de apoyar su cabeza en mi brazo y seguir andando.

Tres amores y medio | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora