Capítulo Veintinueve

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Capítulo dedicado a andigefor amo tus comentarios y todo el amor que le estás dando a la historia 🥺👉👈

(Canción: Wings de Birdy)

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Mini-maratón por los daños colaterales
2/2

Hace mucho que perdí la noción del tiempo. Demasiado. Los últimos días, semanas o meses los he transcurrido encerrada en las cuatro paredes de mi habitación en la casa de mis padres. Todo me supone un esfuerzo. A veces, incluso, el mero hecho de respirar resulta trabajoso. Mi rutina se limita a comer, llorar y caer dormida por culpa del llanto. Todos los días igual.

Seguía sin entender cómo la gente podía seguir con su vida normal. Cómo eran capaces de continuar cuándo había otro que ya no iba a poder. Siento nuevas lágrimas recorriendo mi rostro. Ya ni siquiera me molesto en retirarlas. Una vez más, dejo que humedezcan la almohada. Mi cuerpo tiembla con cada nuevo sollozo. Las sienes me palpitan mientras que el dolor de cabeza incrementa.

«No quiero seguir así».

No puedo. Absolutamente todo me duele. Hay un pinchazo constante en mi corazón que logra paralizarme. La presión en mi pecho sigue latente. No obstante, su calor ya no está cerca. Ni su olor. Ni su cercanía. Tampoco están los «te quiero» susurrados, los besos robados y las sonrisas surcando nuestros rostros.

Ya no hay nada. Solo ausencia, dolorosa y silenciosa.

Me arropo con las sábanas, ocultándome debajo de ellas. Los temblores no dejan de golpearme. Mi garganta se desgarra por los lamentos. Cierro en puños la manta, consiguiendo que los nudillos se vuelvan blancos por la fuerza.

Estoy tan enfocada en intentar disminuir la intensidad de mi llanto, que no es hasta que siento el colchón hundiéndose por el peso de alguien cuando logro acallarlo de golpe. Con lentitud, me destapo sin pensar siquiera en las pintas que debo de tener. Lo primero que capto son sus ojos azules. Recorro su mirada clara, su nariz respingona y sus labios mullidos. El hoyuelo que se le forma en el lado izquierdo de su mejilla al sonreír capta mi atención. Parpadeo un par de veces, enfocando mejor la vista.

—¿Hemos vuelto a la cueva? —pregunta con voz suave.

Su sonrisa desaparece ante mi silencio. Me enderezo en mi sitio y rodeo sus hombros. Sus brazos delgados me estrechan un poco más cerca de ella. Vuelvo a tener esa sensación de estar en casa cuando está junto a mí, aunque esta vez también me invade la nostalgia. La había echado mucho de menos. Sus dedos intentan peinar los mechones enmarañados y su otra mano acaricia mi espalda. Lloro con intensidad, cómo si no hubiese llorado lo suficiente el resto de los días.

—Estoy aquí, ¿vale? —susurra.

Cierro los ojos con fuerza e inhalo su colonia a lavanda. El olor me trae tantos recuerdos de cuando éramos más pequeñas, que ahora mismo desearía volver a esa época. Me separo de Lara. Nos mantenemos las dos la mirada. Su cabello castaño largo ha dejado de serlo y en su lugar ahora es tan corto que ni siquiera le llega al mentón. El flequillo oculta sus cejas pobladas. Esta vez no está maquillada.

—Te he echado de menos —digo con voz enronquecida.

Su labio inferior tiembla y ella se lo muerde. Una de sus manos ahueca mi rostro y con delicadeza retira el rastro húmedo de lágrimas. Sus ojos están brillosos. Conociéndola sé que está haciendo su mayor esfuerzo para no llorar delante de mí.

Tres amores y medio | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora