«La primera noche»

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«La primera noche»

(Canción: Bailemos de Dani Fernández)

Meses antes...

ENZO

Cómo todas las noches de los fines de semana me visto con la camisa negra que tiene en el centro el logo de la discoteca combinada con uno de los vaqueros que tengo rezagado en la silla del escritorio. Me aseguro de guardar la nueva ilustración que he estado dibujando antes de apagar el ordenador y salir de la habitación. Paso por la cocina a por un vaso de agua, encontrándomela invadida por el chico de rastras, ojos azules y piel oscura que está cocinando algo que huele demasiado bien.

Me acerco a la nevera, abro la puerta y saco una de las pequeñas botellas de agua que hay en el interior. Al cerrarla, Mikel parece percatarse de mi presencia.

—¿Ya te vas a trabajar? —cuestiona sin despegar su mirada de los fogones.

—Óscar quiere que estemos media hora antes para preparar cócteles.

—¿No sabe que la gente tiene vida aparte de la discoteca?

—¿Sinceramente? Creo que no —bromeo de vuelta antes de darle un trago a la botella.

—Supongo que luego no vendrás, ¿no?

—No lo sé, todavía no he hablado con Candela.

Y cómo si la hubiese invocado siento cómo el móvil vibra en el bolsillo de mi pantalón por la llegada de un nuevo mensaje.

CANDELA:

¿A qué hora sales hoy?

ENZO:

A las tres, ¿por qué?

CANDELA:

Podrías pasarte por aquí después...

Sonrío a la pantalla por la propuesta de la chica.

ENZO:

Nos vemos a las tres, entonces.

Bloqueo el teléfono. Dejo la botella de agua dentro de la nevera y salgo de la cocina para ir en busca de la chaqueta que dejé ayer encima del respaldo del sofá marrón que hay en el centro del salón. Al llegar a la sala me encuentro con la imagen del chico rubio oscuro y de ojos cerrados estirado en el otro sofá, gruñendo por cualquier pequeño ruido que se hace a su alrededor.

—¿Mala noche?

—Mala reseca, diría yo —masculla Edu, antes de bufar algo por lo bajo, molesto—. ¡Mikel! ¡¿Puedes dejar de hacer tanto ruido?!

Intento contener la risa que se me quiere escapar cuando escucho ruidos metálicos provenientes de la cocina, porque Mikel está golpeando una cacerola con uno de los utensilios de cocina para hacer más ruido en lugar de disminuirlo.

Salgo del apartamento. Subo a mi pequeño coche y conduzco bajo la oscuridad de la noche hasta llegar a la zona industrial de la ciudad dónde se localiza la discoteca en la que trabajo.

Rodeo todo el edificio, aparcando en la parte trasera de la discoteca dónde se encuentran los dos grandes cubos de basuras junto a más coches de los empleados. Intento domar mis rizos pasando las manos por el pelo y cuando veo que no hay nada que hacer simplemente los dejo así y me bajo del vehículo cerrándolo detrás de mí.

Entro por la pequeña puerta rojiza que hay en uno de los extremos de la fachada. Tan solo con entrar el cambio de temperatura es brutal. Me remango las mangas en un acto reflejo mientras sigo caminando hasta el interior de la discoteca. La gran pista de baile duplica su tamaño cuando está vacía igual que la larga barra dónde trabajo que parece acortarse y estrecharse al haber gente pidiendo bebidas.

Tres amores y medio | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora