22.- Acuerdo tácito.

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A la semana, Charlotte desistió de proseguir con el juicio debido a que muchas pruebas la desfavorecían. En cambio decidió que en la próxima audiencia previamente convocada antes de que ella diera marcha atrás con su deseo de quitarle la custodia de Camus a Dégel, solicitaría que ambos compartieran al adolescente determinados días según un cronograma que su abogado estableció. La cuestión era si el padre estaba de acuerdo.

Camus debía acudir algo que Dégel y Krest no apoyaban, más el jovencito aduciendo que debía enfrentar la realidad eligió su mejor ropa para si era posible persuadir a su madre.

Cuando arribaron al tribunal junto a Cid, ella tuvo un tirón en sus entrañas al verlo alto, apuesto y casi eclipsando a Dégel en su andar elegante. Los ojos azules zafiros del adolescente se posaron en los suyos y él le sonrió discretamente ante la distracción de Dégel que hablaba con Cid que se disponía a entrar al edificio donde se llevaría a cabo la audiencia.

—No puedes entrar a la sala hijo—murmuró entre dientes Dégel.

Krest se detuvo para refutar.—A menos que la jueza lo solicite.

—Lo sé papá—contestó con tono calmo mientras Krest se adelantaba entrando a la sala—solo haz lo mejor por mi.

Cuando la puerta se cerró, Camus se sentó en un pequeño banco mientras varias personas iban y venían. Un hombre que reconoció como el esposo de su madre se acercó tranquilo, vestía casual para ser un funcionario judicial, el adolescente en vez de salir corriendo como lo haría en su niñez, lo aguardó.

Elina, su tía llegaría pronto para acompañarlo.

Saludó al hombre que se sentó a su lado, Camus se preguntó mentalmente si sus hermanos pequeños conocían sobre el dilema de su custodia.

—Los seres humanos cambian si se lo proponen...—comenzó el hombre-tu madre aunque se equivocó, ella desea resarcir el daño.

—Yo lo que haya acontecido, la perdono. No soy quien para juzgarla—se sorbió la nariz mientras su largo cabello cayó como cortina—solo quiero que mi padre sea feliz.

Ambos alzaron la cabeza cuando unos tacos se hicieron presentes, Elina vestida con un vestido crema venía apresurada, la llamada de su padre fue suficiente para pedir permiso en su trabajo para cuidar de su sobrino amado, su amorcito adorado.

—¡Ahí estas mi príncipe!—asintió al hombre que le devolvió el gesto—¿ Cómo estás?

El hombre entendió que debía darles privacidad, la mirada acuosa de Camus le habló. Una vez solos, el adolescente rodeó con sus brazos la cintura de su tia y hundió su cabeza en su pecho rompiendo a llorar. Fue una fachada para soportar todo eso, pero la realidad la lucha en los tribunales de sus padres lo había roto y a pesar de que intentaba mostrar un rostro sereno, internamente no quería ser puesto a elegir con quien quedarse. 

—Llora mi niño—Elina se dispuso a acariciar la lacia cabellera mientras sus lágrimas mojaban su vestido, rogó que su hermano tomara la mejor decisión—yo estoy aquí...

—Siempre quise conocer a mamá, pero no así.

—Ya podrás estar con ella cuando sea necesario, ahora me tienes a mi, a tu abuelo, Milo, tus amigos y tu papá.

—Siempre quise a mi mami—comenzó a hablar como en su niñez más temprana—pero mi papi callaba y me decía que ella...

Estalló en un llanto desgarrador, pobre niño, pobre alma inocente condenada a presenciar peleas absurdas.

En el interior del juzgado, Dégel detuvo su intervención al advertir una angustia en su pecho, sin esperar el permiso de la jueza, abandonó la sala siendo seguido por Krest y Cid. Charlotte, desconcertada, miró a la jueza que enfadada llamaba al francés quién ya en esos momentos estaba junto a Camus.

Adolescencia e ilusiones. Temporada II " Pequeños" ©Where stories live. Discover now