Capítulo 7: Estamos aquí para ti

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(Kageyama)

Las siguientes dos semanas al fallecimiento de mi padre fueron como un deja vu tras otro. El entierro donde la gente decía lo increíble que era mi padre... la llegada de mi hermana mayor Miwa...

La escuela me llamo para preguntar como estaba, y si quería faltar por dos semanas, en lo que superaba el luto de mi padre... la primera vez no falte, porque era difícil estar en casa con mi madre y mi hermana, pero esta vez acepte.

Al parecer, Miwa culpo a mamá de todo... durante las dos semanas, ambas discutieron casi todo el tiempo... yo no me metí... no tenía fuerzas para hacerlo y, de todas formas, dudo que me hubieran tomado en cuenta.

El lunes siguiente a las dos semanas, mi hermana discutió una ultima vez con mi madre, y luego regreso a Tokio. Yo fui a la escuela, pero no preste atención a nada...

No lo entiendo, hice todo diferente, estuve para él, le di afecto, le dije que lo quería, trate de hacerlo sentir orgulloso... ¿en qué falle? ¿por qué se suicidó? ...

Nadie en la escuela sabia que mi padre había fallecido, solo los maestros, y trataban de evadirme lo mejor que podían. Durante las prácticas, estuve muy desconcentrado, pero el entrenador no me dijo nada.

Volver a casa tampoco fue sencillo, Kunimi y Kindaichi me preguntaron si estaba bien, y no paraban de enviarme miradas preocupadas.

Encontrar a mi madre tirada en el sofá con un bote de helado, no fue una sorpresa. Que ella me mirara sin verme, y que no me dirigiera la palabra tampoco fue algo impresionante. Había sucedido la primera vez... y aun así... era igual de doloroso.

-Hola, mamá. -Me acerque a ella. - ¿Cómo te sientes? –

No me respondió. Simplemente, volvió a mirar el televisor, donde se reproducía Violet y Finch, una película super triste que a mi madre le gustaba.

-Supongo que no quieres hablar... ¿ya comiste? -Al menos, negó con la cabeza. -Preparare la cena, entonces. –

No creo que se le pueda llamar cena a preparar algo de arroz y caballa, pero era mejor que nada. Casi no había nada en las alacenas, y yo no tenia ganas de cocinar.

Durante lo que resto de esa semana, apenas pude concentrarme en clases, y mis pases en los entrenamientos se volvieron deplorables. Los sempais, me preguntaron qué me pasaba, pero no les conteste. El entrenador me sugirió que tomara un descanso, hasta que me sintiera mejor, sin embargo, estar en mi casa era lo que menos quería, así que me negué.

Trate de aparentar que estaba bien, no quería que nadie se preocupara...

Una vez, Yamaguchi me dijo que cuando una cosa sale mal, muchas otras se vuelven propensas a seguir sus pasos... tenía razón. El viernes de esa semana, mi hermana llamo por teléfono en la mañana, me cuestiono si mamá iba a enviarle el dinero para la renta de su departamento.

Tratar de explicarle a mi hermana, que mamá no estaba bien, era como hablar con una pared. Me termino gritando por teléfono, y me sentí peor. Para colmo, en las clases de la mañana, tuve un examen para el que no había estudiado... digamos que, si lo paso, es de pura suerte.

En el almuerzo, creí que sería algo bueno, enviarle un mensaje a mi madre. No me esperaba la respuesta que recibí, mientras comía junto a Kunimi y Kindaichi.

-Kageyama, ¿estás bien? -Escuche a Kunimi a mi lado

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-Kageyama, ¿estás bien? -Escuche a Kunimi a mi lado. -Ya no estas alegre como antes, ¿ocurre algo? –

-Estoy bien. -Respondí automáticamente, sin dejar de ver mi teléfono.

- ¿Seguro? Pareces fuera de ti. -Escuche a Kindaichi. - ¿Todo en tu casa está bien? Ya ni hablas de tus padres... -

- ¡DIJE QUE ESTOY BIEN! ¡DEJENME EN PAZ! -Grite.

De inmediato, me di cuenta de lo que había hecho... había gritado... les había gritado a Kunimi y a Kindaichi... otra vez... igual que en la secundaria... estaba sucediendo de nuevo... ¡No! ¡No!

No sé cuándo empecé a correr, ni a donde iba, pero tenia que alejarme...

No puedo creer que de nuevo lo haya hecho... después de prometerme que nos les volvería a hacer daño, después de prometer que no volvería a gritarles... ¡LO HICE!

Todo a mi alrededor se ve borroso, no puedo respirar...

Froté mi cara, quitando algunas lágrimas, y vi la maquina expendedora. Me apoye contra la pared a su lado, y me deslice hasta el suelo.

Todo a mi alrededor sigue borroso, no puedo parar de llorar... mi corazón no para de latir muy fuerte, y ya no puedo sentir el aire en mis pulmones... mis oídos están zumbando...

Y de repente, dos manos... están apretando las mías...

-Kageyama... Kageyama... tranquilo... tienes que respirar... -Escucho las voces, pero parecen difuminadas, como si yo estuviera bajo el agua. -Todo va a estar bien... copia nuestras respiraciones... inhala... exhala... inhala... exhala. –

Hice lo que me dijeron las voces, y poco a poco, pude sentir como mi corazón se ralentizaba, y podía respirar mejor. Unas manos limpiaron mis mejillas... Kunimi y Kindaichi están frente a mí.

-Lo siento... lo siento... -Mi voz suena horrible. -No quise gritar... lo siento... -

-Hey, está bien. No estamos enojados, tranquilo. -Kindaichi me sonrió.

De todas formas, seguí disculpándome. No se supone que yo iba a gritarles, esta vez iba a ser diferente... pero volví a actuar igual...

-Tobio, está bien. Tranquilo, no tienes que disculparte. -Escuche a Kunimi.

Que ambos estuvieran mirándome preocupados, no ayuda. Seguí disculpándome, y seguí llorando. Ellos me abrazaron, y siguieron susurrándome que todo estaba bien, y que no estaban enojados...

No sé cuanto tiempo estuvimos allí, sentados. Cuando, finalmente pude calmarme del todo, ellos apenas se separaron de mí.

-Tobio, ¿qué pasa? Habla con nosotros, somos tus amigos. -Kunimi apretó mi mano. -Estamos aquí para ti, por favor. Déjanos ayudarte. –

Les conté que mi papá había muerto. Les conté que mi mamá estaba deprimida. Les conté que mi hermana había discutido conmigo. Y volví a largarme a llorar, pero ellos no se fueron. Me mantuvieron en sus brazos hasta que saque todo, y aún entonces, no me soltaron.

Durante la práctica de la tarde, todos los sempais y kohais tenían los ojos en mí, supongo que porque me veía deplorable. El tener a Kunimi y Kindaichi a mis lados, me ayudo. Está vez, ninguno de mis lanzamientos fallo, y siguiendo el consejo de mis almas gemelas, antes de irnos a casa, le hable al equipo sobre lo que estaba pasando conmigo.

Estoy agradecido de tener sempais tan buenos... me abrazaron y me dijeron que contaba con ellos, para lo que fuera.

Kunimi y Kindaichi me acompañaron a casa, y antes de irse, me dijeron que ante cualquier percance los llamara. Realmente estoy feliz de tenerlos a mi lado de nuevo... 

Deseo concedido, pasado reconstruidoWhere stories live. Discover now