10. El chantaje

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Una vez que cayó la noche, me dispuse a esperar hasta que las duchas se desocuparan por completo

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Una vez que cayó la noche, me dispuse a esperar hasta que las duchas se desocuparan por completo.

Me dirigí al final; últimamente tenía toda mi preferencia y ya la había designado mía. Deje en los colgadores la toalla, me quite la peluca para no mojarla, tuve una sensación agradable al dejar caer mi cabello. Me observé en el espejo y me estremecí al ver mi rostro; me veía cansada, más pálida de lo normal, unas ojeras se alojaban debajo de mis ojos, parecía un zombi viviente.

Entré a la ducha y deje caer el agua. No me demoré más de diez minutos. En cuanto estuve lista, me vestí con rapidez y luego salí.

Grave error.

No me percate en ningún momento que alguien se encontraba en la ducha siguiente a la mía, realizando la misma acción. Cuando abrí la puerta y me asome al pasillo, quedé estática; no tuve tiempo de esconderme ni de ponerme la peluca, solo observé la silueta que estaba frente a mí. Danniel Cross se encontraba ahí, frente a mis ojos completamente desnudo y desconcertado.

Pegué un grito ahogado de espanto y no pude evitar sonrojarme.

Mi grito pareció hacerlo reaccionar, percatándose de mi presencia se cubrió como pudo —con torpeza y rapidez— con la toalla.

—¡Mierda! —Exclamó. Sus ojos me recorrieron de pies a cabeza desconcertado y con cierta, ¿vergüenza?

Yo seguía estupefacta y rígida. Cerré mis ojos con fuerza intentando sacar esa imagen que de seguro no se borraría jamás de mi mente, pero esperaba que sí. Ni siquiera quería detallarlo.

¿Por qué entre todos los chicos que había en este colegio, tuvo que ser este idiota quien me descubriera?

—¡¿Qué carajos es esto?!

Sus ojos se pigmentaban de desconfianza y desconcierto en su totalidad, pude notar un pequeño color rosado en sus mejillas, lo que era muy extraño en él. Sus manos afirmaban con cierto recelo y firmeza la toalla envuelta en su cintura. Sus acciones me perturbaron, se me hacía muy difícil conjeturar una respuesta para Danniel.

—¡¿Quién demonios eres?! —exclamó, su voz se hizo autoritaria y efusiva. Por primera vez sentí la obligación de responderle.

—Y-yo, yo... puedo explicarlo.

Arrugó el ceño, su mirada penetrante me recorrió, hasta que sus ojos se posaron directamente sobre los míos.

—Tienes un minuto.

—¡¿Solo me das un minuto?! —refuté, alzando ambas cejas.

Me percaté de que le hable con mi verdadera voz y resulto extraño, incluso para él, ya que sus cejas se alzaron a un tiempo.

—Estas en desventaja, no tienes derecho a reclamar —me advirtió—. Ahora te quedan cincuenta y cinco segundos, si no quieres que...

—Está bien, está bien —lo interrumpo—. Es que... es una larga historia.

Fingiendo ser una de ellos [Completa] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora