❝Respirando en medio del mar❞

893 159 13
                                    

Aproximadamente dos años después.

— ¡Atrápenlo! —gruñó el hombre gordo y de baja estatura que portaba una fina gabardina de lana—. ¡No dejen que escape!

Esa era mi vida, siempre huyendo de todo.

Recuerdo que desde que era pequeño y mis padres murieron, he estado solo. Tenía la compañía de mi perrito, pero al no tener dinero para alimentarlo o cuidarlo hice lo peor que podría hacer. Con sentimientos egoístas dentro de mí, en una fría noche, tomé una cuchilla que había robado días anteriores para defenderme, y con la intención de asesinarlo y esperar a que dejara de sufrir, atravesé su pecho con ella.

Creí que de esa manera no sufriría tanto, pero cuando vi esos ojos tan indefensos, pidiendo misericordia, donde antes había amor, supe que todo estaba perdido.

Enterré su cuerpo en medio del bosque, y partí de mi hogar.

Desde entonces, para sobrevivir, tuve que pedir limosna, pero la gente no era amable la mayoría de las veces. Hubo ocasiones donde me arrojaron piedras para que me marchara, pero yo, con el estómago hambriento y un sentimiento de vacío, recibía esos maltratos con la esperanza de que alguien me viera con lastima y se apiadara de mí.

La mayoría del tiempo funcionaba y sino tenía que hacer lo más odiaba, robar. No tenía opción. Era eso o morir.

Intentaba buscar trabajo y ganar las cosas por mi cuenta, sin embargo, nadie quería contratar a alguien en tan mal estado como yo y como no, si las cicatrices de mi rostro y cuerpo podían resultar aterradoras para más de uno.

Todas las noches me preguntaba la razón por la que seguía vivo, porqué continuaba con tanta desesperación y si acaso valía la pena seguir intentándolo. Pero por más que intentara buscar una respuesta en medio del caos, no llegaba a nada y simplemente me limitaba a despertar al día siguiente para respirar, porque por más que todo dentro de mí funcionara como debía ser, sentía que ya no estaba vivo.

Tenía la sensación de que estaba respirando en medio del mar.

Pienso que en ese mar tan profundo y azul que vive en mi imaginación, algunos se han quedado atrás, quizá un trozo de basura se atoró en su cuerpo, impidiéndoles avanzar y a causa de eso, terminaron por morir. A lo mejor, otros continúan nadando, se encuentran con dificultades en el camino, pero siguen y siguen mientras que yo... Yo solo estoy en medio, sin hacer nada.

Quiero retroceder, me asusta el destino, pero no puedo.

Hay tantas direcciones frente a mí que me es imposible elegir.

Quiero avanzar, pero no puedo.

Nada me detiene, sin embargo, parece que algo dentro de mí me lo impide.

Siempre me he sentido así, perdido, sin saber que hacer. Por más que lo intente no puedo. Estoy atrapado.

Y ahora, que corro con todas mis fuerzas para que no me hagan nada, realmente quiero detenerme y que suceda algo, lo que sea. Tal vez dejarme capturar es lo que debería hacer, pero de nuevo, hay algo que me grita: ¡no! Y sin saber porque, obedezco.

Esta vez ha sido peor, tuve la mala fortuna de robarle al hombre más rico del pueblo y él disgustado, ordenó que me llevaran ante él para darme un castigo. Está de más decir que me encarcelarán y aunque no tengo nada que perder en realidad, mi libertad es lo más preciado que podría poseer, aunque eso signifique que me estoy atando a mí mismo a unas cadenas que difícilmente podrán romperse.

Giré mi cabeza en su dirección, aún están detrás de mí. Si me detengo, estaré a su merced.

Me adentré en el bosque y escuché que uno de sus hombres aún sigue persiguiéndome, me aferré a mi bolso y aumenté la velocidad. Pero al no ver las gruesas ramas que se encontraban bajo mis pies, terminé por tropezar. Caí tan de repente y sin poder evitarlo, mi tobillo se torció.

Traté de no llorar por el inmenso dolor que sentía porque de inmediato les alertaría de mi presencia. Y a duras apenas, intenté esconderme tras el árbol y pidiendo para mis adentros que no me encontraran, me mantuve en silencio. Justo cuando el silencio se hizo presente, la brisa del mar venía desde lejos a mi encuentro.

—Maldición... —susurré cerrando los ojos, tratando de calmarme.

Distinguí que el hombre se fue en dirección contraria, y después de un rato sentado, me puse de pie con dificultad. Traté de correr en un solo pie, sin hacer mucho ruido y aguantando la respiración.

En ese momento, frente a mí, apareció una valla de piedras y una enredadera de dondiego (unas florecitas violáceas y blancas que son mis favoritas), que limita este pueblo con el vecino. Tragué saliva con nerviosismo y la observé con detenimiento. Cualquier persona podría adivinar que es totalmente inestable y en cualquier paso en falso, podrías morir. No hay que ser muy listo para saberlo.

Entonces, tomé la decisión, si quería seguir respirando otro día más y ver la claridad de la luz de la luna, debía hacerlo. Pero con el tobillo en esas condiciones parecía una tarea casi imposible.

Armándome de valor, suspiré con pesadez para ponerme en marcha.

Cuando estuve a punto de poner un pie para escalar, oí una voz melódica, con palabras dichas con tanta suavidad que me hipnotizó al instante de ser llamado.

Sudando frío, reuní la suficiente valentía para girarme, esperando un tiro en la cabeza que ayude a terminar con mi sufrimiento. A ese punto ya no me importaba lo que me sucediera.

—¿Qué haces ahí?

Buena suerte, Tenko | shigadekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora