❝Buena suerte, Tenko❞

605 104 78
                                    

—Me he vuelto a perder —susurré a punto de ponerme a lloriquear—. Papá se va a enojar conmigo.

Me senté en el piso escondiendo mi cabecita entre las piernas para que nadie pueda escucharme y lloré hasta quedar dormido. Soñé con algo que no puedo recordar ahora.

Unos suaves golpecitos en el brazo me despertaron y en cuanto abrí los ojos, distinguí a un bonito niño.

—¿Estás bien?

Me quedé viéndolo embobado y asentí despacio. Él me tendió la mano y en cuanto nuestros dedos se entrelazaron, algo dentro de mí pareció cambiar. Magia, estrellas y bayas.

Después de pasar tanto tiempo juntos prometimos que jamás nos soltaríamos. Ojalá hubiera podido cumplir esa promesa.

—¿Otra vez te perdiste, Tenko-kun? —preguntó él riendo.

—Creo que sí —contesté divertido.

Se había vuelto una rutina. Me perdía solo para encontrar a Izuku.

—Sabes, tengo una manera de evitarlo —comentó mientras buscaba algo en sus bolsillos.

—¿Qué es? —inquirí nervioso.

—Cuando no encuentres el camino de vuelta a casa, cierra los ojos y guarda esta piedra entre tus manos.

Me tendió una piedrita tan pequeña como un escarabajo y rasposa como un tronco. La guardé en mi bolsillo y escuché lo que fuera a decir.

—Dicen que es de la buena suerte, como un hechizo.

—¿Quién dice?

—No tengo idea —rio.

No le pregunte porque necesitaría suerte si sabía perfectamente el camino, pero no se lo dije porque seguro me reprendía.

Y después de pensar un poco en sus palabras, fui inevitable sentirme triste. —Pero si funciona, no podre volver a verte.

Izuku sonrió y acarició mi cabello negro.

—Siempre estaré aquí esperándote, Tenko.

—¿De verdad?

—De verdad.

Me abrazó tan fuerte y sabía por qué. Era nuestra despedida. Dejé que me envolviera en sus brazos y su aroma a vainilla me embriagara. Cuando me soltó, se acercó a mi mejilla y depositó un beso. Lo miré sorprendido y su rostro atinó a ruborizarse.

—Ve a casa, Tenko.

Asentí y él comenzó a caminar hacia Kacchan. Me di la vuelta para marcharme, pero su voz llamándome me hizo retroceder.

Sus labios se movían y no entendía lo que quería decir, así que solo me encogí de hombros.

Y él pareciendo resignarse, sonrió y también lo hice.

Luego, solo desapareció, como un ruiseñor siendo sorprendido hurgando entre las flores.

Él solo tiene un deseo y anhela escuchar esas palabras para poder cumplirlo:

Pasaron los tres días que Izuku mencionó, era 4 de abril. Mi cumpleaños número quince. ¿Estaría preparando la tarta que prometió? Sonreí con ese simple pensamiento.

¿Será de limón o fresa?

Lo primero que hice fue deshacerme de esas botas rojas para sentir los finos y rasposos granos de arena bajo mis pies descalzos. Avancé con timidez.

Mi corazón latía con fuerza, a parte del hermoso sonido de la brisa marina andando con suavidad, era lo único que podía oír. Incluso el silencio se detenía a escuchar.

En ningún momento me di cuenta de que detrás, había alguien que me seguía.
El mismo hombre que me observaba desde las penumbras cuando dormía. Estaba acostumbrado a su presencia, pero ahora resultaba inquietante al grado de que respiraba con dificultad.
Era aquel que me nombró Shigaraki Tomura cuando escapé.

Con descaro, sujetó mi brazo, forzándome a girarme en su dirección.

—Así que has usado tu quirk —apretó mi mandíbula y chasqueé la lengua con molestia.

Su agarre era doloroso y el terrible olor a cigarrillo caló en mis fosas nasales. Tosí frenéticamente con asco.

Intenté librarme de sus brazos, juro con todo mi ser que lo intenté hasta el cansancio. Pero parecía que por más que lo hacía, él fingía soltarme solo para jugar un poco y apretarme más fuerte segundos después. En seguida me rendí, pues era cobarde. Seguía siéndolo. Siempre lo fui. Porque esa era mi vida. Pretendía huir cuando me quedaba varado en el mismo lugar.

—D-déjame —rogué sin obtener respuesta.

Sus manos viajaron de arriba a abajo, rasgando mi ropa sin piedad, cortando mi piel y haciéndola sangrar. Sentí un pinchazo en mi brazo y luego, todo se volvió borroso, apenas comprensible. Mi mente vagaba lejos, de mis labios salían jadeos buscando el consuelo de un Dios.

—Ahora tu quirk es mío —dijo cerca mi oído, empujándome al suelo. Su aliento a alcohol quemó sin prisas mi piel—. De verdad que quise darte una oportunidad, pero en ese estado no me sirves.

La lluvia caía sobre mi rostro, llevándose mis lágrimas en cada gota. Todo mi interior ardía y se incendiaba en cada cruel roce. Sus pastosos gruñidos me aturdían y lo dejé ser.

—Descansa en paz, Shigaraki Tomura.

El océano gritaba mi nombre.

Tenko. Tenko. Tenko.
Era la agitada voz de Izuku.

El viento arrastraba mi cuerpo a la orilla, poniéndome cerca pero tan alejado de él, al mismo tiempo.

Me cuestioné a mí mismo si podría regresar a casa, pero por más que buscaba una respuesta, era iluso confiar en algo así.

El agua entró por mis pulmones sin pedir permiso, arrasando con todo, inundando todo.

Recordé que Hana dijo una vez que el hogar era aquel donde esperaban por ti. Nunca podría asegurarlo con certeza, pero me aferraba a la creencia de que Izuku seguía allí, andando en el bosque con calma, despacio y cuidadoso, tratando de no hacer mucho ruido para despertar a Mon-chan y entre las ramas, él me vería de nuevo y yo podría regresar; porque Izuku era mi hogar.

A lo mejor él aceptaría que Hana y mamá entraran también a probar el pastel, porque él era así siempre, tan bondadoso y gentil que no había porque preocuparse. La próxima vez estaremos todos juntos, tal vez Toshinori llegará a tiempo y podré pedirle perdón por mentir.

Me pregunté qué diría Izuku si le contara que estaba a punto de ir por un tiempo al fondo del mar a curar mis heridas y desaparecer mis lágrimas. Aunque no soplara las velas de cumpleaños, debía aceptar que ese era mi único deseo.

El beso que depositó en mi mejilla antes de partir aún ardía y la piedra saltaba en mi bolsillo como si pidiera salir a respirar el aire fresco.

Sonreí, ahora recordaba lo que dijo esa vez. Finalmente podría volver y encontrarlo igual que aquel día.

Guardaba la esperanza de que, como solo él podría hacerlo, la luna brillaría iluminando su rostro, con sus ojos de esmeralda más vivos que nunca y a punto de echarse a llorar, me miraría y asentiría con suavidad.

Sus regordetas mejillas se pintarían de rojo, haciendo lucir aún más bonitas a esas pequitas esparcidas con ternura.

Después, para terminar con mi angustia, sus labios rosados formarían una sonrisa de inocencia, esa que lograba una risita de calidez en mí.

Entonces, para sumergirme por completo en la desconocida marea que Dios creó especialmente para mí, su voz atinaría a escabullirse con lentitud, en un frágil susurro que solo yo podría escuchar:

Buena suerte, Tenko.

Fin

Buena suerte, Tenko | shigadekuWhere stories live. Discover now