❝Una última vez antes de partir❞

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—Él no me hará daño, Toshinori-san —dijo Izuku entre lágrimas y el rubio luchaba por no volver a retenerlo.

—Mi chico...

No quería perderlo, era lo único que le quedaba y no lo soportaría. No quería que se marchara y desapareciera como Tenko.

—Descuida, estaremos bien.

Midoriya salió corriendo tras Tenko y Toshinori se dejó caer al piso sin evitar que gritos de desesperación salieran de sus labios. No solo era Midoriya, Tenko también. No quería tenerlos como un simple recuerdo.

—Vuelvan a casa... Por favor —imploró.

.

Desde niño ha sido amable y bondadoso, siempre queriendo ayudar a los demás porque sabe lo que es estar solo en el mundo y que el resto de las personas solo desvíen la mirada cuando te escuchan llorar.

Izuku creció afligido y solitario, pero cada día buscó una razón por la cual seguir viviendo, sin importarle cuan duro podría llegar a ser.

No fue hasta que un día, un hombre lo encontró y le dio todo el cariño que perdió una noche, cuando le dijo que podía llorar en su regazo hasta que se sintiera mejor. Ese hombre era Toshinori y supo que todo estaría bien porque él se quedaría a su lado.

El tiempo pasó y él tenía que salir a trabajar. Estaba asustado, debía admitirlo, pero comprendía e hizo todo lo posible para arreglárselas mientras él estaba fuera.

Una tarde después de un día lluvioso, encontró a un perrito herido sobre las hojas secas del árbol, parecía recién nacido. Lo llevó a casa y lo cuidó como si fuera suyo. Lo nombró Kacchan, porque ese era el apodo del amigo que jamás volvió a ver.

Kacchan y él eran inseparables, salían juntos a todas partes y confiaban mutuamente en el otro. Ahora tenía otra razón para seguir viviendo.

Toshinori regresó, pero había algo distinto en esa mirada que le inspiraba esperanza, ese característico brillo fue reemplazado por una profunda tristeza.

—No pasa nada, joven Midoriya, descuida —dijo.

No creyó en ninguna de sus palabras. Desde entonces, todas las noches salía en busca de sabe quién, le hacía pensar que no ocurría nada, pero Izuku era listo, sin embargo, no preguntó nada.

La primavera llegó tan inesperada que lo sorprendió, a veces no sabía siquiera qué día era. Como solía hacerlo, salió en busca de bayas y fue ahí cuando encontró a su tercera razón para continuar: Tenko.

En cuanto lo vio supo que debía protegerlo del mundo entero y tal vez hasta de sí mismo. No comprendía porque lloraba tan desconsolado ni porque sus ojos lucían tan vacíos que amenazaban con cerrarse en cualquier momento. Se alegró tanto cuando un pequeño brillo surgió después de esa confesión.

—...No encuentro otra explicación al hecho de que cuando abro los ojos, estás ahí, como si me estuvieras esperando toda la vida.

Midoriya tampoco lograba comprenderlo. A lo mejor el responsable era Kacchan (a quien Tenko llamaba Mon-chan por alguna razón), Toshinori o el mismo destino. Pero agradecía a quien fuera el responsable porque desde que lo encontró, supo que no podría dejar de mirar esos zafiros que lo maravillaban.

Pero, así como todo sucedió tan de repente, la desgracia vino y los acechó, obligando a Tenko a huir. No quería verlo así.

Ahora, corría con todas sus fuerzas, mirando a todas partes en busca de algún rastro suyo sin lograr dar con algo que le indique su paradero. Se dejó caer sobre la arena y lloró hasta que se quedó sin voz.

A sus espaldas escuchó unos agitados pasos y volteó con la esperanza de que sea él quien se escondía entre las ramas.

—¿Tenko...? —preguntó.

Pero quien estaba ahí era Toshinori y sonríe porque esta vez no se quedó atrás.

—¿Lo encontraste?

Midoriya negó con la cabeza y de vuelta se soltó a llorar. Toshinori lo reconfortó en sus brazos hasta que pudo tranquilizarse y le susurró palabras para consolarlo.

—Encontraremos a Tenko, Midoriya.

Justo en ese momento, cuando se puso de pie para continuar con su búsqueda, su corazón se detuvo por un segundo y una punzada lo obligó a retroceder.

—¿Estás bien?

—S-sí.

Se convencía a sí mismo de que lo volvería a ver, pero su pecho dolía tanto que pensaba que no sería así.

—¿Qué sucede, Midoriya? —cuestionó Yagi preocupado porque su chico no paraba de llorar y se aferraba a su camisa con desesperación.

—É-él... é-el...

Toshinori lo sujetó más fuerte contra su cuerpo y ni de esa manera logró calmar los gritos del pecoso. Su garganta se desgarró y se quedó completamente afónico que lo único que se podía escuchar eran gemidos entre cortados.

Y entonces, Toshinori logró comprender lo que sucedía.

La muerte toca su espalda con suavidad haciéndolo girar en su dirección. Izuku lo ve ahí, justo ahí, estira su mano para alcanzarlo, pero él se desvanece en la neblina. Solo quiere ver esa sonrisa una última vez antes de partir.

—Tenko, por favor, vuelve a casa... —susurra antes de caer desmayado sobre la arena. 

Buena suerte, Tenko | shigadekuWhere stories live. Discover now