❝Tenko Shimura, o tal vez...❞

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—Así no, Tenko —le reprendió su madre con ternura—. De nuevo.

El pequeño Tenko asintió con emoción, estaba un poco cansado, pero si se esforzaba lo suficiente, podría ver a su madre sonreír una vez más.

Juntó la palma de sus manitas y cerró los ojos con suavidad. Su madre le decía que había que concentrarse, no pensar en nada más que Dios. Susurró despacio las palabras que repetía cada noche antes de ir a dormir: —Gracias.

Gracias por un día más de vida. Gracias por permitir que papá llegara a salvo a casa. Gracias.

Él era inocente y solo obedecía con entusiasmo a su madre, pero a veces la veía orar con tanta pasión y desesperación que se obligaba a sí mismo a cuestionarse su existencia. ¿Por qué si era un ser tan bondadoso hacía sufrir a su madre en medio de la madrugada?

La oía llorar y suplicar, rogando un perdón.

Tenko era pequeño e ingenuo y no comprendía, por eso en ocasiones también le imploraba una respuesta a Dios, pero él nunca daba señal de que cada ferviente lamento era escuchado. Pero al poco tiempo, lo olvidaba, pues tan solo tenía siete años.

—Tenkooo —canturreó Hana, tratando de llamar la atención de su hermano—. Papá llegó, vamos a la habitación antes de que se moleste.

Tenko se levantó de un salto y se acercó para abrazar a su mamá y darle un beso en la mejilla.

—Buenas noches, mamá.

—Buenas noches, mis niños.

Hana, con una dulce sonrisa, se lo llevó para arroparlo.

En cuanto los hermanos salieron del pasillo, su pobre madre se echó a llorar en silencio. Su esposo últimamente se había comportado de manera extraña y odia admitirlo, pero cada vez le teme más. En el momento que llega, piensa que esa será la ultima vez que verá a sus hijos. Él cada vez es más duro, más asqueroso; ella no cree que podrá soportar por mucho tiempo.

—¿Cómo te fue, cariño? —preguntó la mujer, en voz baja y con la mirada pegada en el suelo de madera.

El hombre no respondió y le arrojó el saco, ignorándola rotundamente, luego la empujó para entrar a la habitación que ambos compartían. Nao lo siguió por detrás y arrepintiéndose casi al instante, dijo lo que quería decir desde hace años: —¿Podemos hablar?

Kotaro suspiró pesadamente, acariciando su cien con cierta molestia y la observó con desdén: —¿Sobre qué?

Quiso hacerse pequeñita en ese mismo lugar y evitar la mirada atemorizante de su esposo.

—C-creo que debemos separarnos —murmuró, apretando el saco gris con miedo.

Primero la miró con una genuina incredulidad y después, solo rio con sorna. Se levantó de la cama para acercarse hasta ella y tomarla del mentón fuerza, obligándola a ver sus penetrantes rubíes que causaban malestar en cualquier lugar.

—No seas estúpida —escupió—. Eres una inútil, ¿a dónde pretendes ir?

Ella retrocedió, recordando la razón por la que hacía todo, por la que soportaba sin quejarse ni una sola vez. Por ellos: Hana y Tenko.

—Buscare trabajo, haré todo lo posible —contestó, sin atreverse a mirarlo.

Kotaro rio aún más fuerte, causándole escalofríos y que todos los diminutos vellos de su cuerpo, se pusieran de punta. Tragó con nerviosismo, retrocediendo aún más, hasta chocar con el borde del colchón y caer sentada sobre el.

—No puedo creer que seas tan ingenua —resopló—. No puedes dejarme.

Nao sollozó, reprimiendo todas las quejas que guardaba su débil corazón. A lo mejor tenía razón, era tonta e ingenua, nunca podría marcharse. Tendría que resignarse a esa vida que nunca pidió.

Buena suerte, Tenko | shigadekuDove le storie prendono vita. Scoprilo ora