❝Kacchan, el perrito que encontró a Deku❞

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Bebí un poco del té que preparó, con la intención de esquivar su mirada. Aunque no lo dijera, se notaba que quería preguntar algo, eso me aterraba. Quizá esperaba saber cuándo me iría.

Antes de que él dijera algo, me adelanté, tropezando con mis propias palabras: —Me marcharé pronto, seguramente Nezu me está buscando y no quisiera meterte en problemas.

Me levanté del sofá y metí mis manos en los bolsillos del pantalón, me balanceé nervioso esperando su respuesta.

—Puedes quedarte aquí —dijo levantándose y acercándose para tomar mi mano. En seguida, volteó el rostro con timidez y atiné a mirarlo con confusión, sus mejillas estaban más rosadas de lo usual—. También estoy solo y supongo que podemos hacernos compañía.

Apreté sus manos en un movimiento inconsciente y traté de ocultar una sonrisa, de verdad que no entendía porque en todo momento quería sonreír.

Entonces, me di cuenta de que nuestras manos calzaban perfectamente, como si hubieran sido hechas la una para la otra, a pesar de habernos encontrado hace apenas dos días, parecía como si durante mucho tiempo nos estuviéramos buscando y por esa razón era que ambos nos encontrábamos en paz.

Él pareció pensar lo mismo, porque como el chiquillo adolescente que aún era, se sonrojó.

—¿Puedo saber…? —pareció dudar de lo que quería preguntar y negó enseguida para sí mismo—. No importa.

Quise saber su duda, pero tampoco dije nada.

Volvimos a sentarnos sin soltarnos. No es que no quisiera tocarlo, pero que mi cuerpo buscara el suyo con tanta insistencia, que me abrumaba al punto de que mi corazón latiera con tanta rapidez, que sentía que en cualquier momento escaparía de mi pecho.

—¿Lo dices en serio? —cuestioné después de un rato—. ¿Puedo quedarme aquí…?¿Contigo?

—S-sí.

—¿Por qué?

Pareció meditarlo un poco, enredando su dedo índice en su rizado cabello verde.

—Y-yo… no lo sé, realmente —contestó con timidez y supuse que mi cara era similar a la decepción porque antes de que pudiera pronunciar algo, se adelantó con rapidez—. Creo que los dos estamos tan solos en el mundo y podemos tenernos el uno al otro, ¿no lo crees así, Tenko-kun?

, eso es lo que creo. Es lo que he estado pensando todo este maldito tiempo desde que vi tus ridículas y bonitas pecas, pensé, sin atreverme a decirlo en voz alta. ¿Sería muy atrevido de mi parte?

—Supongo que sí —respondí.

Recordé lo que sucedió la noche anterior, mis gritos y lamentos, seguramente buscaba saber la razón de eso.

—Siento lo de ayer —me disculpé con suavidad, casi echándome a llorar de la vergüenza—. No sé lo que me sucedió.

Creo que se dio cuenta de que en mi disculpa había un poco de mentira, sin embargo, no cuestionó al respecto. Sonrió con esa amabilidad tan suya.

—Puedes decírmelo, Tenko-kun.

Suspiré con nerviosismo, respirando con dificultad.

—Cuando te vi tan… triste —susurró con suavidad y con una mirada llena de pena que me hizo retroceder en mi asiento—. Recordé lo desolado que me sentí el día que mi madre me abandonó. Quería llorar hasta quedarme sin lágrimas, pero no podía. Lo intentaba, pero parecía que me había quedado vacío de la nada, como si con la partida de mi madre, se hubiera marchado también, todo mi dolor.

Imaginé su débil cuerpecito tirado en el piso de la cabaña, suplicando por esa mujer, con lamentos que se escucharían incluso en el fondo del mar.

—Si no hubiera encontrado a Kacchan —continuó hablando, pero esta vez con un tono que daba la sensación de esperanza—. Seguramente ahora estaría tan solo y es por eso, que, al verte tan vulnerable, huyendo de sabe quién, me dolió tanto que lo único que quería hacer era ayudarte. Y-yo… Yo necesitaba hacerlo.

Toqué la venda que puso sobre mi cuello y rasqué por encima, sin la intención de hacerme daño. Tal declaración me había caído con tanta sinceridad, que debía detenerme y mirar a otro lado, porque dolía tanto, tanto que quería preguntarle si me daba permiso de llorar sobre su regazo.

—¿Quién es Kacchan? —pregunté, reponiéndome. Noté que una lagrima fugaz recorría mi rostro, la dejé ser.

Esbozó una sonrisa y acarició sus mejillas con alegría.

—Es el perrito que me encontró y me dijo dónde estabas.

Lo miré con una interrogante. Y como si hubiera sido invocado, el dichoso perro, comenzó a ladrar a los lejos y si prestabas atención, te podías dar cuenta que el sonido de sus patitas tocando el piso mientras corría hasta la cabaña, se podía escuchar.

Kacchan entró a la casa con cautela, dándose cuenta del intruso, es decir, yo. En cuanto me vio, comenzó a ladrar y ladrar, Midoriya pareció nervioso, como si los ruidos fuertes le irritaran y lo recogió del piso para abrazarlo. El animal era tan pequeñito y su pelaje de igual manera, era sedoso, tal como el de Mon-chan.

—¿No quieres acariciarlo? No muerde.

Qué mentira más vil.

Aprovechando la cercanía, con la carita llena de ternura, lanzó una mordida.

—¡Katsuki Bakugo! —regañó. Kacchan hizo sus orejitas para atrás, de verdad parecía arrepentido. Si no fuera porque aún me gruñía, lo hubiera creído.

Izuku acarició su pancita y segundos después, Kacchan cayó rendido y se durmió plácidamente sobre él. Qué indefenso se veía. Ahora con los ojitos cerrados, se parecía todavía más a Mon.

—Sabes, creo que, si pudiera hablar, lo primero que me diría sería “Deku”.

—¿Qué estupidez estás diciendo? —reí con sorna, olvidando el tema anterior.

—No es ninguna estupidez —alegó con un mohín en los labios.

—Mmm, lo que tú digas.

—Es que no lo entiendes, Tenko-kun.

—Una tontería —repetí, llevándome un dedo a los labios pensativo, recordando las lecciones que mi madre solía darme—. Deku quiere decir algo como puedes hacerlo, ¿verdad?

Izuku rio con esa risa de ensueño y sonreí.

Acaricié a Kacchan, esta vez no me mordió.

La mirada de Mon-chan antes de morir, vino a mi mente.

Buena suerte, Tenko | shigadekuWhere stories live. Discover now