❝La mirada de Mon-chan❞

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Parecía que todo lo que sucedió podía olvidarlo como si nada, quizá pasaba a un plano al que yo no tenía acceso, era casi mágico. Probablemente era algún tipo de poder sobrenatural que Izuku tenía.

Después haberme sincerado, nuestros estómagos gruñeron de la nada y él rio con vergüenza mientras que mis mejillas solo atinaron a sonrojarse. De a poco, la tensión iba disminuyendo.

—Ehhh, Tenko-kun —llamó Izuku desde la cocina—. Ahora recuerdo que no hay nada que podamos desayunar, je.

Lo miré con preocupación, en todos estos días no había hecho más que alimentarme y estar al pendiente de mí. Seguramente esa situación, aparte de ser cansada, era molesta.

—Puedo salir a buscar algo —dije, poniéndome de pie de inmediato—. No tardaré.

—¿Pero con qué?

Guardé silencio. ¿Cómo reaccionaría si le confesaba que robaba para sobrevivir?

—No lo sé —admití, rascando mi nuca. La venda había desaparecido.

—No hace falta que vayas, puedo ir yo —se apresuró a decir—. Además, aún estás débil. Mejor espera aquí.

Asentí con resignación porque la verdad era que tenía razón, sentía que en cualquier momento podría volver a desmayarme.

—Está bien.

—Puedes tomar un baño si así lo deseas, te dejé un cambio —dijo antes de girar el pomo de la puerta—. Ahora vuelvo, no tardaré.

En cuanto se fue, la casa quedó completamente en silencio y lo único que se podía escuchar, era tranquila respiración de Kacchan durmiendo sobre el sofá. Me dediqué a observarlo y sin darme cuenta, también caí rendido junto a él. Todo me era tan familiar al punto de sentirme tan bien y querer quedarme ahí por mucho tiempo.
Poco después, al notar que todavía no llegaba, decidí hacerle caso.

Me dirigí al baño y después de hacer mis necesidades, me recosté en la tina, sumergiéndome en el agua llena de espuma. Había un poco de esa esencia de la que su cabello estaba impregnado y la vacié sobre mi cuerpo.

Las heridas de mi cuello parecían sanar con rapidez. Observé cada una de las cicatrices en mi piel, desde la más pequeña e imperceptible, hasta la más grande y profunda. Las toqué, estremeciéndome al instante.
De nuevo, la incomodidad y la repulsión emergió en mí. Tuve que salir de la bañera para pensar en otra cosa y evitar volver a ver esas marcas que tanto ardían.

Noté que había un cambio de ropa sobre un banquito de madera y con cierta desconfianza la tomé y me la puse. La tela se deslizaba con suavidad y apenas se ajustaba, estaba bien para alguien como yo.

Un rato más tarde volvió, trayendo consigo una bolsa de papel.

—Basta, Kacchaaan —dijo entre risas cuando el perrito se abalanzó hacia él para recibirlo con besitos y golpecitos con su nariz en la pierna. Me acerqué para ayudarlo con la bolsa y nos dirigimos hacia el comedor. —Gracias, Tenko-kun.

De la bolsa sacó zanahorias, calabazas y un trozo de lo que parecía ser pollo. Me indicó que los lavara mientras él cocinaba un poco de arroz. Después, comencé a cortar las verduras con cuidado. No era muy bueno con los cuchillos... Creo que en realidad no era bueno en la cocina, básicamente.

—A todo esto, Tenko-kun —Izuku se puso a mi lado, quitándome el cuchillo con suavidad para continuar mi labor. Me sentí cohibido—. ¿Cuántos años tienes?

Lo miré, tocando mi barbilla, pensativo. Cuando salí de casa tenía ocho años, ¿cuánto tiempo había pasado desde entonces?

—Creo que trece... ¿o no? —hice cuentas con mis dedos y corrigiéndome, le dije: —Tengo catorce.

Midoriya abrió los ojos con sorpresa.

—¿¡De verdad!? Eres menor que yo y aun así soy más pequeño que tú. No es justo —finalizó con un tierno puchero en los labios. Reí por lo bajo y abrí la boca para burlarme, pero se adelantó: —Tengo dieciséis, por si te lo preguntas.

Siguió cortando las verduras con un gesto que fingía molestia.

—Mi cumpleaños es el 4 de abril —comenté, sin saber por qué, solo salió de mis labios—. ¿Qué día es hoy?

Sonrió con diversión y respondió con ternura: —Es 31 de marzo, Tenko-kun.

—Ya veo... —hice una mueca de confusión. Las fechas tampoco eran mi fuerte.

—Dentro de tres días será.

Lo miré expectante y le pregunté con ilusión: —¿En serio?

Izuku asintió y vació las verduras al caldo para cocerlas.

Si lo que decía era cierto, sería la primera vez en mucho tiempo que podría celebrar mi cumpleaños. Mamá y Hana, sin excepción, me preparaban una tarta de limón cada año, mi favorita. También, papá solía comportarse en esa ocasión. Era muy feliz cuando cumplía años y como desde que quedé solo, no conocía la fecha nunca lo celebraba. Pero ahora, ahora podía celebrarlo junto a Izuku y me emocionaba.

—Podemos preparar un pastel, Tenko-kun, ¿te parece buena idea?

Sonreí en respuesta y nos sentamos en la mesa para desayunar. La sopa estaba deliciosa.

Al atardecer, me contó que él solía buscar fruta de los arbustos que estaban cerca de su cabaña, decía que no hacía mucho calor y el clima era perfecto para hacerlo. Estuve de acuerdo con él, porque también solía buscar comida a esa hora. Era peligroso, pero ninguno lo sabía, o si lo sabíamos, preferíamos ignorarlo.

—Tú por aquel lado y yo por acá —apuntó hacia el oeste, donde el sol se estaba escondiendo. Asentí y recogí la canasta del piso—. Ve con cuidado.

Tomé la correa de Kacchan y lo jalé con suavidad para empezar a andar por el bosque. Hace días que no salía y sentí un poco de miedo.

—Hey, Tenko-kun —llamó a mis espaldas Izuku, estábamos a uno pocos metros de distancia—. No cruces la valla.

—No —aseguré—. Vamos, Kacchan.

Y de nuevo, me detuvo.

—No te alejes demasiado, Tenko. Porque si lo haces, no podrás regresar a casa.

La mirada cargada de valentía de Mon-chan la vi reflejada en el brillo Kacchan. Los ojitos de zafiro me miraron y supe que no había nada que temer, porque si me perdía, Kacchan me llevaría de regreso a mi hogar.

—Descuida.

Buena suerte, Tenko | shigadekuWhere stories live. Discover now