61: La habitación secreta

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El estudio también se volvió un lío, e incluso habían sido saqueados los pisapapeles y los lapiceros de la mesa.

Mu Hanzhang caminó hacia un cuadro en la pared y enderezó la parte dañada en él. Y cuando vio que claramente se trataba de una pintura, no pudo evitar sentir que era una gran pena: —Las pinturas de Zhuo Sui Sanren* son difíciles de encontrar y ahora esta fue arruinada.

Cuando Jing Shao se inclinó para mirarlo, pudo ver que era solo una pintura de un paisaje. Así que no pudo ver qué tenía de especial. Y al ver que no entendía, Mu Hanzhang le explicó suavemente.

Zhuo Shui Sanren fue uno de los dieciséis Sanren de la dinastía anterior. En ese momento, el respeto por la pintura y la caligrafía alcanzó el nivel más alto desde la antigüedad. Y esos dieciséis Sanren fueron los mejores. A menudo estudiaron pintura y caligrafía juntos, pero debido al final de la guerra de ese período, se han conservado muy pocas de sus pinturas.

Mu Hanzhang quitó aquel pergamino que ya se estaba deteriorando y lo enrolló con cuidado. Cuando regresaran, encontraría a un experto para que lo pueda restaurar. Tal vez podría volverlo a como era antes: —Esta pintura es mucho más valiosa que cualquier joya preciosa. ¿Por qué no se lo llevó el Rey del Suroeste?

—El Rey del Suroeste de esta generación es un ignorante. Ven conmigo—. Jing Shao llevó su Wang Fei a una pequeña esquina del estudio.

El estudio de una familia rica siempre contará con un pequeño compartimento en el que se podía utilizar una cama o diván para descansar en los días de semana, y este estudio no era la excepción. Era solo que este cubículo era realmente pequeño y solo podía caber una cama. La cual estaba desordenada, e incluso las piezas de jade de las almohadas ya habían sido arrancadas, dándoles un sombrío aspecto.

—Es de suponer que los sirvientes del Palacio del Suroeste también se llevaron muchas cosas—. dijo Mu Hanzhang mientras miraba la cuerda de la cortina, a la que le faltaba el gancho dorado.

—Cuando el árbol cae y los monos se dispersan, todo el mundo tiene que encontrar la manera de sobrevivir—. Jing Shao sonrió y bajó toda la cortina, revelando una desigual pared.

Jing Shao saltó a la cama y le dijo a la persona detrás de él: —Jun Qing, da un paso hacia atrás.

Mu Hanzhang se retiró del cubículo según las palabras de Jing Shao, y vio a Jing Shao levantando su pierna para patear con fuerza a la desigual pared.

Con un estruendo, la pared fue derribada creando un gran agujero y los fragmentos de madera salieron de ahí. Solo entonces Mu Hanzhang se dio cuenta de que la pared en realidad estaba hecha de madera, pero estaba cubierta con una capa de ladrillos delgados. Y cuando el polvo se despejó, parecía que había una habitación dentro, pero todo era tan oscuro e indistinto ahí.

Jing Shao sacó un encendedor que llevaba, prendió el candelabro de la pequeña mesa y entró primero. Rápidamente encendió la vela que estaba en la habitación y extendió su mano para ayudar a su Wang Fei a entrar.

Mu Hanzhang miró la pequeña habitación frente a él. Y notó que tenía ventanas, así que suponía que era una habitación secreta. En la plataforma alta había una estatua de Buda de color negro de cinco pies de alto con varias esteras de oración. En el centro de la habitación había un caldero cuadrado de bronce, mientras que los estantes de los alrededores eran todos de madera, donde muchas cosas ya se habían ido. Sin embargo, todavía había cuatro o cinco rollos de pinturas en un barril de porcelana, algunas cajas largas yacían en los estantes de madera y algunas joyas esparcidas todavía estaban incrustadas en el caldero de bronce, aunque había perlas rotas y fragmentos de jade por todas partes.

El flautista y el vaqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora