15.

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Habían pasado ya cuatro meses desde que habían empezado a salir. Sin embargo, a pesar de las reiteradas ocasiones en que Koushi y Sawamura habían intentado animarlos a contarlo, no se había dado la ocasión.

-Chicos, cuando Daichi y yo empezamos a salir hace año y medio, nos sentíamos igual que vosotros- comenzaban a decir siempre- No sabíamos en quién podíamos confiar y en quién no.

-Por suerte, ya sabéis que podéis contarlo en el equipo, nadie os juzgará. Y fuera del equipo, bueno...- Daichi intentaba hablar con la mayor positividad del mundo, pero él mismo sabía que no siempre iba a ser fácil.

No quería desalentarlos, pero no todo iba a ser alegría. Siempre iba a haber gente que intentara hacerles daño.

Ellos lo sabían bien, ¿Cuántas veces había tenido Daichi que alzarle la voz a compañeros de su novio, harto de que le pusieran apodos como "marica" o "nenaza"?

Habían pasado por momentos duros debido a aquello, pero siempre habían salido adelante, apoyándose el uno en el otro, y demostrando lo mucho que se querían.

Ellos más que nadie sabían lo importante que era la valentía y el esfuerzo en una relación. Por eso insistían en que lo contarán, porque no deseaban que nadie se sintiera con la incertidumbre que ellos habían soportado.

-Ya sabemos que a la gente no le suele gustar "esto". A mí me da igual lo que piensen- contestaba de mala gana el rubio.

Pero sí que le importaba. Y no por su dignidad y orgullo, aquello no le suponía mayor problema. Lo que no quería era que Tadashi sufriera. Porque no se lo merecía.

Tadashi ya había sufrido suficiente, demasiado. Él lo sabía bien.

Cuando le veía llorar, o hablar con angustia sobre su infancia, se sentía impotente, inútil.

Deseaba poder cambiar el pasado, por estúpido que sonara.

Eso era precisamente lo que le preocupaba.

Y es que, si tanto podía sufrir por gente pasada, ¿Cómo sería el hacerlo por personas del presente?

Una tarde, arrastrado por Daichi al almacén para hablar, Tsukishima le contó aquello.

Entonces, su capitán, con una sonrisa cálida y envolvente, había suspirado, para luego murmurar con cierto tono familiar:

-Kei, ¿Sabes lo desagradable y amargado que aparentas ser, y lo dulce y detallista que eres en realidad? Porque creo que no eres consciente.

El bloqueador sonrió con sinceridad. Sabía que normalmente mantenía un perfil serio, pero no era ningún amargado.

Tenía poca paciencia, y le costaba socializar con las personas, pero no era ni mucho menos como la gente lo describía.

-Se nota que amas a Tadashi, y él a ti. Y por eso mismo, no deberíais preocuparos. Si os queréis y cuidais, todo acabará saliendo bien. Confía en mí.

Daichi le puso una mano sobre el hombro.

-Sé que no quieres verle llorar; me pasaba lo mismo con Suga. Por desgracia, lo más probable es que os llevéis algún disgusto de esos. Ojalá no tuviera que ser así... es una realidad injusta, lo sé. Pero, al final del día- pausó brevemente para echar un vistazo a la cancha, dónde estaba su peligris, sonriendo ampliamente- Cuando estés abrazado a él, os miréis a los ojos y te bese, te darás cuenta de que vale la pena pasar por todo eso.

Aún dentro del almacén, con la puerta entrecerrada, dejando un leve hilo de luz proveniente del gimnasio iluminar el cubículo, Daichi suspiró embobado. Sugawara, al otro lado de la puerta, le sonreía, lanzándole un beso.

||𝙂𝙤𝙢𝙚𝙣, 𝙏𝙨𝙪𝙠𝙠𝙞|| (𝙩𝙨𝙪𝙠𝙠𝙞𝙮𝙖𝙢𝙖)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora