Enamorada ¿De Quién?

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— ¿QUÉ?—gritó Draco, con los ojos desorbitados—, definitivamente, te has vuelto loca—aseguró, totalmente impresionado por la confesión que momentos antes su amiga le había revelado.

— ¡Shhhhh!, baja la voz, ¿quieres?—pidió avergonzada, cubriéndose el rostro con ambas manos—. Me siento morir ¿Piensas que no lo sé?, ¡claro que lo sé!, es una locura, es imposible, es extremadamente suicida, es... ¿Por qué me suceden estas cosas?, no soy normal, ¿no?—preguntó en un susurro lastimero, acurrucándose más contra el gran árbol, a metros de la orilla del lago.

—Absolutamente no, no lo eres, Hermione—confirmó con media sonrisa y un poco más calmado— ¿Tus amigos ya lo saben?—quiso saber.

— ¡NO!, nunca podría decírselos. Arruinaría nuestra amistad por completo. No soportaría perderlos por... una ilusión—hizo una mueca imaginando la cara de su casi hermano Harry, si se llegara a enterar que estaba completamente enamorada de su peor enemiga mortal; asesina de su padrino; torturadora de gente inocente, ¡Bellatrix Lestrange!

—Bien, porque te aseguro que ese par de idiotas no lo aceptarían jamás.

El rubio se levantó de la roca donde estaba sentado y se acercó para consolar a su ahora, ¡mejor amiga! ¡Sí, mejor amiga!

La abrazó, recostándose en el tronco del árbol y perdió su vista en el denso follaje del bosque prohibido.

Como han cambiado las cosas, pensó. Un año atrás habría matado al que dijera tal disparate. Que él, Draco Malfoy, se haría amigo de una sangre sucia. Y ahí estaba, sentado en el césped, ensuciándose sus pulcras prendas, dándole consuelo a la persona menos pensada.

Narcissa Malfoy o mejor dicho, ahora Black, había sido la causante de tal cambio.

La mujer de rasgos elegantes se había separado de Lucius Malfoy, en muy malos términos. Hacía ya un año y dos meses que madre e hijo habían repudiado el apellido y ahora eran sólo Black.

La gota que rebasó el vaso, no fueron las infidelidades del aristócrata, conocidas por todo el mundo mágico, ni tampoco las continuas agresiones verbales que eran moneda corriente en la mansión. El límite de Narcissa siempre fue su único hijo, por lo tanto, la noche que Lucius llegó exigiendo que Draco debía llevar la marca tenebrosa, explotó en cólera. Tomó sus pertenecías, y azotando la puerta, gritó a todo pulmón, ¡A MI HIJO NO LO MARCARAN COMO A UN ANIMAL! Llevándose sin opción a replicas a un aturdido rubio, que no podía creer que su padre había sido capaz de venderlo de esa miserable manera por tan sólo un poco de poder ante el Lord.

Poco después, la noticia de su muerte a manos de ese cruel asesino, no fue sorpresa para nadie, y el pequeño rastro de tristeza que sintieron, fue remplazado rápidamente por alivio. Sus ganas de comenzar una vida nueva, alejados de las antiguas demencias de su ahora difunto esposo, llevaron a Narcissa a decidir que era el momento de reunirse con Dumbledore.

Así fue como de pasar a ser unos potenciales traidores, se convirtieron en activos miembros de la Orden del Fénix.

Se mudaron a una pequeña casa para nada comparable a la mansión Malfoy. Pero eran felices, y por primera vez en sus vidas, podían decir que tenían un hogar.

Un nuevo comienzo, le había dicho Narcissa a su hijo, y como todo nuevo comienzo, las reglas impuestas rigurosamente por gente de nuestro pasado, como mis padres, tú padre, y todas las personas que antiguamente nos rodeaban, quedan nulas en ese preciso instante, ¿entiendes, Draco? Comenzando por la número uno y la más estúpida de todas, la de la pureza de sangre. Tienes que ser más flexible cariño, y encontrar amistades verdaderas, no por intereses. Esa absurda obsesión, sólo sirve para dividir las aguas, ¿prometes que lo harás?

Mi inesperada familia del corazónWhere stories live. Discover now