10 | Ilusiones

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Aquellos días siguientes antes del fin de semana sucedieron más tranquilos para ambos. Bueno, para Tomás en realidad. 
Yo estaba torturándome de nuevo con el regreso de sus sonrisas de siempre, sus abrazos atolondrados, y con el deseo de poder besarlo otra vez. Aunque en realidad aquello nunca se había ido. 

— Liam me invitó a tomar un helado con él y Nate en un rato — me contó esa tarde de viernes cuando ambos estábamos tranquilos en la sala. Yo estaba concentrado haciendo números para pagar las cuentas del departamento. Él a mi lado mirando televisión. Aunque creo que era solo una excusa para estar conmigo y sacar conversación. 

— Bien por ustedes — respondí sin quitarle la vista a los impuestos en la mesita de la sala. Supuse que Liam había hecho lo que le había pedido la última vez y lo invitó a pasar tiempo con él y Nate. Y la verdad lo agradecía o me iba a volver loco haciendo el enorme esfuerzo de no ser su amigo. 

— ¿Quieres venir? — propuso luego de una pausa. 

— ¿Salir con Nathan? No, gracias. Prefiero quedarme a sacar cuentas por el resto de mi vida. 

— Olvida a Nate. Hazlo por mí y por Liam.

— No — dije sin siquiera inmutarme. 

— Vamos, no seas así. ¿Acaso los compañeros no pueden compartir tiempo fuera del departamento que comparten? — preguntó acercándose a mí. 

— Sí, cuando me acompañes a pagar los impuestos — respondí serio. Trataba de no ceder a sus sonrisitas tiernas que sabía hacía a propósito...pero empezaba a ablandarme.

— Eres un odioso — me molestó y se acercó aún más. 

Lo miré y me corrí en la dirección contraria unos centímetros, sin que sirviera de nada porque Tomás se corrió también y volvió a cerrar la distancia que yo había puesto entre nosotros. 

— ¿Por qué tan pegajoso? — me quejé. 

— ¿Un compañero no puede ser cariñoso? — preguntó inocentemente pero en este caso sabía que solo me estaba tomando el pelo con todo el asunto de "solo ser compañeros".

— No te quieras hacer el chistoso. Y no, los compañeros no son cariñosos así entre ellos. Guárdalo para tus amigos o para tu novia. 

— Que ya te dije mil veces que no es mi novia — rodó los ojos. 

— Bueno, lo que sea. 

— Si esa es tu forma de averiguar por mi vida amorosa, bien, te contaré — anunció sentándose derecho en el sillón. 

— No, yo no quie-

— Todo marcha excelente — me interrumpió ignorándome por completo — Tenemos salidas tiernas y divertidas. Ella es muy dulce y besa muy bien. 

Diablos, de verdad no quería saber estas cosas. O sea sí, pero me hacía mal saber. 

— Te felicito — pretendí que me daba igual aquella información. — Podrás llevarla a la boda de tu madre entonces. 

— ¡Oye, no! — exclamó. — Ellos no saben nada sobre ella. Y además no es seguro que vaya a la boda. 

— Creí que habías dicho que lo estabas pensando. ¿No hablaste con ella al final? 

— Todavía no. No me animo — suspiró y apoyó su cabeza en mi hombro. 

Temblé un poco ante el contacto pero no tuve el corazón para rechazarlo y decirle que se quitara. 

Era claro que necesitaba compañía al hablar de aquel tema. Y yo me maldije a mí mismo por sacarlo. ¿Por qué tuve que preguntar? 

— Deberías intentar. Ya falta poco. Y si no vas y haces las paces, créeme que algún día te vas a arrepentir — lo aconsejé. Supuse que eso estaba buscando. 

El chico que amoWhere stories live. Discover now