11 | Los celos de Tomás

3.8K 457 211
                                    

— ¿Oye, por qué no invitaste a Tomy con nosotros? — me preguntó Alan el sábado a la noche estando en el bar donde habíamos arreglado vernos con Martin. — Si este es para mayores de 18. 

— Lo veo y cuido todos los putos días ¿Y quieres que lo traiga cuando tengo mi noche libre también? — protesté bebiendo hasta la última gota de mi trago. Estábamos en la barra así que llamé al barman con la mano y pedí otro.

Ya iba por mi cuarto trago para haber llegado hacía tan solo una hora. 
Necesitaba embriagarme. Pero de verdad. Como hacía rato no lo hacía. 
Quería dejar de ser un miserable aunque sea por unas horas. 

— Él salía con su novia...o lo que sea, de todos modos — añadí al final. 

— ¿Será que por fin esta noche nuestro dulce Tomy se haga adulto? — Martín arqueó una ceja y miró a Alan en complicidad. 

— Claro, y es por eso que este inútil está así. — me señaló éste último. 

— Cierren la boca — les dije y empecé a beber otra vez — Además hoy no tengo ganas de hacer de niñera. Fer me escribió hace un rato y está viniendo para acá con unos amigos. Así que digamos que estaré ocupado más tarde. 

— Eso es lo que se hace naturalmente. Cuando no puedes follar con el que te gusta, buscas un reemplazo, bravo — asintió Martín. 

— ¡Y si, ¿qué otra cosa se supone que haga?! — exclamé. Esa noche no tenía ganas de escuchar sus burlas, porque ahora entendía que eran puras verdades, y eso hacía que ahora dolieran. — ¡No todos tenemos suerte como ustedes para que les vaya de maravilla con la persona que aman! 

Hubo silencio después de mi exabrupto. Mis amigos se miraron entre ellos, serios. 

— ¿Lo acaba de admitir el tarado? — preguntó Martín confundido a Alan. 

— Eso creo. Aunque puede que solo le haya pegado el alcohol — respondió el otro mientras me examinaba.

— No hablen como si no estuviera presente, hijos de su madre — hice una pausa. — Me siento como la mierda. — les conté después bajando la guardia. 

— Ya nos dimos cuenta. Si llegaste con una cara de culo importante — dijo Alan. 

Silencio de nuevo.

— ¿Tomy lo sabe? — volvió a preguntar Alan. 

— Claro que no. No tiene idea. Y quiero que permanezca así ¿Entendieron? 

Los dos asintieron y me acompañaron con la bebida. Les pedí que no quería hablar del tema, al menos no en ese momento y como los buenos amigos que eran me entendieron y hasta hicieron y dijeron de todo para hacerme reír y ponerme de buen humor. Al menos por un rato creo que funcionó. 

Fernando llegó luego, como dije, y me pasé la siguiente hora bebiendo y bailando con él. Aunque en realidad yo no era mucho de bailar cuando iba a los bares, más bien era él el que bailaba sensualmente contra mi cuerpo. 
Era excitante. 

A ver, que estuviera locamente enamorado de mi compañero de piso de 18 años no quería decir que no me corriera sangre por las venas estando con otro chico. Es más, lo necesitaba. Necesitaba algo de contacto y de calor humano. Sabía que eso no solucionaría nada, que no cambiaría nada. Pero...qué iba a hacer si no ¿Quedarme solo para siempre? 

¿Yo solo mientras Tomás estaría avanzando con la chica que le gustaba esa misma noche? 

No, no. Estaría enamorado pero no era estúpido. 

El bar donde estábamos era más cercano a mi departamento que al de Fernando así que aproveché la ausencia de Tomás esa noche y fue allí donde terminamos cuando fue momento de estar a solas. 

El chico que amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora