Capítulo 3

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Pasados unos cinco minutos llegó a la ambulancia, en eso uno de los paramédicos dijo que solo una persona podía ir con el lesionado por lo que Brooke accedió a acompañarlo. Sus padres no solían ir a verlo jugar los partidos, siempre tenían cosas más importantes que hacer que acompañar a su hijo. Por lo tanto, estaba solo, sin contar a todas esas admiradoras que iban a verlo jugar o a sus compañeros de equipo, los aficionados al fútbol y los periodistas.

En esos momentos Brandon se encontraba en un dolor indescriptible, lo que menos le importaba era fijarse en la mujer que lo acompañaban. Desgraciadamente, solo se dedicaba a gritar y a gemir de dolor.

—Doctor... —preguntó la bella joven, tragando saliva al pensar que sería algo grave— ¿qué le sucede?

Este dejó escapar un suspiro por sus labios y la miró de reojo, centrándose más en el futbolista que en ella.

— Creemos que puede ser un esguince o una rotura... No estamos seguros de eso por eso lo tendrá a mirar un médico —habló.

Le ofrecieron unos calmantes al joven y de ahí a treinta largos minutos llegaron a su destino.

Pasadas unas horas Brandon despertó desubicado, bien por todos los calmantes que había ingerido o bien porque en ese momento vio al lado de su cama una bella mujer que nunca había visto (y que le gustó ver, claramente).

—¿Quién eres? —preguntó Brandon

A lo que ella respondió—Soy Brooke, la hija del árbitro.

—¿Y qué haces aquí? —le preguntó él, intentando no sonar demasiado maleducado.

—Me preocupé por ti al oírte gritar y mi padre en ese momento me dijo que fuera contigo porque no había ningún familiar tuyo en el estadio —explicó con calma.

A lo que Brandon respondió con tristeza—Eso es muy normal, mis padres solo piensan que el fútbol para mí es un hobby, por lo que mis partidos nunca se los toman en serio... Pero a mí me gustaría en algún momento de mi vida llegar a ser un futbolista famoso, aunque mi destino está escrito y este es dedicarme a las empresas como mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo, mi tatarabuelo, mi tatatarabuelo...

—Lo pillo, lo pillo... no hace falta que sigas— dijo Brooke con una sonrisa pícara en la cara—. Pero una pregunta, si juegas en uno de los mejores equipos de fútbol, ¿por qué te quejas?

—Porque aunque mi sueño fuera ser futbolista, me hubiera gustado haberlo conseguido por mí mismo no que mi padre lo hiciera por mí.

—Por lo que veo eres un chico bastante honesto y te gusta conseguir las cosas por ti mismo.

—Sí, la verdad... Como soy hijo de una persona muy adinerada todos piensan que soy un cretino pero me gusta conseguir las cosas por mí mismo, luchar por mi futuro no que otros lo hagan por mi. Siento que no tiene mérito que mis padres paguen para meterme en un equipo, lo único que hacen de ese modo es hacerme ver que sin ellos no soy nadie... ¡Y no es así! Valgo mucho en el campo, no es por ser egocéntrico, pero soy bueno jugando al fútbol.

—Pues eso es interesante. Me gustaría llegar a conocerte más a fondo porque la imagen que tenía de ti no es la misma la que me estás enseñando ahora mismo —rió por lo bajo—. Pareces un buen chico, Brandon, yo te veía como un futbolista guapo y arrogante pero veo que me equivocaba.

—¿Así que un futbolista guapo, eh? —se remojó los labios con la lengua y le regaló una sonrisa coqueta.

—Ajá, pero no quiero que tu ego sea más grande —rodeó los ojos con fingida molestia—. Pienso que ya eres lo suficientemente chulo como para darte halagos así de gratis.

—Pues para hacer que cambies completamente de opinión.. ¿que tal te parecería una cenita romántica con unas velas, tú y yo solos? —propuso Brandon con una sonrisa pícara en los labios.

Brooke rió mientras asentía, atrapando su labio inferior entre sus dientes.

—A las ocho y media, mañana.

—A las ocho y media —asintió—. Soy un chico puntual, que conste.

—Yo también lo soy —levantó su meñique en señal de promesa, él la miró burlón pero terminó enganchando su dedo con el suyo—. No llegues tarde, detesto la impuntualidad.

—¿Algo más que detestes, señorita Brooke? —alzó una de sus cejas.

—Si, muchas más cosas, pero ya lo irás descubriendo, señor Brandon —le guiñó un ojo, siguiéndole el juego.

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