Una extraña tocó mi puerta

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La encontré en Alaska, en el lugar más frío del mundo donde decidí quedarme a vivir por un tiempo, tocó fuerte a mi puerta, extrañado, me levanté dudoso de quién sería, porque no esperaba ninguna visita, la puerta volvió a sonar fue cuando entonces que mi mano le dio vuelta a la fría perilla. Una fuerte ola de frío congeló lo que quedaba de mi chimenea, y la brisa congeló rápidamente mi cara, se trataba de una chica. Sorprendido, la invité a pasar sin dudarlo dos veces, no llevaba chaqueta, ni ningún tipo de abrigo que la protegiera del frío, su piel estaba azul y sus labios morados y rotos por el frío. Entró rápidamente buscando cobijo y se sentó en frente a la chimenea que ya estaba a punto de apagarse. Quedé extrañado y sorprendido, observé un momento más hacia afuera para ver si venía acompañada, pero todo estaba tan oscuro que no alcancé a ver a nadie más.

Sorprendido, busqué una manta y se la acerqué a la chimenea que volví a encender con lo poco que me quedaba de leña. Estábamos pasando por una gran ola de frío que hasta parecía una nueva Era de Hielo.

Ella se encontraba inmóvil mientras veía cómo el fuego consumía la braza. No dijo nada por un par de horas, incluso pensé que se trataba de alguna alucinación o fantasma que había venido a atormentar mi calma.

—¿me estaré volviendo loco?— pensé.

Me acerqué con cuidado ofreciéndole una taza con el chocolate que había preparado en el día, para que se calentara un poco o tal vez para que llenara su estómago por si llevaba horas sin comer. Ella seguía inmóvil, acurrucada con la manta, continuaba viendo el fuego de la chimenea. Le acerqué también un pedazo de pan aunque no lo tomó, decidí dejárselo cerca para cuando quisiera comer o beber.


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Durante una tormenta en AlaskaWhere stories live. Discover now