Recompensa

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Intenté hacer la menor cantidad de ruido posible, ella dormía profundamente, se veía tan tranquila, tan indefensa. ¿Qué misterio guardaba esta chica?

La siesta no duró mucho, yo estuve observándola por un rato, cuidando por si despertaba de alguna pesadilla, o si se le ofrecía algo pudiera estar cerca de ella para ayudarla. Pensé en tocarle la frente para percatarme que no tuviera fiebre o principios de un resfriado, pero preferí evitar el contacto.

Despertó y vio fijo al techo. Observó todo el lugar. Luego se sentó en la cama y comenzó a verme.

—¿Eres una especie de psicópata? es de mala educación ver a alguien cuando está durmiendo —Me vio con cara de molestia, creo que lo decía muy en serio. No supe adónde ver. Y comencé a actuar como un tonto.

—Es bromeando —Sonrió—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Llevo varios meses aquí aislado de todos, alquilé esta cabaña para poder escribir una novela, pero desde que estoy aquí no he podido completar ni una sola hoja. Pensé que alejándome de todos para así encontrar paz, podría terminar algo que ni siquiera he comenzado. —le dije, con un tono más calmado, nostálgico y un poco frustrado.

—Interesante —Se levantó de la cama y tomó un asiento justo a mi lado en el comedor— ¿ya te diste cuenta de que algunos deseos son mejor que no se hagan realidad? —lo dijo en un tono melancólico—. Me pasó igual ¿tienes algo más para beber que no sea chocolate? —Tomó la taza donde había tomado chocolate y extendió su brazo, como queriendo decir que se lo llenara nuevamente.

—Claro, ya te sirvo —Tomé la taza fui a la cocina donde tenía más vasos y una botella de ron que había comprado pero no había abierto. Preparé dos tragos y me acerqué para darle uno.

—Prefiero tomar directamente de la botella —respondió, tomando de un gran sorbo que le quemaría la garganta a cualquiera— tu turno —respondió, dándome de vuelta la botella de la que acababa de tomar un gran trago sin siquiera inmutarse.

Tomé la botella y le di un sorbo largo, creo que tenía mucho tiempo sin beber porque el alcohol hizo que me ahogara y comencé a toser. Fue vergonzoso, pero esto la hizo reír. Cuando al fin pude recuperar el aliento, ella se encontraba dándole otro sorbo.

—Te falta beber un poco más, dicen que los escritores se inspiran con una bebida fuerte ¿qué te inspira a ti? —su pregunta llegó en un buen momento. Antes de que llegara me estaba haciendo la misma pregunta.

Intenté recordar cuál era mi inspiración, a lo cual pasaron varios segundos divagando por mi mente. Entonces ella continuó diciendo.

—Si fuese el alcohol ya habrías terminado varios libros, pero, no... el alcohol no es tu fuerte, entonces...—Comenzó a hacer adivinanzas e hipótesis sobre dónde se encontraba la fuente de mi inspiración—. No es ninguna mujer, porque, sino hubieses rentado la mejor habitación de Acapulco con vista al mar, y habría escrito varias páginas después de varios minutos de placer, sudor y pasión, así que, descarto esa opción.

Yo intentaba recordar también cual era la respuesta a su gran pregunta. Y cada opción que ella me decía acertaba, pues no eran la fuente de mi inspiración. Incluso dudé si algún día tuve una.

—Debes ser un hombre muy interesante, digo, una persona que una persona que alquila una cabaña en medio de la nada y a sabiendas de que son normales las tormentas aquí, era lo que buscabas realmente. Alejarte de todos para tal vez encontrarte a ti mismo.

En ese punto tenía un poco de razón. ¿me encontraba perdido y por eso ahora estaba en este lugar tan alejado de todo? Ella continuaba hablando y bebiendo de la botella de ron, mientras colocaba más leña al fuego para que no se apagara.

—Sé que no debería decirlo de esta forma pero, creo que me quedaré aquí hasta que puedas terminar de escribir, allá afuera no me espera nadie y tú me ayudaste dándome abrigo, mi manera de recompensarlo es que te ayudaré con lo que sea que estés escribiendo —lo decía muy decidida y confiada de que podría ayudarme—. No como mucho, pero eso sí, en algún momento debemos ir por más ron o lo que sea que nos pueda calentar el cuerpo.

Su auto-invitación no me causaba molestia, al contrario, me gustaba poder charlar con alguien, me gustaba su presencia, me gustaba que esa chica loca, descuidada e indefensa apareciera en mi puerta justo antes de que comenzara a bajar más mi temperatura y no hablo del clima.

—Acepto, pero antes debemos presentarnos. No sé tu nombre y tú no sabes el mío —De pronto me interrumpió diciendo—. Coloquémoslo más interesante, no digamos nuestros nombres, sino hasta el final de tu historia. Será más divertido.

Durante una tormenta en Alaskaजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें