Mi brazo de almohada

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Al despertar, me di cuenta de que ambos estábamos en la misma cama, ella estaba apoyada en mi brazo, lo que hizo que se me entumeciera esa extremidad, mi corazón latía a un millón por hora, no la quería despertar así que preferí mantener la posición, usó mi brazo como almohada, nuestros cuerpos estaban a milímetros del otro, estábamos completamente vestidos, pero cualquier movimiento podía hacer que nos rozáramos.

Dormía como un verdadero ángel, parecía increíble que la misma chica que lloraba, gritaba, cantaba y reía, en este momento parecía alguien totalmente diferente, indefensa, tranquila, en calma, como si nada en el mundo le preocupara.

Mi brazo no aguantó más, entonces intenté quitarme con cuidado para no despertarla, ella pareció no notar mi esfuerzo, se dio la media vuelta y me liberó de su prisión, tomó una almohada de verdad y siguió durmiendo como estaba.

Me levanté de la cama con mucho cuidado, salí a asearme y a despertarme con la naturaleza. Tomé asiento en las afueras de la cabaña y pude ver los estragos de la tormenta de anoche, el camino que conectaba a las demás cabañas y el camino largo hacia la tienda de Peter había desaparecido, habían varios centímetros considerables de nieve que se estaban acumulando y la nieve ya estaba ganando gran territorio de la cabaña. No se veía nada en varios kilómetros.

Entré a la cabaña, ya un poco más despierto. Entonces la chica loca que me acompañaba estaba sentada en la cama viendo fijo al piso, como si estuviese desorbitada y no sabía donde estaba.

—Buenos días —le dije, mientras tomé la tetera para hacer café.

—Buenos días grandulón. Fue una buena noche eh... —Sonrió, y comenzó a arreglar la cama—, volviste a roncar, pero esta vez no me molestó —continuó hablando mientras ordenaba todo el lugar.

Yo estaba en la cocina, me mantuve callado, hace unos segundos habíamos dormido juntos, pero no recordaba en qué momento sucedieron las cosas.

Ella tomó la radio y comenzó a sintonizar una de las estaciones que había venido escuchando, de pronto fijó la radio en una estación donde el locutor hablaba algo relacionado con el clima. En el reportaje decía que la tormenta por la noche se dirigió a otro lugar lejos de donde estábamos nosotros y que ya no tendríamos peligro.

Nos alegró saber la noticia. Y decidimos abrir unas cervezas para seguir festejando, habíamos sobrevivido a una tormenta fuerte, al apagón y a las desgracias que nos habían sucedido en nuestras vidas respectivamente.

Más tarde el locutor anunció que estaban reanudados los conciertos de la zona e indicó que el festival de música country se realizaría al siguiente día y que las entradas iban a ser libres.

En ese momento su rostro cambió, cuando le pregunté qué le sucedía comenzó a contarme.

—Yo debía cantar en este festival, y por culpa de ese idiota no podré.

—¿Tú ibas a tocar en este festival? ¿pero qué te lo impide?

—Que el bastardo es el productor y organizador y cuando abandoné la habitación esa noche, me dijo que se encargaría de que no cantara ni en ese festival ni en más ningún otro —Comenzó a llorar—, el mundo del espectáculo a veces funciona así, algunas personas se aprovechan de su poder para abusar de personas que tienen el sueño de ser grandes artistas.

Sus palabras me llenaron de ira, y mi cuerpo comenzó a llenarse de rabia. La vi fijamente mientras ella lloraba, le tomé la mano y con mucha seguridad comencé a decirle.

—Tú vas a cantar en este festival y en todos los festivales que vengan, porque tú naciste para esto y nada ni nadie te lo va a impedir.

Me observó como alguien que acababa de recibir la noticia más grande de su vida. Entonces me volvió a abrazar de la misma forma en la que hizo hace unos días, y en ese momento quise quedarme a vivir en ese abrazo.

Comenzamos a empacar sus cosas, llamé a Peter para alquilar una camioneta para poder asistir al festival de música Country.

—¿Tienes todo preparado? —le dije mientras veía como empacaba sus chalecos de color patente y sus zapatos de vaquero.

—Nací para esto grandulón —Abrió la caja de goma de mascar que se había robado de la tienda y metió uno a su boca.

Durante una tormenta en AlaskaWhere stories live. Discover now