La tienda de Peter

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Terminamos el desayuno y comenzamos a organizar nuestras cuatro paredes, el lugar era un desastre. Nos cambiamos de ropa y nos abrigamos bien para salir a la Tienda de Peter. Salimos, cerramos toda la cabaña y comenzamos nuestro viaje.

El camino estaba peor que el día anterior, la tormenta había sido más fuerte y los árboles estaban repletos de nieve entre sus ramas.

Caminamos por varios minutos, casi no hablamos, sin embargo, de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y no hacía falta nada más.

Cuando llegamos a la tienda, abrí la puerta y escuché como rugía, el viejo Peter se encontraba en el mostrador justo donde tenía la caja registradora. Me vio y me saludó sorprendido, las veces que había venido siempre entraba solo, observó a la chica que me acompañaba de arriba abajo.

Ella fue justo al estante donde se encontraba la comida chatarra, frituras y gaseosas, yo fui por pan, proteínas y carbohidratos para sobrevivir el frío. Peter tenía varios meses conociéndome y sabía mi historia.

—¿Qué tal la tormenta? —pregunté, para hacer conversación con Peter.

—Pudo haber sido peor —dijo, terminando de aspirar su cigarro. —La última vez que hubo tormenta, una avalancha de la montaña dejó atrapado a unos turistas. Estuvieron bajo la nieve por tres días. Tuve que llamar a la fuerza de rescate para poder sacarlos.

Me sorprendí con lo que me dijo, no imaginaba quedar atrapado bajo la nieve por varios días, pensé en que estar en este lugar ya no era tan seguro mientras el clima siguiera así.

Tomamos las cosas que necesitábamos y la colocamos en el mostrador, Peter registró todo y nos dio la cuenta, pagué con efectivo. Antes de finalizar comentó.

—Los del clima anuncian que la tormenta de nieve empeorará, yo les sugiero que se lleven el doble de las provisiones por si no logran salir.

A lo que hicimos caso a lo que dijo y llevamos provisiones dobles, ella agregó a la lista una bolsa XL de Doritos y sacó un billete para ayudarme con la cuenta.

—No tienes por qué —le dije.

—No te preocupes, insisto —me dio el billete y no quise llevarle la contraria. Ella era una mujer independiente y a fin de cuenta no éramos nada. Solo nos estábamos haciendo compañía.

Caminamos de regreso a la cabaña, las bolsas eran un poco pesadas y llegamos exhaustos de la caminata. Afuera el clima estaba helado, confirmaba lo que Peter había dicho, que la tormenta estos días iba a empeorar. Organizamos las compras, y ya era hora de almuerzo. Preparamos carne seca y algunos enlatados. La comida estuvo acompañada de una Coca-Cola familiar, y de postre, unos Doritos cortesía de mi compañera de aventuras.

Durante una tormenta en AlaskaWhere stories live. Discover now