Un escritor sin café

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Me sentía bien con su presencia, quería acompañarla en sus aventuras, ser su guardian protector, el que la acompañara a derribar al dragón que se ocultaba en la torre, su energía despertaba la inspiración que había perdido, me sentía como un adolescente otra vez. A lo que encendí el ordenador rápidamente y comencé a escribir todo lo que no había escrito en meses estando allí.

Ella se sentó en la mesa del comedor, y de sus ojos podía ver la chispa al verme escribir. Colocó música suave y tomó un diario que sacó de su maleta, estaba un poco desgastado y tenía una portada que decía "mis mejores canciones aún no las he escrito" sacó también un lapicero muy gracioso con plumas o algo así y comenzó a escribir a mano.

Estuvimos así toda la noche, a veces ella se levantaba para montar café y me servía grandes cantidades.

—¿Qué es un escritor sin café? —Acompañado de una palmada en la espalda.

Afuera caía una gran tormenta, la ventana golpeaba fuerte, pensaba en mis adentros que ojalá no quedáramos atrapados por mucho tiempo y que mañana al amanecer el clima mejorara.

Estuvimos escribiendo cada uno desde sus lugares, a veces cuando pensaba en alguna palabra o se me iba el hilo de la historia, alzaba la miraba y solo quería verla a ella, no sé por qué pero, verla me inspiraba de una manera que no lo hacía nada más. Ella era una especie de musa, y yo solo era un fracasado que después de intentar escribir muchas cosas sin éxito, al fin lo estaba logrando.

A la mañana siguiente, tuve una especie de resaca literaria, desperté con ganas de seguir escribiendo, ella aún dormía, estaba arropada hasta la cabeza, yo dormí esta vez en una especie de sofá que había, el cual había estado usando de perchero.

Salí a estirar el cuerpo, también para limpiarme la cara y los dientes, el agua estaba helada, lo que hizo que mi somnolencia se fuera rápidamente. Tomé algunos troncos que habían caído por la tormenta y tomé el hacha para picarlos para así hacer leña para esa noche. Estuve picando leña, me di cuenta de que alguien me estaba mirando. Era ella, estaba con una especie de suéter de piel de animal —espero que sintética—extravagante y unos lentes que parecían sacados de los años 80's.

—Bonito atuendo —le dije con un tono burlón.

—Cuando gustes puedes ponértelo, con un poco de esfuerzo tal vez te quede —contestó, respondiéndome el sarcasmo.

—Muero por usarlo —contesté.

Entramos a la cabaña para preparar el desayuno. En el estante quedaban pocos suministros, lo que indicaba que ya era hora de ir a la Tienda de Peter a comprar guarniciones.

—Hoy saldré a la tienda ¿me acompañas? —le pregunté, esperando en el fondo que me dijera que sí.

—Claro compañero, necesito mover las piernas —contestó, haciendo unas pequeñas flexiones estirando sus pies.

Durante una tormenta en AlaskaWhere stories live. Discover now