♧N°3♧

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Ella llamaba cada noche, el monólogo me lo sabía de memoria.
Y aunque así fuese, yo iba cada noche.
Porque ¿qué importaba mi dignidad cuando era tenerla en mis brazos lo único que importaba?

Ese subir y bajar de su pecho tenía algo mágico.
¿Han experimentado eso?
Es como una droga de efecto súbito. Cuando me atrapaba, no me soltaba. Y tampoco quería que lo hiciera.

A las tres de la mañana esperaba su llamada.
Él la lastimaba.
Y yo recogía los pedazos.
Oh, ella era un ángel.
Uno que sabía cómo hacerse amar, con su sonrisa tímida y ojos curiosos.

No se confundan.
Los ángeles también hieren.
Y aunque me apuñalara cada noche con una promesa falsa, aunque las paredes de su cuarto me contemplaran con lástima, yo seguiría allí.
Porque no hay terquedad más sólida que la de las ilusiones.
¡Las ilusiones debían pagar por lo que me hacían!
Quitándome el control, arrastrando mis pies por el asfalto frío.

Una noche esperé y esperé… Nada.
¿Han experimentado eso? ¿La sublime desesperación?

Dicen que los seres humanos nos dañamos unos entre otros, yo en lo personal les diré, que el único enemigo está dentro de nosotros.
Mi corazón desgarraba mi cordura mientras caminaba las dos calles tan familiares.
Me detuve al ver que su cuarto no tenía luz.
Siempre estaba encendida.
Otra descarga de adrenalina me sacudió cuando no contestó.

Trepé hasta la ventana, ¿qué otra opción tenía?
Me recibió la estela dulce del perfume que usaba, castigándome porque no me bastaba. La quería a ella.
Y fue cuando la vi.

Una nota sobre la cama.
Sí, joder, sí;… me había abandonado.
Solo su perfume y yo. Suspendidos, paralizados, eternos en ese momento.
Oh, sí. Los ángeles saben cómo romper un corazón.

~D. S. Vásquez~

 Vásquez~

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Of tears and broken soulsWhere stories live. Discover now