Capítulo 11: Revelaciones I

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Con una imborrable sonrisa entré a mi apartamento, recordando la excelente noche que tuve; nunca antes me había sentido tan viva y deseada. Fabián era un excelente amante, alguien que sin dudas sabía cómo tocarme hasta perder el sentido, hasta perder la razón. Sus manos viajaron por todo mi cuerpo sin medida y con pasión, logrando que cada parte de mí vibrara con su toque. Con esos vivos recuerdos, arrastré mis pies a la ducha para tomar un baño que me sacara de esa burbuja de ensoñación en la que me encontraba. Era imposible quitármelo de la cabeza, era imposible borrar la marca de su piel contra la mía, ese maravilloso momento que provocó tantas emociones en mí, sin dudas marcarían un antes y un después para nuestras vidas, o al menos para mí.

Tomé un conjunto de lencería del armario, una camisa blanca, un pantalón negro de vestir, un blazer a juego con mis tacones Louboutin. Cepillé mi corta cabellera enmarcando pequeñas ondas en las puntas, le apliqué un poco de maquillaje a mi rostro como siempre y estaba lista para un nuevo día de trabajo. Llevábamos tiempo sin tener noticias de Sandoval, aunque aún no se cumplía el plazo que tenía la policía, me preocupaba la idea de que mientras más tiempo pasaba, las cosas se complicaran. Dejando de lado cualquier pensamiento, me dirigí al auto para conducir hacia el Bufete. En el trayecto, prendí mi estación favorita de música cuando la voz de Malú sonaba a toda frecuencia, con uno de sus temas "Blanco y Negro" que me recordaban a unos de mis libros favoritos de la escritora, Megan Maxwell, alguien a quien sin dudas me encantaría conocer.

Una vez en las instalaciones, estacioné el carro en el lugar habitual y me encaminé hacia los elevadores. Debía reconocer que estaba nerviosa como una colegiala, aunque una parte de mi no quería ilusionarse, algo me decía que mejor ir con calma. Saludé con cariño a Vanessa que justo salía de su oficina, mientras yo continué mi camino en dirección a mi departamento. Cuando me dispuse a abrir la puerta, unas voces en el interior me detuvieron.

— ¿Tanto me deseas? —de inmediato reconocí la voz de Fabián, pero me era imposible saber a quién se dirigía con tanta sensualidad—. Hoy en la noche ponte linda para mí, te haré lo que quieras, ahora estamos en el trabajo, no me gustaría que tu padre entrara y nos viera así.

— ¿Lo prometes? —dijo Emily. En ese instante deseé que la tierra se abriera bajo mis pies y me tragara.

—Por supuesto caperuza, hoy el lobo feroz va a jugar contigo —comentó Fabián. Esas últimas palabras fueron la gota que colmó el vaso, no podía seguir ahí ni un minuto más. Di media vuelta recogiendo la poca dignidad que me quedaba, jurándome a mí misma que nunca más me dejaría utilizar por nadie y menos enamorarme.

La respiración comenzaba a faltarme y sentía el escozor de las lágrimas en mis ojos. Lloraba de rabia, de impotencia; lloraba porque creí que esa noche había sido especial, pero sobre todo lloraba porque le abrí mi corazón sin quererlo. Nunca pensé que Fabián fuera ese tipo de persona que jugara con los sentimientos de los demás, pero a partir de ahora, lo trataría como se merecía. Limpié mi rostro hasta borrar cualquier rastro de lágrimas y fui hacia la cafetería de Rosa. En el instante que mis manos tocaron la puerta de la entrada, alguien tocó mi hombro. Al voltearme, me encontré con un preocupado Izan que me miraba directo a los ojos.

—Vicky, ¿qué te sucede? —preguntó notando que algo me pasaba. Él me conocía como nadie.

—No tengo nada Izan, que gusto me da verte por aquí —abrí mis brazos para abrazarlo y con mi silencio sabía que no quería hablar.

—Vale, si no me quieres contar no te voy a obligar, solo espero que el culpable de eso pague por tenerte así.

—Tranquilo Inspector, por el momento no tienes que arrestar a nadie por lastimarme, me sé cuidar muy bien —su carcajada no demoró en hacerse presente.

Con mis propias manos (EDITANDO)Where stories live. Discover now