Capítulo 14: Amenazas

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La felicidad que horas antes era la causa de nuestras sonrisas, fue reemplazada por un sentimiento de angustia y desasosiego por parte de Fabián, al no saber dónde se encontraba su madre. Afuera de la casa nos esperaba Esther, su tía junto al tío que aún no conocía, nerviosos esperando por nosotros. Le preguntaron a cada vecino si la habían visto, pero la respuesta por parte de ellos no era para nada alentadora. Por desgracia, esta era una de las cosas que las personas con esta enfermedad tendían a hacer. Martina siempre llevaba consigo, un reloj inteligente que le daba la ubicación exacta tanto a Fabián como a Esther en caso de una emergencia. La cuestión era que Martina lo dejó en la casa tomando las llaves del auto de Fabián, dirigiéndose a vaya saber dónde. Con un poco de suerte, el GPS del auto estaría activado permitiéndonos conocer donde estaba. Fabián tomó el celular en sus manos aparentando seguridad y buscó la aplicación que le permitía rastrear el auto.

—La tengo —dijo con una voz esperanzadora.

Todos nos dirigimos hacia el auto que la finca disponía para los trabajadores, cuando creí que me subiría junto a ellos, Fabián sujetó mi mano.

—Vicky, te pido que te quedes, no sabemos cómo vaya a reaccionar y quiero evitarte tragos amargos.

—Fabián, solo quiero apoyarte, somos una pareja ¿recuerdas? —comenté un poco decepcionada por sus palabras.

—Así me ayudas, por favor, no quiero perder más tiempo —asentí comprendiendo la situación, aunque en el fondo estaba hecha pedazos.

Vi el auto desaparecer en el camino sintiéndome excluida, aunque también era consciente de la realidad. Era un momento familiar y solo ellos lograrían traer de regreso a Martina. Entré a la casa encontrándome a Nico que brincaba contento al verme y por supuesto ansioso por salir al patio. Hice lo que sus ojitos abnegados de súplica me pedían, tomé la correa que estaba junto a su camita en la sala y no lo hice esperar. Hasta para mí era bueno caminar para dejar de lado ese sentimiento de rechazo. Estuvimos una hora paseando por los alrededores de la finca, conocí a algunos agricultores que me trataron con mucho cariño y otros que vi desde mi posición trabajando la tierra. La familia de Fabián tenía un área de cultivos bastante extensa, una de las más productivas de la ciudad según testifican. Estar rodeada de naturaleza era una de mis grandes pasiones, no había nada más saludable que respirar el aire puro del campo, escuchar los alaridos cantos de las aves y sentir la brisa golpeándote el rostro. Conluido ese tiempo, decidí dar el paseo por terminado, Fabián llegaría en cualquier instante. Estando lo suficiente próxima a la casa, percibí la camioneta blanca en la que salieron en busca de Martina, acercarse a la entrada. Apresuré mis pasos observando como el sol, iluminaba el rostro revitalizado de Fabián al volver con su madre. Por más que me hubiese molestado con él por alejarme de sus problemas, no podía estarlo mucho más, era mirar sus ojos y olvidarlo todo. Llegué hasta ellos alegrada por ver a Martina, ahora mi suegra, sin un rasguño bajando del auto; por un instante temí que algo malo le hubiese sucedido.

—Fabi tu padre me dijo que me reuniera con él, no lo iba a dejar esperando —dijo Martina.

—Mamá, no puedes salir sola y menos sin avisar. Nos tenías preocupados a todos, espero que no lo vuelvas a hacer —la regañaba Fabián mientras ella protestaba sin cesar.

Me hubiera encantado conocer al papá de Fabián, aunque no tenía idea de cómo murió, era evidente que ese fue el detonante para su Alzheimer.

—Basta de regaños Fabián Duarte, yo soy una mujer adulta y no le debo explicaciones a nadie. Por tanto, deja de tratarme como si fuera una loca porque no lo soy —Fabián finalmente se dio por vencido, no podía seguir discutiendo con ella.

La armonía regresó al hogar después de varias horas en las que Fabián se cercioró que su madre no volviera a olvidar su reloj. Estábamos todos al pendiente de Martina, incluso en varias ocasiones conversó conmigo muy animada y completamente cuerda. El fin de semana pasó demasiado rápido, me gustaría haber podido disfrutar un poco más antes de regresar a Madrid, pero sin dudas estar alejada de la ciudad y de esos recuerdos que me agobiaban, fue lo mejor. Sobre todo el hecho de que ahora dejé de ser la Licenciada Ramos, para convertirme en el cielito de Fabián. Me encantaba que me llamara así, en especial cuando me hacía el amor en las noches. Una vez todos se fueron a dormir, Fabián me empujó afuera a sentarnos en el columpio de madera que su padre construyó para ellos, a observar la hermosa vista que nos brindaba aquel paraje.

Con mis propias manos (EDITANDO)Where stories live. Discover now