Capítulo 17: Disfraces I

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Ruborizada por las cosas que Fabián le hacía sentir a mi cuerpo, me encontraba frente a tres cajas misteriosas que colocó muy bien en una mesa continua a la cama. En cada una había un objeto con el cual me castigaría, pero solo el que yo eligiera sería el acertado. La sensación que me carcomía en ese instante era indescriptible, sentía una mezcla de nervios, con adrenalina y sobre todo de éxtasis que me nublaban la vista. Las cosas que ese hombre lograba con una mirada, con un beso, era pecaminoso. Decidida a pasar una noche cargada de lujuria, me decanté por la del medio, no la elegí por algo en particular porque todas eran negras, sino porque así me gritaba mi cabeza. Observé el rostro juguetón de Fabián dándome a entender que sabía de cuál se trataba.

—Mmmm vamos a ver —murmuró con una voz sensual que hacía temblar mis piernas.

Haciéndome sufrir a cada instante mientras abría lentamente la caja, logré ver un antifaz de color rojo. Lo tomó con premura entre sus manos volteándose hacia mí con esos ojos aterciopelados que me debilitaban por completo. Mi respiración al imaginarme todas las cosas que me podía hacer con eso, comenzaba a delatarme. Sentía como mis mejillas ardían por el vapor que comenzaba a emerger desde mi estómago hasta mi cara. Fabián depositó un beso ardiente en mis labios mordiéndolos con delicadeza, provocando que mi zona más íntima reaccionara ante la caricia. Se separó de mí obligando a mis pies a girar despacio para colocarme la máscara que de inmediato me impedía ver. La suave tela cubrió mis ojos prohibiéndome la visibilidad a la tenue luz y a Fabián. Ahora él dirigía mis pasos doblegados por el deseo; ahora él sería el encargado de hacer volar mi mente a los lugares más inimaginables de la tierra.

—Camina tres pasos adelante y detente, quedarás justo en frente de la cama —me susurró en el oído. Hice lo que me pidió hasta notar que me cargaba entre sus brazos y mi espalda tocaba la suave sábana.

Escuché sus pasos alejarse, pero aún continuaba dentro del cuarto como si buscara algo. Pasado unos minutos, podía sentir su presencia cerca de mi piel. Comenzó a besarme con dulzura logrando que mis nervios se controlaran un poco. Luego con sus manos sin separarse de mis labios, recorrió con delicadeza mis senos expuestos a él, continuó el recorrido hasta mis muslos masajeándolos con deseo. Con sus dedos rozaba los pliegues de mi sexo humedecido incitando a que una corriente excitante se posara ahí. Regresó a mis senos dejando mi boca para tomarlos entre sus dientes y jalarlos con sutileza, provocando apasionantes descargas en todo mi cuerpo; instintivamente obligué a que hiciera lo mismo en el otro.

—Cada castigo tiene reglas y si vuelves a mover tus manos, usaré las esposas para que no lo hagas más —se detuvo un instante para alertarme de lo que pasaría, pero dudaba mucho que pudiera cumplir con eso sin poder tocarlo.

—Intentaré no volver a hacerlo —dije agitada.

—Relájate cielo, te prometo que lo vas a disfrutar —comentó—. Enseguida regreso, no intentes bajarte de aquí —me ordenó.

Percibí la puerta abrirse mientras me quedé embelesada por la romántica melodía que se adueñaba de la instancia convirtiéndola en un lugar digno de dos enamorados. Por un momento asomé mis ojos fuera del antifaz y Fabián no regresaba. Minutos después de mi desesperación, la puerta se abrió una vez más.

—Ya estoy aquí cariño —exclamó próximo a mi—. Ahora si Victoria, manitas quietas.

Degusté el sabor dulce y acaramelado del chocolate de almendras desmoronarse en mi boca, al saborearlo directamente de la lengua de Fabián que se movía juguetona. Sus labios acariciaban los míos con vehemencia mientras el delicioso gusto a uno de mis dulces favoritos, era el protagonista de aquella noche. Al instante, se separó de mí marcando círculos en mis pechos, abdomen y ombligo con una pequeña brocha repartiendo ese líquido por esas zonas. Deslizó su boca con lentitud por mi cuello y de ahí hacia cada uno de esos lugares estremeciéndome con cada lengüetazo. Mis manos tomaron vida propia acariciando su cabello implorando más. Necesitaba sentir sus calientes labios en el centro de mi deseo, sentir como era capaz de hacerme suya con tan solo ese hecho.

Con mis propias manos (EDITANDO)Where stories live. Discover now