Capítulo 19: Uno menos

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¿Embarazada? ¿Acaso algo podía ser peor que eso? Yo no estaba preparada para recibir una noticia de esa magnitud después de todo lo que ha pasado. Mis manos aún temblaban por la sorpresa y mi madre lo único que hacía era dar saltos de alegría. Mi cabeza era un mar de dudas; mi cuerpo aún no asimilaba tanta información. Una mezcla de emociones sucumbía mi corazón y solo pensaba en él. Este no era el momento para que algo tan significativo así nos sucediera. Fabián no quería ni verme, ni saber de mí y lo entendía, si hubiera sido al revés reaccionaría igual, pero un bebé no estaba en mis planes. Saber que llevaba en mi vientre un pedacito de él, me hacía recordar los pequeños instantes en los que fui feliz a su lado; las veces que tocaba el cielo entre sus brazos. Todo eso provocaba que mis ojos se humedecieran por los recuerdos y por su ausencia. Lo añoraba tanto, todos estos días sin que me dirigiera la palabra, fueron los peores. Estaba tan cerca pero a la vez tan lejos que dolía, dolía que en un segundo la vida nos cambiara; dolía más porque fue mi culpa. Dejé que los brazos de mi madre abrazaran toda la tristeza que cargaba dentro de mí; dejé que los memorias golpearan mi mente y lastimaran mi corazón. Me refugié en el cariño eterno de su cuerpo calmando mis hipidos; me refugié en el único lugar donde mis miedos y mis inseguridades se desvanecían como cenizas dándole paso a la paz. Escuché los pasos del hombre más importante de mi vida acercarse y entonces supe que me encontraba en el sitio correcto, a la hora correcta. Pasado unos segundos de consuelo, me separé de mis padres con una sonrisa en el rostro; nadie mejor que ellos para hacerte sentir protegida y segura.

—Cariño, no tengas miedo, cuentas con nosotros para todo lo que necesites —susurró mi madre acariciándome el cabello.

—No me gusta ver a mi guerrera triste. Tú eres la luz de nuestros días y yo sé que superarás esto. El tiempo todo lo cura mi cielo —comentó mi padre ajeno a lo que pasaba.

—Cuéntale a tu padre, anda —me animó mi madre con una gran sonrisa.

—¿Contarme qué? —preguntó curioso.

Llené de aire mis pulmones reteniendo la esencia de lavanda que había en el ambiente y lo solté siendo consciente que nada sería como antes.

—Felicidades abuelo, pronto tendrás otra niña o niño que mimar —confesé observando como la cara de mi padre cambiaba por completo.

—¡Oh dios mío! Esa es la mejor noticia de todas —me abrazó con fuerza separando mis pies del suelo y los sollozos de felicidad inundaban la habitación.

Ver la alegría en las caras de mis padres, me llenaron de ilusión y de esperanza para enfrentarme a lo que fuera. Si ellos me sacaron adelante cuando Romero nos quitó todo, yo también podía con o sin Fabián. Limpié las lágrimas de mi rostro contagiándome de su buen humor y decidí llamar al médico que me operó para que me ayudara a contactar con un ginecólogo. Como era de esperarse, concilió un turno en la tarde, él me llevaría con la doctora que estaba de guardia. No quería comentarles nada a mis amigos hasta estar segura, además tampoco quería que se fueran de lengua y llegara a oídos de Fabián antes de tiempo. Carlos y Valeria desde aquella noche en la fiesta, andaban en su rollo y por nada del mundo podía enterarse, aunque Carlos me apoyó en estos días en que Fabián ni me miraba.

Al poco rato de haberme calmado con el tilo que mi madre preparó para mi, recordé la cita con Izan para visitar a Barroso quien se negaba a cooperar. Moría por ver la cara de ese desgraciado en la prisión rodeado de escorias como él. Le marqué a Izan al celular y por el tono de voz, sabía que algo no estaba bien. Solo me dijo que en media hora llegaría a mi casa para explicarme. Al llegar, saludó a mis padres que como siempre lo recibían con los brazos abiertos como un hijo más; ese era uno de los instantes en donde se le veía relajado y feliz. Tanto él como Val los consideraban sus propios padres y para ellos los hermanos que nunca pudieron darme. Mi madre insistió en dar una cena en la noche porque según ella, Izan estaba mal alimentado y así poder pasar más tiempo con ellos antes de regresar a Londres. Él aceptó emocionado asegurando cancelar todo en el trabajo para dedicarle la noche por completo. Nos alejamos un poco de ellos hacia la terraza para poder conversar con más calma. Izan me comentó que no iríamos a interrogar a Barroso por mi bien y porque sus superiores no lo permitirían. Por un instante traté de convencerlo de todas las formas posibles que sabía separar lo personal de lo laboral, pero aunque eso le constaba no correría el riesgo.

Con mis propias manos (EDITANDO)Where stories live. Discover now