Capítulo 13: ¿Quieres ser mi novia?

80 10 26
                                    

Dos semanas fue el tiempo que precisó el Doctor Cruz, la persona que se encargó de extraerme la bala. Estaba un poco mejor, pero la herida aún no cicatrizaba del todo, debía continuar con la recuperación en casa, nada de hacer fuerza e irme incorporando poco a poco a las tareas diarias. Las indicaciones de mi médico fueron muy precisas, era normal sentir depresión, rabia o tener pesadillas por lo ocurrido, en caso de que estos síntomas aparecieran, debía consultar a un especialista. Hasta el momento estaba bien, pero debía confesar que cuando recordaba lo sucedido, me sentía impotente, enojada, pero sobre todo con más ansias de venganzas que antes. Fabián ha estado para mí en cada instante, conociendo estos estados de ánimos ha sabido calmarme, como si tuviera experiencia tratando con personas así. Al principio me sentía rara cada vez que me ayudaba a cambiarme de ropa o hacer algo que no podía por la herida, pero después me acostumbraba. Él estaba atento a cada cosa que tenía o quería, incluso cumplía algún que otro antojo con los chuches y dulces que me enviaba Rosita. Por una vez en la vida me sentía protegida, amada y cuidada por un hombre que no fuera mi padre, su forma de besarme y verme era una de las mejores cosas del mundo. Me llenó el cuarto de flores, veíamos películas acurrucados en la camilla, no lográbamos separarnos y eso en cierta forma me hacía sentir mal. Le ocultaba un pasado importante y doloroso para mí, mientras él abría su corazón para contarme cosas personales, yo como una cobarde le mentía sabiendo que era una de las cosas que no perdonaba.
Por otra parte, mis amigos también me acompañaron todos esos días, logrando aminorar un poco el trauma que de cierta forma me provocó el disparo. Cada que revivía en mi mente la forma en la que fui atacada en mi propia casa, una opresión en el pecho se hacía presente provocando una ira que yacía guardada en lo más profundo de mi ser. Solo pensaba en recuperarme para hacer que ese desgraciado pagara; ahora Barroso se incorporaba a mi lista. Carlos y Martha me visitaban cuando el trabajo se los permitía y por ende Romero; alguna que otra vez recibí flores de su parte. Disimulaba lo más que podía en frente de Fabián para no tirarlas a la basura, algo en lo que Val me auxilió mucho haciéndome señas para que me relajara. Esa misma mañana en la que fui dada de alta, Carlos fue a llevarle unos papeles a Fabián para que los firmara, yo quería tener a Nico conmigo en el apartamento y fue cuando la idea de pedírselo a él surgió.

—Carlos, ¿si recuerdas que me dijiste el otro día que lo que necesitara no dudara en pedírtelo, verdad? —asintió—. Pues voy a tomarte la palabra, pero creo que no te va a gustar -puse cara de lastima.

— ¿Qué sería eso Licenciada Ramos? —preguntó curioso.

—Bueno, quiero que recojas a mi nueva mascota de una Clínica Veterinaria que está en el Centro —pestañeé varias veces en forma de súplica antes que respondiera.

— ¿De qué mascota estamos hablando?

—Un perro.

— ¿¡No podía ser otra cosa, una cotorra, algo que no tuviera pelos?! —hizo una mueca de rechazo.

—Es que no te he dicho la mejor parte -me miró atento—. La dueña de la clínica es guapa, quien sabe si por el esfuerzo sales recompensado —sonrío con picardía; pobre, si supiera que me refería a Valeria, ni loco iría. Esos dos no podían ni verse.

—Solo porque eres mi amiga y mi compañera de trabajo, lo haré. Claro que no estaría de más conocer a esa mujer ¿cierto? —me guiñó un ojo. Fabián se acercó a nosotros en ese instante mirándonos asombrados.

— ¿Qué te pidió esta señorita de aquí para que tengas esa sonrisa boba en el rostro? —se dirigió a su amigo.

—Ya sabes que logra lo que se propone —desvió su mirada hacia mi mientras yo me hacía la desentendida.

Le pasé la dirección del lugar a Carlos, junto a una copia con la llave de mi depa. Se despidió de nosotros para cumplir su misión; aún debíamos recoger mis cosas antes de irnos a la casa. Fabián manejaba su auto con tranquilidad, algo que me resultó bastante extraño, por lo general conducía un poco más rápido, pero supuse que era por mí. Tomados de la mano, entramos al edificio y al no ver a Pedro, el portero, el corazón se me encogió; él siempre fue amable conmigo. Entramos al elevador marcando el número de mi piso, cuando Fabián aprovechó para besarme como él solo sabía. El beso se prolongó un poco más de lo esperado, pero separándose de mí con cuidado, me susurró al oído que ya tendríamos tiempo de hacer todo lo que quisiera. Abrí la puerta sorprendida de no encontrar a Carlos ahí. Justo antes de sentarme en el sofá-cama, algo pequeño y peludo se abalanzó encima de mí.

Con mis propias manos (EDITANDO)Where stories live. Discover now