Capítulo 4: Cara a cara

187 27 29
                                    

Al llegar, fuimos directo a la oficina para recoger nuestras cosas y justo cuando nos disponíamos a entrar, una voz detuvo nuestro paso. Giré sobre mis pies y ahí estaba, justo en frente mío. Esa mirada, ese rostro, nunca lo había olvidado. Inmediatamente, todos los recuerdos de ese día volvieron a mi mente como un torbellino. Muchas eran las veces que despertaba exaltada en las noches, a causa de unas horribles pesadillas, reviviendo una y otra vez aquella escena tan espantosa de mi vida. Y ahí lo tenía, cara a cara. Los años definitivamente le estaban pasando factura. En sus ojos aún se podía ver la frialdad y la amargura. Su pelo estaba cubierto de canas y pude notar que aún era un hombre poderoso que atraía a las mujeres. A pesar de los años, se conservaba muy bien.
Lo que más llamó mi atención, fue el anillo de oro que llevaba en su meñique. Tenía un grabado que no podía distinguir. "¡Que curioso, nunca antes lo había visto!"

— ¿Usted debe ser la Licenciada Ramos, me equivoco? —exclamó.

—No se equivoca señor y por favor, me puede llamar Victoria —respondí extendiendo mi mano en señal de saludo.

Noté que al pronunciar mi nombre, algo en su cara cambió. Me observaba detalladamente como si tratara de descifrarme. Podía sentir como su mirada recorría cada centímetro de mi rostro;  de pronto su gesto cambió.

—Pues oficialmente le doy la bienvenida a nuestro equipo, he escuchado muy buenas cosas sobre ti —dijo en el momento que depositaba un beso en mi mano ¡Qué asco! , sentí como mis entrañas estaban a punto de explotar.

—Espero sean buenas —contesté retirando mi mano de la suya. Hizo un ademán de aprobación.

— ¿Segura que no nos hemos topado por ahí? —cuestionó.

—Lo dudo señor, hace años no visito la ciudad —respondí con total seguridad; nada podía delatarme.

—Pues habla usted muy bien el español, a pesar de su marcado acento inglés —exclamó confuso.

—Digamos que aprendí de los mejores. Mis abuelos maternos son madrileños y en casa practicamos ambos idiomas para no perder la tradición —aclaré mientras prestaba atención a lo que estaba hablando.

—Eso explica muchas cosas —exclamó.

Por un instante pensé que me había reconocido, por suerte hace tiempo no sabía nada de nosotros y ya no era aquella niña que dejó de ver, ahora estaba dispuesta a vengarme por lo que nos hizo.

—Licenciado Duarte —se dirigió a Fabián con un apretón de manos — ¿Cómo se encuentra su señora madre?

—Recuperándose señor —contestó Fabián un tanto agobiado.

—Me alegro mucho. Ya pueden continuar su recorrido —se alejó unos pasos de nosotros hasta que se perdió entre los otros departamentos.

¿Qué habrá querido decir con eso? ¿La mamá estará enferma? Me cuestioné ante el silencio de Fabián. Su rostro se tornó preocupado y triste.

— ¿A qué vino eso? —preguntó Fabián evadiendo el tema.

—No lo sé, me habrá confundido con alguien —respondí cortante. Si algo aprendí en todos estos días, era que Fabián de bobo no tenía un pelo y que si no quería ser descubierta, debía andarme con cuidado.

Nada más entrar a la oficina, Carlos, se sorprendió al vernos juntos y pude ver esa expresión pícara en su rostro, estaba convencida que Fabián le había contado lo sucedido aquella noche en la discoteca, porque eran muy buenos amigos. Mientras tanto yo evitaba a toda costa sacar el tema, me resultaba difícil aceptar que me gustaba y ahora íbamos a estar juntos todo el tiempo; sabía que en cualquier momento, eso podría cambiar. Al rato, cada uno se dirigió en su auto hacia la Unidad para hablar con nuestro cliente, debíamos conocer las circunstancias de la detención para proceder a darle instrucciones sobre lo que debía decir.

Con mis propias manos (EDITANDO)Where stories live. Discover now