Capítulo 20: El juicio final

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Un día más de trabajo me esperaba en el bufete aquella abrumadora mañana donde todavía costaba asimilar que Romero ya no ocupaba el puesto de director. Para mí era difícil aceptar que los anteriores dueños no eran más que la familia de Victoria y aunque al principio estaba renuente a cómo procedió Romero, ahora comprendía muchas cosas. En mi mente aún seguían vivas las palabras de dolor de Victoria cuando tuvo que enfrentarse a un hiriente pasado que la perturbaba cada noche y yo de cobarde no supe escucharla. Ella buscó todas las formas posibles de contarme la verdad a pesar de saber que me mintió y yo la ignoraba. Una parte de mi la perdonó, pero la otra continuaba reacia a aceptar que ella solo intentaba ganar tiempo para reunir todas las pruebas y poder decirme. Aún recordaba la llamada anónima que me hicieron delante de ella y yo le creí; o cuando vi el grabado de sus verdaderas iniciales en el arma y ella inventó que era del tío, también le creí. Tantas mentiras se fueron acumulando que solo bastó un instante para que salieran a la luz desarmándonos por completo. Sabía que mi comportamiento no era el más correcto porque no acostumbraba a huir de la verdad, pero con Victoria sucedió que me enamoré y el miedo a que el engaño y las traiciones fueran los protagonistas de nuestra historia, era lo que me hacía huir. Al entrar a la oficina, mis ojos volaron de forma automática hasta su escritorio, pero al ver el espacio vacío, no me quedaba más que callar. Tanto Emily como Carlos intentaron hablar conmigo sobre lo sucedido y yo pasaba de ellos. Hace un mes las llamadas y los mensajes cesaron y aunque me costara aceptarlo, las extrañaba; la extrañaba. El juicio de Romero estaba pronosticado dentro de dos días, con suerte sería la oportunidad perfecta para verla. Este último tiempo sin ver su hermoso rostro y su cálida sonrisa, me estaba volviendo loco. De pronto se convirtió en una necesidad recibir sus mensajes pidiéndome perdón, las veces que buscaba la manera de quedarnos a solas para tocar el tema y como siempre el orgullo llamaba a mi puerta impidiéndome ceder.

En un instante en el que me quedé fijo mirando la foto en su escritorio, sentía la vista pesada de Emily sobre mi nuca.

—Anda, suelta todo lo que tengas para decirme —solté recostando mi espalda al asiento a la espera.

Ella me miró sin amedrentarse poniéndose de pie para estar cerca de mí.

—Eres un gilipollas ¿sabías? —protestó—. No puedo creer que hayas sido capaz de volver con Laura a pesar de todo el daño que te hizo y peor aún, dejar que Victoria lo viera —confesó dejándome sin palabras. ¿Cómo era posible que Victoria nos viera?

—Laura y yo no hemos vuelto. Ella regresó a la ciudad por otro tema, pero en ningún momento hemos tenido esa clase de acercamiento. No entiendo cómo pueden sacar una conclusión de esa magnitud —aclaré un poco confundido.

—Entonces ¿por qué ella estaba afuera del tribunal abrazándote como si de verdad existiera algo entre ustedes? —inquirió molesta.

Respiré unos minutos antes de relatarle lo que días atrás Laura me contó y aún no asimilaba.

—Después del incidente con Romero, recibí una llamada de un número que no conocía y al descolgarlo supe que se trataba de Laura. En un principio no quería verla porque era como destapar recuerdos del pasado que yacían enterrados, pero acepté para darle cierre a ese capítulo para siempre —me detuve antes de seguir—. A Laura le queda poco tiempo de vida, por eso fue que pasó por mí al terminar el juicio. Ella está felizmente casada con una adorable niña que aún no sabe que a su madre la está matando poco a poco una enfermedad mortal —expliqué sin poder evitar sentir pena por ella.

—Fabián lo siento mucho de verdad, pero no es a mí a quien deberías estarle dando esta explicación. Victoria dejó Madrid porque cree que entre tú y ella existe algo. Ella me mata si se entera que fui yo quien te dijo, pero no puedes permitir que lo siga pensando cuando no es cierto —las palabras de Emily me hicieron darme cuenta de lo estúpido que fui. Cómo mi Vicky, mi cielo iba a pensar que otra mujer pudiera ocupar su lugar. La amaba tanto que un sentimiento así era imposible de sustituir.

Con mis propias manos (EDITANDO)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum