III: Un poco de azúcar

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Ashley

Él se vuelve, yéndose de mi pastelería sin obtener lo que había pedido, pues no me dio la gana de venderle los croissants que tanto deseaba, pero antes de que pudiera dejar de ver sus ojos grises pude ver algo en su mirada: «esto no se quedará así»

Es una clara señal de que volverá.

Y por otro lado, no puedo comprender cómo es que solo cuando lo pierdo de vista es que puedo volver a encontrar la forma de respirar con normalidad, y el corazón me late en las costillas. No puedo comprender porqué alguien como él, un completo desconocido además de un ladronzuelo egocéntrico y con una marca de: peligro en la frente, está ocasionándome este caos que estoy sintiendo en este momento dentro de mí.

No lo concibo. Se ha marchado, pero su presencia todavía sigue en el lugar. Todo está lleno de él. ¿Qué está ocurriéndome de pronto? ¿Por qué me siento...?

—¿Ash? —Tallie, me llama, haciendo que la mire—. Entiendo que te haya dejado tan afectada porque wao, no exageraste cuando me dijiste que era muy guapo, de hecho, yo diría que te quedaste corta en tu definición, el condenado tiene hasta razón para haberte presumido su belleza, porque bello si es, aunque sí puedo decir que...

— ¿Decir qué? —pregunto cuando ella queda en silencio. Tallie de me queda viendo mordisqueándose el labio.

—No es que sea la mejor analizando personas, pero ese chico tiene cierta aura... oscura, su mirada está cargada de misterio y tiene tatuada en la frente esa advertencia que debería alejar a las chicas buenas de él, dice peligro.

Trago, sabiendo que ella tiene razón, pues yo había percibido lo mismo desde que lo conocí.

—Menos mal que no eres buena analizando a las personas, Tallie.

Ella se encoge de hombres, y coge un bollo, diciéndome que me lo pagaría al rato. Le da una mordida mientras se recarga del mostrador, mastica, traga y dice:

—No lo soy, pero hay personas que no pueden ocultar lo que son o que... esconden cosas, Ash. Su belleza es cautivante, pero su mirada asusta.

Sonrío negando.

— ¿No estas exagerando un poco con lo de asusta con la mirada? Tiene unos bonitos ojos grises —musito.

Tallie ríe.

—Lo digo porque hay mucho misterio colgando de esos ojos aunque sean lindos, por eso —dice, mete en su boca el último pedazo el bollo que tomó, luego busca en su mochila dinero para pagarme y cuando lo agarro se coloca la mochila sobre el hombro, dispuesta a irse—. Me tengo que ir. Recuerda que te dije que hay una aburrida fiesta en mi casa el día de hoy.

Bufa al final. Tiene toda la actitud de que quisiera que cayera un meteorito de ser posible y evite que esa fiesta se realice para no tener que asistir.

—Está bien, espero de igual modo disfrutes de tu fiesta.

Ella suelta un resoplido.

—Lo dudo bastante. Nunca he disfrutado de esas fiestas pomposas, así que no creo que esta sea diferente. Solo estaré deseando que termine o cuando me harte de todos terminaré escabulléndome para esconderme en mi habitación o en cualquier otro sitio de la casa, siempre es lo mismo —me explica—. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

Nos damos un abrazo de despedida y luego ella se retira. Yo me quedo sola en la pastelería, con el codo recargado sobre el mostrador y una de mis manos contra mis mejillas mientras con la otra tamborileo los dedos en el cristal. Estuve pensando en ese ladronzuelo por un largo rato, en toda esa cosa tan extraña que produce dentro de mí desde que lo conocí, hasta que niego y me obligo a no seguir por ese camino

Entre Cada Latido, Tú. ( SAI, Libro 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora