IX: Aléjate

2K 395 75
                                    

Ashley

Me siento de la misma forma que me sentí al detenerme frente a su puerta la primera vez, con el corazón a punto de estallar dentro de mi pecho. Trato de convencerme de que quizás lo mejor sea devolverme y volver a casa, segura porque mientras me acerco más a Kendrew corro el riesgo de perder algo que en realidad, no me gustaría perder. Me digo que con lo odioso que es puede ser que ni siquiera le importe que me haya tomado la molestia, como buena vecina porque parte hay de cierto en eso, de prepararle la sopa en el tazón en mis manos.

Porque quizás descubrí que me gusta el peligro, porque quizás, aunque sé que me quemaré de todas maneras quiero jugar con fuego.

Esas palabras que le dije a Tallie, casi sin pensar, no dejan de repetirse en mi cabeza. Siquiera sé de donde salieron esas palabras, de mi subconsciente, supongo.

Pese a ser consciente que lo mejor es darme la vuelta e irme, no lo hago, alzo la mano y toco ese timbre. Espero, espero y espero, sudando frio y caliente al mismo tiempo. Mi pulso acelerado y mi corazón latiendo cada vez más deprisa. Late con tanto brío que siento que hará un hueco en mis costillas y saldrá huyendo. Intento controlarme mientras espero y espero a que Kendrew me habrá esa puerta. Desde que toqué, según el cálculo en mi mente han pasado más de cinco minutos.

Pienso si acaso salió cuando pasaron otros dos minutos más, pero al parecerme que no pudo haber salido estando como estaba, es que apenas podía mantenerse de pie, volví a alzar mi mano para tocar una segunda vez, pero justamente cuando estoy por hacerlo él abrió, apareciendo frente a mí justamente como lo hizo horas atrás cuando vine, solo con unos vaqueros colgándole flojos de las caderas y que dejó a mi vista la goma elástica de su ropa interior. Trato de no quedarme por demasiado tiempo concentrada viéndole los músculos fuertes del pecho. Tiene unos cuadritos marcados que seguramente ha de haber trabajado muy bien en el gimnasio.

Trago duro y subo la mirada, encontrándome con sus ojos grises con los cuales me mira fijamente. Al mirarlo, noto que su rostro esta muchísimo más pálido de lo que lo vi horas atrás, hay ojeras muy profundas bajo sus ojos apagados y... tristes, además del notable sudor.

—Hola —saludo, casi tímida.

— ¿Qué haces aquí otra vez? ¿Qué otra cosa se me cayó en tu pastelería y vienes a entregármela? —pregunta. Su tono no es amable, es duro y gélido pero tratándose de él no me sorprende porque esa ha sido su principal forma de ser desde que lo conocí.

—No... yo, venía porque... —alzo lo que tengo en las manos, mostrándosela, lo vio arrugando su rostro brilloso por el sudor—. Somos vecinos y pues no sé de dónde vienes pero acá tenemos la costumbre de ayudarnos unos a los otros cuando necesitamos una mano amiga. En este tipo de barrios los vecinos somos como una familia, así que por ello te he hecho esto. Es una sopa, mi madre la llama revive muertos. No la ha hecho ella, la he hecho yo y la verdad aunque a mi madre le queda muchísimo mejor, no me ha quedado tan mal. Tómala. Te ayudará y si pudieras sería bueno que... fueras o llamaras un médico, te ves de verdad muy mal.

Él se queda mirándome fijamente, mira la sopa en mis manos, luego a mí, la expresión en su rostro tan enmascarada que no me permite analizarla y saber que está pensando o porqué está mirándome de esa manera tan... ¿intensa? Luego sucedió algo que no me esperé, se volvió entrando en su casa y dejándome ahí frente a su puerta. Lo vi caminar lejos, viendo al mismo tiempo que no ha cerrado la puerta, la deja abierta.

¿Está invitándome a entrar? Me pregunto, pero es algo que queda más que obvio, sin embargo, pararme frente a su puerta para traerle su relicario, la sopa, es una cosa y entrar ahí, con él, los dos solos, es otra totalmente distinta. No es que tenga miedo de que él pueda hacerme daño, siquiera es esa clase de miedo la que tengo, es solo que... yo... no sé si deba. Mordisqueándome el labio observo para todos lados, y lo único que capto son unos ojos viéndome desde la ventana de la sala, son los ojos cafés de Tallie. Sin que tenga que abrir los labios me dice con ellos que no lo haga, sin embargo, algo me impulsó a hacerlo.

Entre Cada Latido, Tú. ( SAI, Libro 5)Where stories live. Discover now