XIX: No es demasiado tarde

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Thalía

—Carajos, ahora lo recuerdo. Sabía que lo conocía de algún lado. Es él —Adriel dice, sacándome de mis pensamientos cuando solo pensaba sobre si había sido buena idea dejar a Ashley con ese griego en el cual no logro confiar e irme a patinar con mi chico y sus amigos, aunque claro, no sería la primera vez que ella estaría sola con él. Incluso se había ido a meter a su casa en dos ocasiones y la verdad es que salió ilesa.

—¿Es él? —le pregunto, me mira a los ojos.

—El chico que dejamos allá adentro con tu amiga, lo conozco. Lo había visto antes pero no logré reconocerlo al momento, la verdad es que se veía un poco distinto.

Frunzo ceño.

—¿De dónde lo conoces? —pregunto interesada. Adriel relame sus labios.

—Es boxeador. Su nombre es Kendrew Fairchild, ¿no?

Tuerzo el gesto.

—Uhm... sí se llama Kendrew pero su apellido no lo conozco así que no sé si es ese.

—Es ese, como te digo se ve algo diferente o debe ser porque solo lo había visto en la televisión en algunos campeonatos de boxeo a los que mi padre y yo somos bastante adictos —me dice—. Es realmente muy bueno. En los últimos años no ha perdido un solo campeonato.

—Vaya. —Es todo cuanto digo, preguntándome qué pensará Ashley es de los que ese chico que tanto le gusta es de los que adoran andar dándose golpes hasta hacerse sangrar con otros y si lo sabrá.

A mí por mi parte no me gusta el boxeo ni ningún otro deporte que tenga que ver con golpearse y sangre de por medio. Odio de todas las maneras la violencia y nunca he entendido que le ven de divertido esa gente que se dedica a eso a golpearse de esa manera hasta dejarse uno a otros hecho mierda, aunque claro, respeto a todo aquel que parece gustarle, como me dijo Adriel que parece disfrutarlo bastante con su padre por lo que ha dicho.

—¿No has venido en tu moto? —pregunto, asombrada al ver que Adriel me abre la puerta de un vehículo de cuatro ruedas.

—Así es —contesta.

—Qué lástima, con lo que me encanta ir en tu moto —mascullo, con una tristeza algo falsa, la verdad.

Adriel niega, sonriendo, besándome en la frente.

—Mentirosa, bien que odias subirte en mi motocicleta pese a que te he demostrado que soy muy bueno llevando el volante.

Suelto una risita.

—No lo puedo evitar, aunque se trate de ti y es verdad que manejas con calma, no sé si porque vas conmigo detrás o porque así manejas diferente a casi todas las personas que he visto ir en motocicleta y que realmente van a una velocidad alarmante, que me haces sentir segura es solo algo, no del todo. No me gustan las motos incluso habiéndose subido en varias ocasiones contigo —admito, Adriel se acerca a mí, me rodea las caderas con sus brazos para llevarme cerca suyo y después de mirarme detenidamente a los ojos por un rato posa sus labios sobre los míos.

Yo los entreabro dejándolo entrar y él empuja su lengua dentro de mí y al tiempo que juego con el cabello de su nuca entre mis dedos me dejo devorar por su boca.

Me besa durante un tiempo relativamente corto, pero me deja con los pulmones a punto de colapsar como si verdaderamente hubiera estado besándome por un rato muy largo.

—Gracias por a pesar de que no gusta confiar en mí para haberte subido en mi moto. Gracias, fea —me dice, entre beso y beso—. Ahora vámonos que mis amigos nos esperan en la pista de patinaje.

Entre Cada Latido, Tú. ( SAI, Libro 5)Where stories live. Discover now