XIII: Dolor bonito

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Kendrew

Mi vida se convirtió en una pesadilla desde el día que me metí a recoger esa pelotita a la calle a mis cinco años, mi madre se metió para salvarme y murió. Todo fue tanto después de ahí, el peso en mis hombros volviéndose cada vez y cada vez más difícil de soportar a medida que los años pasaban, entonces, cuando me doy por vencido, cuando me doy cuenta que después de nadar tanto en el fondo sin encontrar la orilla, de caminar entre penumbras; en la oscuridad realmente, sin ver la luz, cuando cada día era lo mismo, el mismo infierno, las mismas pesadillas, el mismo dolor, las mismas ganas de dejar de sentir, aparece ella y me hace sentir algo diferente al dolor, algo más bueno, algo más dulce, algo a lo que no sé qué nombre darle, o tal vez simplemente no quiero buscarlo, pero en definitiva, desde que empezó a hacer sentir todo esto, aunque el dolor sigue ahí, no puedo negar lo bien que se siente sentir algo diferente, sentir otro tipo de necesidad diferente a que deje de doler, a querer morirme.

Después de ese día en la pastelería de su madre que le dije que no volviera a mi casa para no causarle problemas a causa de que cayera en la boca de algún vecino que hablara en mal de ella por verla entrar a mi casa, y que fuera peor si llegara a oídos de su mamá, pese a haberle dicho ese día que estaba dispuesto a disfrutar esos últimos días que me quedan, en pocas palabras, de todas maneras, yo había tratado de luchar conmigo mismo y mi desesperación de verla, de tenerla cerca de mí, luchando contra lo egoísta que estaba siendo y por ello estuve lejos de Ashley durante cuatro días, incluso pensé en la posibilidad de mudarme, pero como siempre, terminé perdiendo la batalla y cuando menos me lo esperé estaba frente a su puerta.

Y cuando me acerqué y le besé de esa manera fue como si hubiera querido en ese beso encontrar mil razones para no rendirme, para luchar no por seguir haciéndome daño tratando de alejarme de una chica que no deja de jalarme como el metal a un imán si tuviera a mil kilómetros de distancia, la chica que está posicionándose entre cada latido de mi corazón, sino intentar no darme por vencido y al fin encontrar la orilla, al fin salir de la oscuridad.

Cuando ya no pueda verte más, el dolor me aniquilará porque aunque sé muy poco del amor sé que tiene que parecerse mucho a lo que siento por ti.

Suspiro mientras me veo en el espejo de mi baño, unos segundos después de haber vomitado y recojo la sangre que ha salido desde los hoyuelos de mi nariz. Me miro y noto que he perdido peso, entre otros síntomas, y sé que son a causas de la enfermedad. Dejo de mirarme, me inclino sobre el lavado para lavar mi cara, acto seguido salgo dirigiéndome a mi cama y me dejo caer en ella sintiendo una notable debilidad en el cuerpo, además de dolor en las articulaciones y los huesos. Lo he sentido durante días, otros síntomas de la enfermedad que no me he permitido combatir con ningún tratamiento porque tengo claro lo que sigo queriendo, necesitando. ¿Sigo queriéndolo, habiendo dicho que gracias a Ashley hay una sensación nueva en mi cuerpo, en mi interior, que me llena, que me causa una desesperación diferente a querer morirme, que deje de doler, y a cambio siento la desesperación de estar cerca de ella, de abrazarla, de sentirla, de olerla, cuando siento bonito cuando me prepara así sea un simple sándwich y un batido, como la noche anterior?

Me ovillo en la cama, viendo el sol colocándose a través de las rendijas.
Cuando te pedí que me contaras tu historia antes me dijiste que si lo hicieras encontraría las fuerzas para escapar de ti, pero estoy completamente segura de que si lo hicieras, si confiaras en mí para contármelo todo, no huiré, me quedaré a tu lado de la misma forma que ahora.

Y había estado a punto, había estado a punto de contarle mi historia como tanto ella quiere escuchar, estuve a punto de probarla, de saber si verdaderamente querrá quedarse ahí, junto a mí, que no correrá lejos cuando le diga que soy un asesino, que no solo maté a mi madre, sino que... años más tarde también asesiné a mi padre, pero las palabras no salieron de mi boca. Recuerdo que lo único que pude hacer fue salir huyendo de su casa, fue escapar cuando todo lo que deseaba era seguir ahí con ella, sintiendo esa sensación dulce que Ashley me provoca cuando la tengo cerca porque cuando la beso, la abrazo o la miro, mi pasado se queda eclipsado y... no duele tanto. En realidad, había preferido salir huyendo que decírselo porque contarle mi historia era más que decirle a esa dulce chica, no solo que este chico del que ella dijo siente algo parecido al amor cuando ninguna chica sintió algo así por mí, al menos no tan puro, no tan limpio, le persigue la culpa el dolor, que está roto; desecho en mil pedazos por haber causado la muerte de su madre y posteriormente haber asesinado a mi propio padre sino que para contárselo todo tendría que volver a esos momentos y no quería.

Entre Cada Latido, Tú. ( SAI, Libro 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora