❝Nunca te olvidas de una persona que vino a ti con una antorcha en la oscuridad.❞
Harry Potter pensaba que sería un verano normal en el campamento mestizo, ya sabes. Gente mirándolo y juzgado por quien es, competencias, vencer y burlarse de alguno...
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HARRY SIEMPRE HABÍA TENIDO SUEÑOS RAROS.
Después de todo él era un semidiós y eso estaba desgraciadamente en su naturaleza divina, algo a lo él mismo se había acostumbrado con el pasar de los años, pero nada lo preparó para el siguiente sueño que lo dejaría en un profundo estado de alteración y confusión
¿Genial, no?
Harry no sabía dónde se encontraba, era una habitación muy antigua y medieval, en medio de aquella habitación había una cama lo suficientemente grande para dos personas o más, al fondón había dos grandes puertas que para extrañeza de Harry sabía que una era el aseo personal y la otra el inmenso armario. El suelo tenía una alfombra de color negro oscuro que hacía resaltar la luz de la luna que se filtraba por el balcón ubicado cerca de una pequeña chimenea a unos pasos de la cama y en medio de unos sillones elegantes y antiguos.
Harry fui consciente de cómo un hombre de unos diecisiete años arreglaba con esfuerzo y añoro la bella habitación que parecía digna de la realeza, estaba de espaldas lo que dificulta que Harry pudiera observar su cara pero cuando se volteó. Harry dejó escapar un grito de sorpresa por lo que vio.
Era él.
Tenía el cabello tan revuelto como siempre a excepción de que este estaba más largo casi llegando al cuello pero recogido en una coleta, él chico-que se parecía a Harry- se apartó un mechón de cabello tras la oreja dejando al descubierto los mismos ojos esmeraldas del mismo Harry, su cuerpo era más alto y parecía ligeramente más fuerte, vestía una ropa muy rara como si fuera un sirviente de estilo medieval, él chico caminó alrededor de la habitación revisando todo con ojos críticos hasta pararse en el centro y por fin dejar que una suave sonrisa adorne sus labios.
