Capítulo V

274 78 9
                                    

Aún con los ojos cerrados, escucho el rugir del viento afuera. La calidez de las sábanas me hacen querer siempre acurrucada en la cama pero tristemente no puedo, por una situación horrible que se llama: ir a trabajar.

Me levanto y arrastrando los pies voy hasta el baño, dónde tomo una ducha rápida y luego de vestirme, bajo las escaleras dirigiéndome a la cocina pero unas voces en la sala hacen que dé pasos hacia allá hasta atravesar el umbral, convirtiéndome en el punto de atención de las personas presentes.

—Oh Skate, ya te levantaste — dice mi mamá

No, todavía estoy durmiendo, solo que mandé a mi espíritu a avisar que dentro de 5 minutos despierto.

—Ellos son nuestros nuevos vecinos —sigue hablando y yo lo único que hago es ver a las personas en mi sala —Vivirán en la casa de al frente

Una bella mujer de pelo rubio, cara perfilada y ojos verdes, aunque se le puede ver que tiene sus años se ha mantenido, igual al hombre a su lado; piel morena, cabello castaño oscuro y ojos negros.

El hombre de la librería.

—Bueno, ellos son los Señores Ferrer— sigue hablando mi madre al ver que no digo nada.

Paso mi vista hacia ella, observando cómo muerde su labio el cual ya está bastante agrietado.

Frunzo el ceño.

Mi madre cuando está nerviosa tiende a morderse el labio inferior.

— Es un gusto conocerte, Skate.

Escucho que dice la mujer y desplazo mi mirada hacia ella, viendo que tiene su mano extendida hacia mí y rápidamente se la estrecho. El hombre se acerca a hacer lo mismo, pero un poco más tímido. Tomo su mano estrechandola pero no la suelto, solo me quedo observandolo a los ojos, igual que el a mí.

Negro con negro.

—¿Qué tal el libro?—pregunto, volviendo a la realidad y alejando mi mano de la suya.

—Bueno, no es muy agradable leer a dos adolescentes follar como conejos, pero lo demás está bastante bueno.

—Buenisimo está—rectifico, sonriendo de lado.

—Si tú lo dices, así es—dice, asintiendo con una sonrisita.

—Nos invitaron a cenar a su casa pasado mañana— dice mamá, lo que me hace quitar la mirada del hombre frente a mi—Y vamos a ir.

Lo dice con tal convicción que me queda claro que no hay lugar para quejas.

—Tenemos que irnos—dice el hombre, tomando de la mano a su esposa —nos vemos pasado mañana.

—Que tengan un lindo día— expresa la señora y mi mamá le responde con un sencillo “igualmente”.

Los acompaña a la puerta, allí se quedan hablando de algo que no llego a escuchar mientras yo voy a la cocina tomando una manzana y pegándole un mordisco.

—Skate—grita desde las escaleras—Tengo turno está noche, así que iré a dormir un rato ¿Si?.

Y seguido, escucho sus pasos por las escaleras.

....

Me tiré a la cama y con la ayuda de cada pie, me quito los zapatos, enredándome entre las confortables sábanas de mi cama, las cuales me brindan calidez mientras escucho como las gotas de lluvia caen en el techo.

Meto mi mano por debajo de la almohada, sacando el pequeño cuaderno con forro de cuero que encontré en el sótano de mi padre.

Anoche después de ver el mural de la pared me quedé hurgando un poco más, hasta que encontré este cuaderno pero justo cuando lo iba a abrir, escuché algo cayendo en la sala, seguido de pasos por la casa. Entonces, escondí el cuaderno entre mi pijama y con pasos sigilosos, subí las escaleras metiéndome en mi habitación, envolviendome en las sábanas con el cuaderno abrazado a mi pecho, sintiendo los latidos frenéticos de mi corazón.

BranxtorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora