Capítulo XXXIV

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Piso el acelerador a fondo mientras se hace más y más oscuro, apenas es visible el pasar rápido de los árboles

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Piso el acelerador a fondo mientras se hace más y más oscuro, apenas es visible el pasar rápido de los árboles.

En pocos minutos observo las paredes grisáceas gracias a la luz de un farol en la calle. Freno, dejando el auto en medio de la calle, corriendo hasta el portón.

-Soy Skate, abre.

Los minutos pasan y el portón no se abre. Presiono una y otra vez el timbre. Camino de acá para allá, dejando las marcas de mis botas en la nieve.

-¡Abre el jodido portón, Skott!.

Estoy empezando a temblar mientras que cada respiración es acompañada de vaho.

-¡Skott Harrison, abre en este maldito instante porque si no te haré pagar por todos tus errores!.

E inmediatamente, el portón se abre, dejando un pequeño espacio por donde me adentro a la estructura.

Corro, sintiendo como mis botas de hunden en la nieve haciéndome difícil la tarea, pero aún así logro llegar hasta el porche, adentrandome a la casa que se encuentra cálida.

Un escalofrío me hace erizar la piel, y de repente siento una gran opresión en el pecho que me dificultad respirar.

Corro al pasillo y cuando estoy apunto de adentrarme a el, alguien se interpone en mi camino, haciendome caer al piso.

Y en ese preciso momento, es que puedo sentir el zumbido en mis oídos, el como mi corazón late desbocado y el como mi visión se nubla gracias a las lágrimas.

Sintiendo la calidez de ellas correr por mis mejillas, levanto la mirada, encontrándome con esos orbes verdes que me miran desde arriba, con superioridad, arrogancia y odio, pero muy, muy lejos puedo ver un pequeño destello de dolor en ellos.

Me levanto del suelo, sintiendo mi trasero adolorido y limpiando mis lágrimas con brusquedad. Sigo mi camino, tratando de pasar por su lado, pero el se interpone nuevamente.

-No puedes entrar- demanda.

Pongo mis ojos en él.

-¿Por qué no?.

-Es peligroso.

Una risa irónica brota de mi garganta.

Doy un paso, tratando de pasar de nuevo hacia el pasillo, pero no me deja hacerlo.

-¡¿Acaso estar sorda?! ¡Maldita sea! ¡Te estoy diciendo que es peligroso!.

-¡¿Y yo?! ¡¿Yo también soy peligrosa, papá?!.

Y para este momento, ya los dos nos estábamos gritando.

-¡¿De que estas hablando?! ¡¿Estás loca?!.

-¡Tú sabes de lo que hablo! ¡Yo también soy uno de ellos! ¡¿Entonces yo también soy peligrosa?!.

En ese instante soy consciente de como todo su cuerpo se tensa. Aprieta la mandíbula y los puños, y cuando fija sus ojos en los míos, de inmediatamente los desvía hacia algo detrás de mí.

Mis comisuras se alzan.

Claro que él si lo sabía.

Suspiro, tratando de calmarme.

-¿Sabes? Antes de venir aquí estaba ahorcando a un chico, con mis propias mano, y no sabes lo bien que se sentía.

Escucho un jadeo detrás de mí, entonces me doy cuenta que Alejandro estuvo detrás de mi todo este tiempo.

Mis manos empezaron a temblar.

-¿Pero sabes lo malo de eso? Y no, no es porque estaba matando una persona- suelto una risita amarga, y él pone sus ojos en los míos, con el ceño fruncido en confusión-¡Era que estaba matando a mi puto hermano!.

Siento mi garganta desgarrarse, y ya no soy capaz de sostener las lágrimas que se acumulan en mis ojos, que caen libremente, haciendo un recorrido por mis mejillas.

-Skate...

Intenta acercarse a mí, pero doy un paso atrás, huyendo de su contacto.

Un sollozo brota de mi garganta sin poder evitarlo. Limpio mis lágrimas con rabia.

-¡¿Cuando planeabas decirme que no eres mi maldito padre?!.

La energía empieza a fallar, haciendo que las luces comiencen a parpadear.

-P-por eso no te dolió abandonarnos ¿Verdad? ¡Y yo lamentándome como una estúpida!.

-Dejame explicarte-su voz se ha vuelto extrañamente suave y dulce mientras intenta acercar a mi de nuevo, haciéndome retroceder.

-¡¿Que?! ¡¿Que me vas a explicar?! ¡¿Que no soy tu maldita hija?! ¡Eso ya lo tengo claro!.

Los bombillos explotan, haciendo que pequeños fragmentos de vidrio salgan disparados hacia todos lados, dejando el lugar en penumbras.

No me muevo, no hablo. Estoy como en un trance que no logro salir hasta que veo que Skott corre dentro del pasillo, iluminado por las luces rojas, adentrándose a la habitación. Corro rápido, atravesando todo el pasillo aunque las luces me molesten, siento que todos me da vueltas, pero aún así llego hasta la puerta, girando el pomo que no cede.

-¡Maldita sea, Skott! ¡Abre la puerta!.

Sigo intentando, dándole golpes y patadas pero no se le hace ni una raya.

-Por favor, Skott-digo, en un susurro lastimero, ya con la garganta irritada de tanto gritar.

Un sollozo sale de mi garganta.

Me tiro al suelo, abrazando mis piernas y recostando las espalda de la puerta.

Aparta mi cabello con delicadeza, para luego acariciar mi cabeza.

Levanto la mirada, observando sus ojos verdes que me brindan calidez. Pasa el dorso de su mano por mis mejillas, limpiando mis lágrimas.

-Vamos, levántate.

Niego con la cabeza, ya sin fuerzas de hacer nada más que echarme a llorar.

-Hazlo, Skate. A Tyler jamás le gustaría ver a su rojita así.

-No me está viendo ahora.

-Pero te siente, Skate, y sentir que sufres no lo está ayudando en nada.

-¿Acaso la conexión de Branxtor puede hacer eso? ¿Sentir cuando otro sufre?.

-No.

-¿Entonces por qué lo sentiría?.

-Porque él te ama, Skate, y esa es la conexión más grande.

†††††††††††††††††††††††††††††††††††††††††††††

Amoooo.

Capítulos finales, mi gente.

Avisados.

Chau.

-Ori.

BranxtorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora