Capítulo XXIX

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Hace media hora que mamá se quedó dormida en el sillón de la sala, a mitad de la película que ella me obligó a poner porque según le encantaba.

Cuando llegue en la tarde, después que Alejandro me sacara como a perro con sarna, mi madre me recibió con un gran almuerzo y mi pastel favorito. Con la idea de tener un día de madre e hija, con miles de planes que ella hizo y que al final no completamos, ya que solo fuimos a llevar las cosas que ya había empacado a un pequeño centro de ayuda en el pueblo y ver películas a las cuales no les puse mucha atención.

Tomo el teléfono de la mesita frente a mi, y lo enciendo, revisando la hora.

El reloj marca las 9:50 pm, y con movimientos cuidadosos, me deslizo del sillón hasta tocar el frío suelo. Con pequeños pasos silenciosos, salgo de la estancia, dirigiéndome al sótano que se encuentra al lado de mi antigua habitación. Abro la puerta de madera con pegatinas de Tinker Bell que mi yo niña puso. Extiendo mi brazo, hasta con mis dedos tocar el interruptor y encender la luz.

Bajo las escaleras y camino hasta una de las esquinas más oscuras, esas que la bombilla en el medio del lugar no alcanza a iluminar. Me acerco a una pala que se encuentra recostada de la pared, tomándola y dando media vuelta, para caminar a la salida cuando todo queda en oscuridad.

Abro los ojos y los vuelvo a cerrar cuando la luz pega en mis ojos, irritandolos. Parpadeo un par de veces, acostumbrándome a la luz, y a lo blanco y resplandeciente que es el lugar. Abro los ojos, aún viendo pequeños puntos negros en todos lados.

Miro a mi alrededor para adivinar donde estoy, pero me doy cuenta donde cuando veo el cuerpo acostado en la cama, dándome la espalda. Me acerco a él, sentándome a su lado y observo como rompe el sobre.

Me inclino para ver si rostro, encontradome con una pequeña sonrisa que hace que mi estómago se revuelva. Mi mano va hacia su cabello, acariciando esas hebras azabaches un poco largas y sedosas.

Desplega el papel, dejando a la vista la caligrafía cursiva, casi perfecta que me obligue a mi misma a tener.

Sus ojos se desplazan entre las palabras y pongo mi vista en la hoja, releyendo lo que escribí esta mañana.

Tyler.

No te pongo querido porque esa palabra no me gusta, si te digo la verdad, la detesto. Siento que es un seudónimo hipócrita, y no me preguntes de dónde saque esa conclución, porque no lo sé. Así que te agradecería que jamás en tu vida, me llames de esa forma.

Te escribo esta carta porque no encontre una manera de comunicarte esto sin que nadie nos interrumpa o con la leve sospecha de que mi padre lo escuchará.

Esta noche vendré hasta aquí y no, no te visitaré. Me quedare fuera de los muros que encierran el lugar.

¿Recuerdas que te prometí que te sacaría de esa maldita jaula? Pues, yo siempre cumplo mis promesas, bueno, eso intento. Y no puedo irme de este pueblo sin saber que estas libre, porque quiero que lo seas, quiero que seas libres de ese tipo de libertad que no todos tenemos.

Antes de entrar en la mañana a verte, aproveche para estudiar toda la cerca y perímetros, y puedo decir que es realmente grande.

Esta noche, Alejandro y yo, haremos un hoyo por debajo de él muro, detrás de una habitación que está fuera de la casa y cerca de una jardín de flores raras. Cavaremos lo suficientemente grande para que salga una persona, para que salgas tú.

Lamentablemente, no podrás salir esta noche, ni siquiera mañana. 29 de septiembre, ese será el día en el que puedas respirar aire puro y que el sol pegue en tu rostro, tu palidez lo agradecerá.

BranxtorWhere stories live. Discover now