Un trato.

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Rarity revisaba sus pertenencias aquella mañana. Habían llevado, además de sus telas, ropas y diseños, todo lo que tenían de comida. Sacó con una sonrisa satisfecha el paquete de harina, azúcar y el montón de cosas que se llevó en una canasta grande. Abajo la esperaban Fluttershy, Pinkie Pie, Rainbow Dash y Twilight, que no hacía más que repasar el libro de recetas que habían llevado con ellas, y mirar a Rainbow de vez en cuando, procurando ser discreta. Observarla le permitió comprender que la cocina no le permitía brillar como otras veces en las que podía destacarse por su espontaneidad y su sentido de competencia.

-Deberíamos bajar de una vez todo lo que sea de cocina -escuchó comentar a Rarity cuando regresó, sin prestarle mucha atención.

Tan solo poco tiempo después de que comenzaran a vivir con ellos, había comenzado a seguirla a todos lados con la mirada. Su brillante cabello de colores siempre permanecía rebelde y vistoso, justo como su personalidad. Pero había mucho más para admirar: su voz grave, sus movimientos espontáneos, lo evidente que resultaba cuando algo no le salía bien, y sus gestos llenos de picardía, arrogancia y algo... juguetón. Su manera de comportarse no era similar a la de ninguna mujer o chica que hubiera conocido, y eso atraía su atención como un imán.

Pero eso no era todo, y era muy consciente de ello a esas alturas: también le gustaba su rostro, el color de su piel, sus ojos y no se olvidaba de su figura. Había dejado atrás la vergüenza muy pronto, de modo que ya había podido verla pasear por la mansión con poca ropa muchas veces. Y sus ojos iban directo a los músculos marcados de sus brazos y sus piernas, de su abdomen trabajado, y a su silueta curvilínea pero fuerte.

No encajaba con las ideas más extendidas de cómo era una mujer atractiva, pero para ella era hipnotizante y le hacía sentir mariposas en el estómago. Recordaba haber gustado de un chico una vez, pero de ninguna manera era como gustar de ella. Simplemente le provocaba muchas cosas, y no todas eran tan inocentes como la admiración o la simpatía; Rainbow Dash era su ideal de belleza y deseo encarnados.

Entonces Rarity enterrumpió sus ensoñaciones cuando fue a buscar la receta que usarían ese día. Sería un pastel de chocolate con nueces.

-Les encantará -dijo feliz, mientras vertía parte del paquete de harina en un contenedor grande-. ¿Te gustaría ayudarnos, querida? -le preguntó al verla tanto tiempo sobre el libro de recetas.

-Ouh... Gracias por la invitación, Rarity, pero no sé mucho de hacer pasteles.

-¡¿Qué?! -saltó Pinkie Pie-. ¡He tratado de enseñarte desde que nos conocimos!

La pobre chica terminó haciendo un puchero triste, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

-Bueno, es que... Nunca he podido entenderle a tus explicaciones. Lo siento, Pinkie -respondió apenada, recordando aquellas lecciones caóticas en las que su amiga las había cubierto a ellas y a la habitación misma con harina.

-No creo que haya problema si no sabes -intervino Fluttershy-. Nosotras te iremos diciendo que hacer.

-Sí, no es la gran cosa -rodó los ojos Rainbow Dash, con una sonrisa-. Si Pinkie Pie y Fluttershy pueden, entonces tú también.

-¡Oye! -reclamó Pinkie.

-Eh... No... Por hoy prefiero verlas. Prometo que lo intentaré para la próxima.

-Hecho -dijo Rarity-. ¡Manos a la obra, chicas!

Cada una fue preparando algún ingrediente, cuando Rarity comenzó a cantar.

El fantasma Discord de París.Where stories live. Discover now