Reconfortar.

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Caminó entre los pasillos y los puestecillos del mercado, de buen humor, mientras tarareaba una melodía. Disfrutaba de su compra y amable, le pidió al joven que ofrecía los productos en uno de los puestos, un kilo de fresas. Ese día tenía ganas de fresas con crema y le ilusionó que Rarity y Rainbow Dash se entusiasmaran con la idea de que fueran el postre. Agradeció y pagó de buena gana por las frutas. Inclinó la cabeza como despedida antes de girarse para ir al puesto de pescados. Ella evitaba casi siempre consumir carne, puesto que no le gustaba la idea de que hubiera sido antes parte de animales con sentido del dolor y del miedo, pero a Rarity y a Rainbow Dash les gustaba. En eso, algo alteró su estado de ánimo tremendamente: era el juez.

Por un momento se giró hacia el primer puesto que se topó. Deseaba fingir lo mejor posible que no lo había visto y por ese motivo compró calabazas y jitomate en ese lugar. No funcionó.

-Señorita Fluttershy -murmuró el hombre, a modo de saludo, y le hizo una reverencia educada.

-Juez Stern -contestó con tono frío.

-No tiene idea del gusto que me da encontrarla aquí.

-No pensé que un hombre de tan alta posición vendría al mercado de París a hacer sus compras -dijo aún sin mirarlo.

-Es un placer extraño que muchos nos damos.

-Gracias -le dijo al hombre que le entregó su pedido y comenzó a caminar hacia el puesto de pescado. Con incomodidad notó que la seguía.

-Señorita Fluttershy... -comenzó luego de que hizo su nuevo pedido-. Lamento mucho haberla ofendido la semana pasada en el desfile. Me salí de mis casillas ante la situación.

Fluttershy apretó los labios en un esfuerzo de no decirle lo que pensaba.

-Me encantaría darle una explicación de mis acciones y de mi ofensa, si me lo permite.

Finalmente lo vio. Se sintió un poco cohibida por su estatura alta y su rostro de apariencia severa. Nunca le había visto con atención los ojos amarillos, bellos, pero de mirar helado. Su mirada vaciló una fracción de segundo pero luego la endureció, nuevamente. Había hecho lo posible por evitarlo y no dirigirle la palabra los pocos días de la semana que lo vio. Cada vez había pretendido estar ocupada y no poder prestarle atención y en esos momentos deseaba, más que nada, que la dejara en paz.

-Sus disculpas son más que suficiente, señor.

-Me temo que la he ofendido mucho y por eso me gustaría darle una explicación más o menos amplia en algún lugar tranquilo. Por favor.

-Me sorprende, juez. ¿Por qué iba a importarle que una mujer sin importancia como yo entienda sus motivos? -dijo sin hablar en serio. En realidad no tenía interés en escuchar sus justificaciones. El hombre al que había tratado de proteger era bueno y no merecía eso. Estaba segura.

-Insisto -hizo una profunda reverencia.

Fluttershy se mordió la lengua, tratando de no exteriorizar su ansiedad. Parecía no haber otra manera. Lo escucharía hablar y luego fingiría perdonarlo.

-De acuerdo -dijo de mala gana y le siguió.

Rechazó su ofrecimiento de cargar la canasta. El juez no se atrevió a ofrecerle su brazo. Llegaron al lugar: una cafetería pequeña, pero muy elegante. Escogieron una mesita al fondo. Fluttershy se sentó dejando su canasta en la silla de al lado. Luego apretó la tela gris de su vestido entre sus manos y respiró profundo, tratando de aliviar su tensión.

Permanecieron en un silencio incómodo, durante el cuál Fluttershy contempló el pequeño menú, hasta que llegó una mesera para pedir sus órdenes. Fluttershy notó que se le quedó viendo largamente al juez.

El fantasma Discord de París.Where stories live. Discover now