Nuevos amigos.

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Double Diamond miró hacia enfrente, de mal humor, reprimiendo un suspiro mientras lo veía caminar rápido. Tenía que seguirlo, como siempre. Era su trabajo, y era importante si quería escalar y conseguir lo que quería.

Llevaba días molesto. Cada vez estaba más irritable, y claro, quienes se llevaban la peor parte eran aquellos con los cuáles descargaba su furia en los juzgados. Todos lo encontraban más aterrador que nunca. Menos él, por supuesto. En un inicio le había sorprendido, y hasta divertido, pero con el pasar de los días había perdido su gracia ya que ahora debía ser mucho más cuidadoso que antes.

Entonces los dos consiguieron ver algo por el rabillo del ojo. O más bien, a alguien... Una joven de piel amarilla, pálida, un color tan familiar, pero pese a que su cabello era rosa, éste era de un tono más oscuro y no era lacio, sino que caía de un modo mucho más llamativo, ondulado. Su cuerpo era ligeramente más voluptuoso, lo cual sin duda no le molestó a Double Diamond. Sin embargo, el mayor cambio estaba en su rostro. Si bien era bonita, no había ningún parecido con Fluttershy. No tenía la ternura, ni la hermosa forma de los ojos, ni la expresión tímida, ni su peculiar mirada.

Double Diamond perdió el interés rápidamente y en cambio se fijó en el juez, quien perdió el brillo de los ojos. La esperanza se desvaneció de su rostro y su expresión se endureció de nuevo. Lo vio apretar los dientes con frustración, respirar profundo y continuar caminando, aún más apresurado que antes.

De nuevo se le formaban las preguntas. Se preguntó qué haría si la viera. ¿Correría a pedirle disculpas? ¿Se arrodillaría a sus pies para suplicarle que lo acepte? O quizás... ¿la atraparía para no soltarla nunca? ¿La amenazaría? ¿La obligaría a aceptarlo? Con certeza, supo que Fluttershy debía imaginar algo más cercano a la segunda posibilidad. Ella le temía, estaba seguro. Y aquello había sido algo sumamente torpe para un hombre de su edad... Asustar así a una pobre chica, tan tímida y asustadiza como Fluttershy. Cualquiera podía ver que para conseguirla debía tratarla cuidadosamente, ser gentil, sutil... Pero el estúpido lo había arruinado todo con su brusquedad y falta de paciencia.

En su sociedad no era mal visto que un hombre mayor terminara cortejando y conquistando a una joven, incluso si se veía tan joven como Fluttershy. Muchos hombres, especialmente los adinerados, lo hacían. Y con el poder del juez, tampoco hubiera sido impedimento, aún si hubiera sido realmente mal visto. No había obstáculo para él. Podía haberlo conseguido de haber jugado bien sus cartas. Y de nuevo pensaba en que era imperdonable para alguien de su edad...

Y entonces se le ocurrió: quizá no tenía mucha experiencia en relaciones normales con mujeres, después de todo, aún si por su edad uno podía imaginarse lo contrario. Se le escapó una risa que cubrió con sus dedos. Earnest Stern evidentemente no lo notó.

Sin embargo, también tenía sentido porque al menos entonces era un hombre muy "correcto", o al menos él se consideraba de esa manera. Algo hipócrita, sin duda, porque después de todo estaba dispuesto a arruinarle la vida a Fluttershy y a sus hermanas para mantenerla a su lado. Despreciable, sin duda. Pésima estrategia, también. Y siempre había sido la misma, según recordó lo que había pasado con esa joven con la cuál se había obsesionado antes de Fluttershy. Tan lamentable que  solo podía causarle gracia.

La boutique llevaba vacía ya una semana. Al principio le había sorprendido también. Sin embargo, él conocía su situación. Había conversado lo suficiente con Rarity para obtener toda la información importante, y sabía que regresarían, pues no tenían a nadie en el mundo. Y entonces, dado que el juez había perdido su oportunidad, él podría tener la suya. No solo era más astuto, también era montones de veces más atractivo. Toda mujer que lo veía se sentía atraída por él, incluida Fluttershy. La había visto sonrojarse muchas veces, la había visto esconderse detrás de Rarity la primera vez que se vieron. Todo lo que tenía que hacer era, como siempre decía, jugar bien sus cartas.






















El fantasma Discord de París.Where stories live. Discover now