El festival de los tontos.

196 22 8
                                    

Una música alegre de panderos, flautas y tambores se extendía ese día por las principales calles de París, especialmente cerca de Notre Dame.

Se sentía la excitación en el aire, se escuchaba a las personas hablar animadamente y él estaba de buen humor. No era tan reprimido ni tan hipócrita como para negarse a sí mismo los placeres de la vida, incluido uno tan inocente y superficial como ese. El juez Stern, en cambio, avanzaba con una mueca de desprecio.

-Vea eso, alguacil... Repugnante. Nada más que caos, costumbres paganas y libertinaje. Una ofensa para las buenas costumbres -terminó de decir con mirada juzgadora sobre un par de niños que pasaron corriendo enfrente con juguetes gitanos.

-En efecto, señor -le dio la razón copiando su expresión-. Tenemos suerte de tener a un hombre de su carácter como juez y ministro de justicia.

-Usted, Double Diamond, llegará a ostentar alguno de mis cargos, y entonces se enfrentará a ese tipo de... problemas también, no solo a esas alimañas. Confío en que es un hombre de buen juicio.

-Gracias, señor.

Se dirigían al Palacio de Justicia. Las personas empezaban a aglomerarse para el inicio del desfile.

-No falta mucho para la reunión, señor Stern -cambió el tema-, y su traje promete ser muy elegante. Y eso que lo obtuvimos en una tienda tan humilde como esa.

-Muchas veces se obtienen cosas de calidad en esos lugares, pero mucho menos costosas. Prácticamente regalan su trabajo. Debe ser porque necesitan vender. Ya me hacía falta un traje nuevo.

-¿Cuándo lo tendrá listo la señorita Rarity?

-En tres días, a partir de hoy, según dijo.

-Que suerte, señor. Se verá bien. Quizá encuentre el amor de una mujer hermosa ese día.

El juez soltó una risa sombría.

-No, Double Diamond. Las damas rara vez se fijan en hombres viejos, como yo.

-Usted es un hombre muy respetado, señor Stern.

-¿Y qué me dice usted, Double Diamond? ¿Ya se ha interesado en alguna dama? ¿Quizá sea la señorita Fluttershy? -preguntó lo último con frialdad.

-No, señor, se equivoca -mintió-. La damita es muy bella y amable, claro que sí, pero si no le molesta a usted, debo admitir que mi atención se la ha robado la hermosa Rarity.

El adusto hombre levantó el mentón, satisfecho.

-No es difícil de entender, su belleza es deslumbrante. Siento haber malentendido. Yo había pensado que se había interesado en la señorita Fluttershy debido a que la llevó a dar un paseo.

-Sí, lo recuerdo. Pero no es como usted pensó. Pude darme cuenta de que Rarity es muy hábil y se mantiene ocupada en su trabajo. La señorita Fluttershy, por otro lado, no tenía mucho que hacer y se había aburrido. Quise hacernos un favor a ambos.

-Tiene sentido.

-En todo caso, es probable que veamos a las tres hermanas hoy. Accidentalmente le mencioné a la señorita Fluttershy que hoy habría un desfile. Si Rarity se permite darse un respiro, quizá vengan.

-¿Qué? No debió mencionarlo, alguacil -sentenció con desagrado.

-Son jóvenes y sobre todo, son mujeres. No entienden las cosas con la misma claridad que nosotros. Se ven como damas respetables. Hay que dejar que se diviertan... Mientras aún haya gitanos, cirqueros y un festival al que puedan asistir.

Con eso, el juez esbozó una sonrisa satisfecha.









Nuevamente caminaban las tres juntas por las calles de París, como no habían hecho desde que habían llegado, mas que de noche. Si bien siempre era Rarity quién podía sentir algo de excitación por recorrer París y ver a los caballeros hacer elegantes reverencias o verlas con interés, esa tarde Fluttershy la acompañaba en su emoción, aunque se debiera a algo diferente.

El fantasma Discord de París.Where stories live. Discover now