Diecisiete

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Era domingo. 

El día en el que Alba Reche se preparó con un poco más de cuidado que de costumbre. 

Planchó su jersey favorito, lo que normalmente no se molestaría en hacer, y se cepilló el pelo más tiempo de lo habitual. Había un trozo de su flequillo que no se colocaba correctamente, y pasó minutos intentando aplanarlo, sin éxito.

Eran sólo las diez y media, no necesitaba salir hasta dentro de unas horas.

Pero estaba nerviosa y prepararse le calmaba un poco los nervios, le hacia sentir que tenía el control de la situación.

No tenía intención de decirle a los otros residentes de su casa adónde se dirigía. No debería ser difícil mantenerlo en secreto; la familia estaba dispersa en el viento. Miguel y la Rafi estaban en la cafetería, sirviendo a la multitud que paseaba por el pueblo los domingos. Los Reche siempre comían todos justos todos los domingos a las 5. Por suerte para Alba, los Lacunza tenían su comida familiar a las dos y media.

El plan era presentarse con ambas familias, teniendo la suerte de haber sido invitada con los Lacunza, no quería rechazar ninguna invitación de momento. Estaba segura de que vomitaría al final del día por tanta comida, pero parecía un buen precio a pagar por no decir nada para que ninguna familia se sintiera mal. Era molesto, se suponía que todos los secretos ya estaban en el pasado. Pero las comidas de los domingos eran algo sagrado en las dos familias al parecer.

Alba no se atrevió a decirles la verdad, que iba a comer con los Lacunza. Así que, un dos por uno sería.

Pero mientras se preparaba, contando los aterradores minutos para salir hacia la casa de los Lacunza, parecía que no todo saldría tan bien como planeaba.

"¡Alba!" La abuela la llamó desde el pasillo, donde estaba en el teléfono fijo. "¿Por qué nunca miras tu móvil? Tus padres están muy ocupados hoy, y saben que es tu día libre, pero quieren saber si puedes ayudar unas horas en la cafetería".

Alba estaba atrapada. Se acercaba el medio día y tenía solo un par de horas para llegar. Pero tenía que salir a las dos o llegaría tarde, lo cual era impensable. Era su primera oportunidad de intentar ser normal con la familia de Natalia. Llegar tarde no le beneficiaba. "¿Pueden jurar que terminaré a las dos?"

La abuela transmitió el mensaje y escuchó. "Sí, lo prometen".

"Diles que estaré allí en quince minutos."

***

En el café, Alba entró en un ambiente sorprendentemente bullicioso. Siempre tenían un nivel de clientela que los mantenía a flote. Pero estar así de ocupados era una rareza. Aparentemente, las cosas estaban mejorando después del incidente con el departamento de salud. La gente claramente estaba volviendo al lugar.

Alba podía ver a su madre luchando detrás del mostrador, tratando de tomar órdenes y conseguir las bebidas de la gente al mismo tiempo. Su padre entraba y salía de la cocina, cocinando y sirviendo. Era un caos.

Alba se dirigió directamente detrás del mostrador y se paró al lado de su madre, "Pide los pedidos de bebidas, yo los haré".

Rafi gimió con alivio. "Eres un ángel. Dos cafés con leche, un té de menta, un desayuno inglés y un mocca".

Alba fue a trabajar, poniendo las cosas en forma antes de correr a la cocina. "Estoy lista".

"Estas dos frituras para la mesa dos, una con revuelto. Vuelve directamente después, tengo unos seis pedidos de sándwiches en camino." Alba se puso a trabajar y pronto se pusieron al día.

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