Quince

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Toda esa tarde, Natalia no pudo haber estado más alejada de su trabajo. Más de una vez, una llamada iba al buzón de voz aunque ella estuviera allí para responder. Pero Natalia no escuchaba el teléfono. Estaba mirando su propio móvil, esperando un mensaje. Nunca llegó. Su mente se tambaleó ante las posibilidades de lo que Alba podría estar pasando. Pasaba de un extremo (Estaba siendo expulsada de su familia, le decían que nunca más apareciera por la puerta) al polo opuesto (abrazos cálidos y declaraciones de que a nadie le importaba, sólo querían que ella fuera feliz.)

El escenario más probable era aquel que se encontraba en algún lugar en medio de esas situaciones. Pero fuera lo que fuera, Natalia estaba siendo atormentada por la culpa que sentía. Estaba segura de que era completamente su culpa, que sus hormonas habían destrozado la vida de Alba, que si hubiera podido mantener sus pantalones donde debían estar, Alba no estaría pasando por lo que estaba pasando.

En su culpa, Natalia sintió que realmente había una cosa que podía hacer para sentir que no había dejado a Alba para sufrir sola. De todos modos, ya tenía decidido que iba a hacer algo antes de que pasara lo de hoy. Esto solamente había acelerado las cosas.

Ya era su hora de salida y Natalia se puso su abrigo, dijo adiós a los otros miembros del personal, y dejó la veterinaria. Caminó a casa con el andar de una persona que va a la horca, con la cabeza en alto como si no pasara nada, sus ojos con miedo contando otra historia.

Entró en su casa y gritó, "¿Quién está en casa?". Su padre sacó la cabeza de la cocina.

"Yo estoy. ¿Algo pasa?"

"Sí. ¿Dónde está mamá?"

"Ella está abajo en el bar. ¿Qué-?"

"¿Puedes decirle que suba?", instruyó Natalia. No esperó una respuesta, sino que se dirigió directamente a la habitación de cada uno de sus hermanso. "Hey, vengan al salón" les dijo a Santi y Elena. Elena, por lo general, no era incluida en reuniones familiares donde se hablara cualquier cosa importante debido a su joven edad, por lo que se sentía un poco confundida. "¿Yo también?"

"No hay razón por la que no." Natalia le dijo y se escabulló antes de que pudieran hacer cualquier pregunta, pasando por el pasillo, dando unos toques a la puerta de la habitación de su abuelo. "Abuelo, te necesito un segundo."

Por último, pero de ninguna manera menos importante, Natalia fue a su propio dormitorio a buscar a su cohabitante. "Ici, ven aquí, necesito hablar."

Ici suspiró, "Ughhh. ¿Qué he hecho ahora?"

"No has hecho nada", le dijo a su hermana y salió de la habitación. Menos de un minuto después, todo el mundo estaba de pie en el salón, todos con cara de confusión. Había una tensión en el aire, todo el mundo sabía que algo iba a pasar y tristemente no era la noticia de que Natalia había ganado la lotería. Cualquiera podría haber visto su cara y leído "miedo".

"Bien, aquí está", dijo Natalia, tratando de mantener la cabeza en alto, tratando de mantener los ojos claros, tratando de no parecer que había hecho algo malo. Porque no lo había hecho. En realidad no. Pero sabía que iba a estar muy sola en ese punto de vista. "Yo..." Se detuvo, no estaba segura de cómo decirlo. ¿Cuál era la elección correcta de palabras para minimizar el impacto?

Pero María no era de las que dejaban que nadie se tomara un momento. "¿De qué se trata este drama?"

"Sólo dame un segundo, ¿puedes?"

"Has arrastrado a todo el mundo aquí como si fueras una celebridad. Si quieres decir algo, muy bien, pero dilo."

"Por el amor de Dios, mamá" Natalia dijo con un movimiento de la cabeza. Se sintió bien por un segundo, estar enojada. Mejor que tener miedo. "Bien. Esta es la verdad. He estado viendo a alguien. Y no les va a gustar de quien se trata."

A cualquier otra parte...Where stories live. Discover now