Dos

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"Vamos" Alba le dijo a Queen.

Pero Queen no cedió, había escuchado esa palabra, veterinario, la cual asociaba a un montón de agujas, pinchazos y animales asustados. Queen no se encontraba para nada entusiasmada de tener que ir a ESE lugar.

Alba miró a su papá, poniéndose el abrigo en el pasillo. "Creo que ella sabe a dónde vamos"

Miguel ya estaba a medio camino de la puerta "Entonces será mejor que te pongas creativa. Te veré en un rato."

Cinco minutos más tarde, Alba había intentado de todo bajo el sol para sacar a la perra de la puerta hacia la calle. Había intentado con pollo, mantequilla de maní, aguacate, todos sus favoritos. Pero Queen sabía lo que pasaba y, al final, todo se redujo a utilizar la fuerza bruta.

"No me gusta hacerlo así, chica. Pero no me dejas muchas opciones" dijo, mientras arrastraba al perro fuera de la casa, oyendo las carcajadas de su abuela, que estaba mirando desde la puerta de la cocina mientras bebía té. Pero Alba siguió adelante, sacando a la perra nerviosa de la casa, bajando la calle, dirigiéndose a la veterinaria. Diez minutos en la caminata que normalmente tomaba solo 5 minutos y Queen todavía tenía los frenos puestos. "Dios, pensarías que te estaba llevando a ser sacrificada..." Alba murmuró a Queen.

Y luego las cosas pasaron de ser un poco molestas a bastante molestas.

"Hey! No deberías jalarla así!" dijo la voz trémula de una niña. Alba lo supo inmediatamente. Elena Lacunza. Tenía once años y era la menor de los Lacunza, una pequeña sabelotodo. Siempre tenía algo que decir sobre cualquier cosa.

Alba se giró para ver a Elena, que tenía una mano en la cadera, mientras con la otra sostenía un helado goteando. Se dirigía a su casa, luego de haber pasado por un pequeño regalo de verano. Elena no era la idea de nadie de una archienemiga y Alba no tenía intención de tener su tan esperada inauguración en la disputa familiar con ella.

"Come tu helado, pequeñaja. Y métete en tus propios asuntos mientras tanto"

A Elena no le gustaba que le dijeran pequeña. Era la menor de su familia y para su edad, era bastante pequeña comparada con sus hermanos. Por supuesto, Alba lo sabía. Sabía que no debía estar molestando a una niña de once años. Pero la pequeña siempre estaba haciendo cosas como esta, metiendo sus pequeñas manos en asuntos ajenos y ahora diciéndole que estaba haciendo las cosas mal.

Eso molestaba a Alba de sobremanera.

"No me hables así" dijo Elena. "Solo te digo que no debes arrastrar a los perros. Es cruel."

"Estás teniendo opiniones sobre cosas que no sabes, eso es lo que estás haciendo", dijo Alba, su voz elevándose a un nivel que ella sabía que era demasiado fuerte. Pero ella no podía evitarlo. Había simplemente una cualidad en Elena que podía hacer que la Madre Teresa volteara una mesa.

Elena abrió la boca para replicar cuando alguien más salió de la tienda, otro Lacunza. Iciar, de catorce años, estaba de pie en toda su gloria gótica, su ropa negra y su cabello parecían chupar la luz del día soleado. Ya estaba enojada.

"¿Le gritas a mi hermanita?"

"Por el amor de Dios" Alba murmuró para sí misma. Era hora de liberarse de lo que se estaba convirtiendo en una discusión pública con dos niños. Ella necesitaba llegar al veterinario de todos modos.

Pero Iciar no había terminado con Alba. "¿A dónde vas?"

Alba no contestó y empezó a tirar de la delantera de Queen otra vez.

"Eres la hermana de Marina, ¿verdad?" Iciar dijo, tratando de conseguir una reacción. "Necesito que le pases un mensaje a tu hermana. Dile que es una rara."

Alba sintió que su molestia estaba a la altura de la ira.

"No hables así de mi hermana" dijo, volviéndose con el perro, queriendo irse. Sabía que estaba perdiendo el control de esta situación y estaba haciendo todo lo posible para evitarla. Esta no era la pelea justa que siempre había soñado con un Lacunza. Se sentía un poco patética, en realidad.

Sin embargo, Iciar no tenía suficiente "¿Sabes qué? Voy a hablar de esa tonta pretenciosa de cualquier manera que me gusta. Ella piensa que es LO MEJOR." La cosa era, Marina era pretenciosa. Pero esa no es la palabra que los Reche usarían para describir a la chica. Usaban palabras como apasionada, cariñosa, de mente grande. Porque la amaban. Pero 'pretenciosa' no era una palabra amorosa y venía de una boca claramente poco amorosa.

"Iciar, te lo advierto, detente ahí" dijo Alba, dándole la espalada. "O si no..."

"¡¿O qué?" Alba sopló aire de sus fosas nasales furiosamente.

"O me aseguraré de que tus padres sepan exactamente lo desagradable, pequeña abusadora que en realidad eres. Y todos los demás, mientras estoy en ello."

Iciar se rió. "Adelante, mi mamá está aquí." Y así fue, María Lacunza se encontraba de pie en la puerta de la heladería, el tercer miembro de la familia en salir. Aparentemente, estaba planificada su salida. Alba se preguntó cuántos más de los cabrones estaban allí, esperando para hacer una aparición sorpresa.

"¿Qué está pasando aquí?", preguntó María, no a Iciar, sino a Alba "¿No eres tú esa chica Reche?" dijo, como si las palabras supieran mal en su boca.

"Sí, lo soy. Y tu hija está siendo desagradable con mi hermana y ella necesita dejarlo."

"¿O qué?" María preguntó, sin querer haciéndose eco de su hija.

"Olvídalo" Alba dijo y se volvió de nuevo, dando un tirón a Queen que seguía sin querer caminar.

"No debería arrastrar a ese perro" le dijo María en alto.

Alba apretado sus dientes, continuó hacia la veterinaria

"Odio a los Lacunza, odio a los Lacunza, odio a los Lacunza" repetía en voz baja. 

A cualquier otra parte...Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum