Camino a Córdoba.

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Una vez Guerrero salió de la tienda, no podía calmar sus pensamientos. ¿Por qué lo había hecho? Bien sabía que no era su intención ser grosero y que él también sentía lo mismo que el ex general realista. ¿Qué tanto le hubiera costado decir "te amo igual"? Pero…¿por qué no podía? ¿Era acaso su dolor tan grande? Más bien creería que era su ego lastimado combinado con los estragos de heridas en su corazón.

Siguió caminando sin ningún lugar definido al cual quisiera llegar, solo buscaba que cada paso fuera despejando su mente. Sin embargo, en su camino se cruzó con aquella mujer causante de todo lo que sentía en aquellos momentos.

-Ugh, no puedo creer cómo es que Iturbide ha aguantado estar aquí en tan desagradables condiciones. - dijo Ana María con su característico tono despectivo, plantandose justo enfrente de Guerrero, deteniendolo y forzandole a verla de frente, pues al final del día era una dama y la tenía que respetar.

-Comiendo porquerías, sin baños para asearse y - barrió con la mirada al sureño enfrente suyo.- teniendo que mezclarse con un montón de negros.

Guerrero había estado mordiéndose la lengua todo el tiempo desde que la mujer había aparecido con sus palabras tan afiladas de las cuales ya estaba harto, pero al escuchar aquel último insulto no pudo soportarlo más y levantando un poco la voz por fin encaró a aquella mujer.

-Le pido más respeto señora. Esposa de Iturbide o no, no tiene ningún derecho de referirse a mí de esa manera. Soy un general militar del mismo rango que su marido, el cual cree y moriría por defender la causa de estos "negros" como usted nos llama. Y si tiene el más mínimo respeto por su marido, absténgase de su palabra.

Cada palabra fue saliendo más y más firme, llena de rencor, de indignación...de celos. ¿Cómo es que Iturbide se había casado con tan deplorable ser humano?

-General.- la voz de Iturbide hizo que ambos voltearan a verle, Guerrero cambió su semblante al uno algo apenado y en cambio, Ana María parecía verse más contenta.- Le pido que no le hable así a la señorita.

-Pero…

-Aunque usted tenga razón, -interrumpió a su amante secreto, haciendo un ademán con la mano para indicarle cortésmente que parara- Es mi mujer, y es mi deber corregirla en ese aspecto.

Ana María puso una expresión algo victoriosa al ver a su marido defenderla. Le encantaba sentirse superior. Aún en tierras extranjeras, ella seguía siendo importante y quería que todos lo vieran.

-Y Ana María. -dijo su cónyuge llamándole la atención y regresándola al momento presente- El General Guerrero tiene toda la razón. Te pido te guardes tus comentarios o regreses a la hacienda. Si en realidad te sientes de esa manera, no entiendo tu presencia aquí.

Ahora fue el turno de Ana María de bajar la mirada algo apenada y derrotada. Pero no duró mucho en ese estado pues se enderezó y se lanzó a los brazos de Iturbide.

-Pensé que te serviría tener a tu mujer cerca.

Cada palabra, cada vez que alguno de los dos decía algo relacionado con su matrimonio, hacía que el corazón del general Insurgente punzara de dolor. Trato de mantener una expresión serena, más el dolor de la realidad no le dejaba en paz.

-Pues pensaste mal. Estamos en un punto crítico de esta batalla, y tu presencia me da una carga más por la que preocuparme.- suspiro pesadamente y miró a Guerrero.- General, le pido que empaque lo necesario. Iremos a Córdoba.

-Perfecto, pediré a los soldados que carguen mis maletas.- comentó la mujer presente dispuesta a regresar a su tienda a comenzar los preparativos, pero su marido le detuvo.

Abrazo Entre CaudillosWhere stories live. Discover now